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Doce horas después del terremoto en Nepal, Humanitarian OpenStreetMap Team (HOT) empezó a digitalizar imágenes satelitales del país asiático. La información sirvió para que organizaciones humanitarias rescaten a damnificados y envíen asistencia a zonas aisladas. Las fotografías vectorizadas entregadas por HOT sirvieron para saber qué zonas quedaron obstruidas por escombros, qué carreteras estaban intransitables, cuántos edificios se derrumbaron. Nueve días después de la catástrofe, el organismo con cientos de miles voluntarios en el mundo sigue colaborando con la Cruz Roja y otros equipos de socorro para asistir a más nepalíes. Una estrategia digital de ayuda que ya funcionó en el 2010 y 2011, luego de los terremotos en Haití y Japón.

Con HOT, el oficio de catógrafo se ha vuelto popular. Fue creado en el 2009 como un departamento de una organización más grande: Open Street Map (OSM). OSM nació cinco años antes, y es considerado la wikipedia de los mapas: no se necesita licencia, permiso, ni pago para descargarlos y compartirlos. Dos millones de internautas los editan y mejoran todos los días. Para modificar los contenidos, los usuarios se suscriben y confirman su nivel de experiencia: desde ciudadanos curiosos con ganas de ayudar –que se capacitan en portales muy didácticos– hasta PhDs en geoinformación. Los expertos se encargan de verificar y certificar los datos de terceros antes de que se publiquen. Los usuarios descargan imágenes aéreas, toman fotografías o graban videos con sus teléfonos, usan el GPS –por lo general, de ese mismo su celular–, y recopilan información geográfica existente de fuentes públicas para complementarlo. Cada vez que se agrega un dato, el sistema lo actualiza. El resultado es un mapa con datos precisos y detallados que puede señalar hasta callejones. La primera vez que HOT trabajó con miles de voluntarios al mismo tiempo para mapear Haití en el 2010, el resultado fue inesperado: Según el desarrollador de software libre y activista, Schuyler Erle, “a la ONU le hubiera tomado decenas de miles de libras (esterlinas) y años para lograrlo. A OSM le tomó tres semanas”. Tecnología libre y manos generosas para salvar al mundo.

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Los mapas están subestimados. Su importancia se revela en los momentos de emergencia. Lieke Verhelst, del equipo de geoinformación de Alterra –un centro de investigación ambiental en los Países Bajos–, dice que “un mapa actualizado, especialmente con detalles, puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte”. Cuando ocurre un desastre natural, por lo general, la Cruz Roja y los organismos de rescate acuden a esas cartas para diseñar una estrategia: dónde ir primero y cómo. Pero si esos datos están desactualizados  –por ejemplo no está dibujada una carretera que se construyó dos años antes– es mucho más complicado intervenir. Y existe otro factor: los sismos suelen modificar la topografía de las ciudades. Ahí interviene HOT. En Nepal, después del terremoto, la Cruz Roja le dijo al equipo cuáles eran sus prioridades: edificios –porque son zonas de mayor destrucción–, lugares planos para aterrizar helicópteros, y carreteras para conocer los sitios con acceso bloqueado (sin rutas, la ayuda no llega). De inmediato, HOT envió alertas a sus voluntarios –a través de mails y redes sociales– con esta información, y doce horas después se activó el sistema de colaboración. Desde remotos lugares, son miles de colaboradores ayudando, de forma anónima, a gente que –casi de seguro– jamás verá, y que no se enterará quién les dio la mano virtual en medio de la catástrofe. Es, tal vez, la forma más contemporánea –y pura– del altruismo.

El trabajo colaborativo de HOT en Nepal ha sido ordenado, y ha aprendido de las equivocaciones del pasado. Para no cometer los mismos errores que en el 2010, en Haití –como dos usuarios mapeando la misma zona al mismo tiempo–, se creó Tasking Manager. En este portal, el trabajo de cartografía se divide en pequeñas tareas que pueden ser completadas rápidamente, y se señala las áreas que deben ser atendidas –y validadas– con más urgencia. Los voluntarios pueden empezar mapeando un área de un kilómetro cuadrado –donde cabrían hasta dos mil ochocientos edificios. Cada voluntario elige qué tarea seguir, y estas cambian cada día. Las actuales en Katmandú son localizar campamentos a los que puedan acudir los damnificados. Cuando la cartografía es completada, el recuadro tiene un color, cuando está verificada, otro. Así la visualización de las tareas es más sencilla. Son cuadrículas coloridas, de un orden aparente, que por un momento uno lo olvida, pero sí, esos cuadritos –y la gente que los dibuja y verifica– están salvando personas.

Daniel Orellana –Phd en geoinformación– es parte del equipo de voluntarios que mapean Nepal, y ayuda a la validación de datos que suben otros usuarios. También participó en el grupo que asistió a Japón en 2011. “Es muy importante marcar los senderos  y las peatonales porque son vías de acceso que por lo general no están señaladas”. Los mapas previos al terremoto son muy útiles para comparar con la información que se obtiene luego del desastre. Como especialista, reconoce que “antes para ser un cartógrafo se necesitaba especialización. Ahora, todos pueden”. Pero hay ciertas tareas que HOT deja a los expertos: para saber dónde se puede aterrizar un helicóptero, se necesita un sitio plano, claridad para el aterrizaje, y para identificar esos factores es preciso entender mejor los mapas: su lenguaje, colores y texturas. Es una versión posmoderna y digital de esa antigua vocación de los seres humanos por plasmar las rutas que nos conectan, y en el caso específico de HOT –nos salvan.

En Nepal han creado un sistema propio para cartografiar los problemas causados por el terremeto: Kathmandu Livinglabs. En el mapa aparecen círculos con números que representan las veces que se ha reportado la misma emergencia en ese lugar. La plataforma es muy específica y clasifica las necesidades así: “Solicitud de alimentos e ítems de sanidad para setenta familias en Simpokhari, Kavre”. Y en la descripción se detalla: “setenta familias, veinticinco edificios completamente colapsados, aún hay riesgo de que colapsen más. Solicitamos carpas, comida (arroz, lentejas, galletas) y artículos de limpieza como purificador de agua, jabón, fenol”. Esta información es utilizada también por el ejército nepalí para enviar asistencia. El esfuerzo colaborativo y libre se está convirtiendo en un pieza fundamental de la mitigación de los efectosmde los desastres naturales. 

Los mapas contribuyen a salvar vidas en zonas de desastre pero su impacto aún no puede ser cuantificado. Sin embargo, los que se crearon en Haití, Japón y se siguen elaborando en Nepal, con seguridad servirán para futuras emergencias. “Algunos rezan, otros mandan ropa» –dice Orellana, estudioso y fanático de la cartografía– «y unos elegimos hacer un mapa”.

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Bajada

Una red de voluntarios interpreta data para facilitar la ayuda humanitaria