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A principios de la década de 1990, la red mundial Internet se popularizó. Ya no solo era usada en los círculos de hackers, académicos, científicos y militares que la habían creado. En 1995, Netscape Communication Corporation lograba un éxito sin precedentes en la industria de la informática: un año después de aparecer en el mercado, su navegador, Netscape Navigator, se había convertido en el preferido por el 90% de los usuarios de Internet. El gigante Microsoft no estaba contento con ese éxito, y pronto empezaría la “guerra de los navegadores”. La empresa de Bill Gates aprovechó la posición dominante de su sistema operativo Windows, al que le incorporó gratis su navegador Internet Explorer. Netscape quebró en cinco años, y con su caída empezó la era de Internet Explorer, que llegó en su mejor momento alcanzó la cifra que había logrado Netscape: lo utilizaba más del 90% de los internautas. Por esto, Microsoft enfrentó un juicio por abuso de su poder monopólico en las computadoras personales en cuanto a la gestión de las ventas del sistema operativo y del navegador de Internet, el juicio concluyó que Microsoft había cometido monopolización y que había establecido un modelo de negocios de cebo y anzuelo por la implementación de una serie de prácticas comerciales de exclusión. Algo similar podría estar sucediendo en Ecuador cuando los operadores económicos que controlan el mercado de la telefonía celular favorecen clara, directa y exclusivamente a una empresa: Facebook Inc.

El Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos INEC en su Encuesta de Condiciones de Vida 2013-2014 indica que el 41.4% de la población ecuatoriana mayor a 12 años posee una cuenta en redes sociales alrededor de cinco millones de personas que corresponden a la tercera parte de la población del país. De ese total, el 97.9% de las personas usa Facebook. La segunda red social más popular es el servicio de mensajería Whatsapp, también propiedad de Facebook.Inc. Y desde hace años, las proveedoras de telefonía celular trabajan en el posicionamiento y promoción de estas dos aplicaciones con publicidad en todos sus puntos de atención, en sus campañas en medios digitales y convencionales, en banners, volantes…

Las telefónicas se convirtieron en una especie de relacionistas públicas de Facebook y Whatsapp: las usan en casi todas sus campañas y las ofrecen como las únicas ilimitadas en planes de “redes sociales ilimitadas”. Aquello podría incidir en la decisión de las casi tres millones de personas con teléfono inteligente a la hora de elegir qué red social utilizar. Talvez la única razón de toda esta movida publicitaria es que esas dos aplicaciones son las más usadas de su tipo, pero las operadoras necesitan entender el rol que juegan en este escenario: su legitimidad y su posición favorecen a una única empresa, Facebook, al facilitar su uso y su penetración en el mercado. Y eso es un problema cuando existen otras aplicaciones similares que dejan de funcionar cuando el paquete de datos se termina. Si al final estarán accesibles los servicios de una sola transnacional, la neutralidad de la red está en juego. De alguna forma, el acceso pleno a Internet está bloqueado.

 

Facebook Inc. ha sido cuestionada fuertemente por sus prácticas en torno a la privacidad. El 13 de mayo de 2015, un informe de la Comisión Belga de Privacidad muestra que la red social rastrea la actividad de la gente que no tiene Facebook, usuarios que han finalizado sus sesiones y habitantes de la Unión Europea que han manifestado explícitamente su intención de no ser rastreados. La empresa de Mark Zuckerberg infringía leyes europeas de defensa del consumidor. Además, fue vinculada con el programa de espionaje masivo PRISM, que permite a la inteligencia estadounidense, en particular a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) y al FBI (Oficina Federal de Investigación), recabar información y datos de los usuarios directamente de sus servidores. Y con su nuevo proyecto Internet.org, Facebook se apropia del término “internet” para convertirlo en un limitado “internet pobre para pobres”, que permite unas pocas aplicaciones –entre ellas algunos servicios gubernamentales– y en la que las “redes sociales” serán reducidas a las de Facebook, bloqueando el acceso a la verdadera Internet, la Internet abierta, plural y libre.

Facebook es una empresa que ha acumulado poder a través de su negocio, que consiste en la información de sus usuarios: Unos 1350 millones de personas lo usan a nivel mundial, sobre todo en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Y en 2014, compró Whatsapp, el gigante de la mensajería instantánea. Esta es la empresa que copa casi todo el mercado de las redes sociales en telefonía móvil, y que a través de un monopolio sutil pone en riesgo la neutralidad de la red en Ecuador.

Las autoridades locales parecen no hacerse las preguntas adecuadas. El único pronunciamiento en torno a la neutralidad de la red es uno del ministro de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información, Augusto Espín Tobar, cuando dijo que las funcionalidades de las aplicaciones deben ser respetadas, refiriéndose a la nueva función de llamadas telefónicas que incorporó Whatsapp hace algunas semanas, que había sido bloqueada dentro de planes que ofrecían “Whatsapp ilimitado”. Pero este no ataca al verdadero problema. Solo enfrenta un asunto coyuntural. El escenario parece favorecer un monopolio de redes sociales en el país.

Según la Ley Orgánica de Control y Regulación del Poder del Mercado, “se entenderá que se produce abuso de poder de mercado cuando uno o varios operadores económicos, sobre la base de su poder de mercado, por cualquier medio impidan, restrinjan, falseen o distorsionen la competencia, o afecten negativamente a la eficiencia económica o al bienestar general”. Las operadoras de telefonía móvil en Ecuador impiden, restringen y distorsionan la competencia al ofrecer los planes “Whatsapp ilimitado” y “Redes sociales ilimitadas”, que en realidad son solo dos (con suerte, Twitter también). Es como si el término “redes sociales” se limitara a Facebook y Whatsapp, y se omiten los millones de sitios, aplicaciones, blogs, agregadores, espacios noticiosos y cualquier otra herramienta que en internet pueda ser utilizada por usuarios para relacionarse y compartir sus intereses, aficiones, preocupaciones, gustos o disgustos. No deberíamos hablar de redes sociales sin entender que hay una más grande que todas: la internet neutral, abierta, libre y plural que queremos y a la que hay que defender.

Cuando ofrecen solo dos aplicaciones ilimitadas, los operadores de telefonía celular talvez están basándose en la costumbre (son las más usadas) o la costumbre mercantil. La segunda es entendida por la Ley Antimonopolio “como un conjunto de prácticas que se repiten y aplican reiteradamente por una colectividad de personas frente a un hecho o tema determinado, que adquiere obligatoriedad por el hecho mismo de ser una norma creada para usos sociales, siempre que estas no sean contrarias a la ley y se ejecuten reiterada, pública y uniformemente”. Pero este principio atenta contra la Ley Orgánica de Telecomunicaciones (LOT), en lo que se refiere a la neutralidad de la red. En su art. 24, la LOT dice que los prestadores de servicios de telecomunicaciones no pueden “limitar, bloquear, interferir, discriminar, entorpecer, priorizar ni restringir el derecho de sus usuarios o abonados a utilizar, enviar, recibir u ofrecer cualquier contenido, aplicación, desarrollo o servicio legal a través de Internet o en general de sus redes u otras tecnologías de la información y las comunicaciones”. Es como si los proveedores de Internet fijo o móvil decidieran por nosotros qué servicios podemos y cuáles no podemos usar.

La neutralidad de la red es la ausencia de cualquier tipo de prioridad, así como barreras de acceso, a la información que viaja por una red de telecomunicación. Se refiere al poder –que es lo mismo que decir “la libertad”– de los usuarios a elegir sitios, aplicaciones, herramientas o los contenidos que deseen, y la posibilidad de cambiarlos en el tiempo según la evolución de sus intereses, valores o gustos. El rol de los proveedores en una red neutral es mantener los cables conectados y funcionado sin usar su poder para beneficiar o perjudicar a terceros ni a sus propios usuarios limitando o favoreciendo uno u otro servicio.

Una red neutral es la Internet la que hasta ahora ­–salvo excepciones– hemos conocido: esa que nos permite usar el buscador que deseamos, cotejar fuentes de información, conectarnos con nuestros amigos o familiares por uno o más medios, navegar libremente en bastos océanos de información e informarnos de manera independiente. La telefonía móvil en Ecuador camina hacia lo contrario, hacia una red no neutral, donde hay preferencia por los servicios que las operadoras consideran adecuados y bajo sus condiciones, donde cualquier otro servicio tiene cargos adicionales o simplemente es inaccesible. Donde la competencia no es posible.

Si Facebook y Whatsapp son ilimitados, y con ellos es posible compartir noticias, fotos, audios y vídeos… Si con ellos podemos postear, publicar información buscar contenidos, bajar imágenes enviar y recibir archivos… Si ya es posible consumir megas las 24 horas del día en esos dos servicios, ¿qué podrían perder las empresas telefónicas– al terminar con la segregación y discriminación en las redes? Eso, incluyendo a la novisima Tuenti, subsidiaria de Telefónica (Movistar), que llega a Ecuador con los mismos paquetes de solo dos redes sociales ilimitadas.

En Ecuador, el debate sobre neutralidad en la red se reduce a si podemos o no utilizar las funcionalidades de Facebook y Whatsapp. Pero a la larga, esto significará una derrota. El verdadero debate está en preguntarse por qué existen privilegios para una sola empresa; por qué solo deberíamos comunicarnos por estas aplicaciones, o cuántos datos utilizaría un usuario promedio si tuviera internet ilimitado en lugar de estos planes limitados.

Si el debate no cambia, no habrá de qué sorprenderse cuando en Ecuador se empiece a promocionar o directamente a implementar entre fanfarrias el polémico proyecto de Facebook, Internet.org, y terminemos sinInternet.org. A largo plazo, es perder la libertad de elegir.

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