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Las últimas semanas de marzo del 2015, los ecuatorianos hemos estado sobreexpuestos a las palabras “arancel”, “impuesto”, “salvaguarda”, “sobretasa”. Es todo un acontecimiento que ha estremecido nuestros bolsillos. Estamos frente a medidas proteccionistas. Pero, ¿sabemos cuáles son los pormenores de estas nuevas imposiciones? El 6 de marzo, el Pleno del Comité del Ministerio de Comercio Exterior – Comex– adoptó la Resolución No. 011-2015, que establece la imposición de una sobretasa arancelaria variable con múltiples finalidades. Estas sobretasas, si dejamos los eufemismos de lado,  no son otra cosa que más impuestos reflejados en porcentajes del 5% al 45%, ad valorem. Es decir que el impuesto se calcula en base a un porcentaje sobre el precio estimado del producto al que afecta. Entonces, si un kilo de la fruta X tiene un precio de dos dólares, luego de la sobretasa (que aumenta el 45%) su costo sería $2.90.

El 10 de marzo, el Presidente de la República dijo que debemos “juntar el hombro y hacer un pequeño sacrificio”. Según él, estas medidas solo afectan a productos importados que no son de consumo generalizado. Excusándose en sus conocimientos económicos, el Primer Mandatario indicó que él sabe por qué se han impuesto sobretasas y que esto no es un problema fiscal sino uno de balanza comercial. Si bien el problema puede no ser de naturaleza fiscal –pese a que las cifras muestran todo lo contrario: para 2015 se estima un déficit fiscal de ocho mil a nueve mil millones de dólares–, los efectos de los aranceles sí tienen correlación fiscal.

El régimen ha mantenido un discurso en el que afirma que estas imposiciones afectarán a los sectores económicamente privilegiados. Podríamos creer que en efecto eso es verdad, pero no sin antes analizar qué productos se verán afectados por estos novedosos impuestos. La lista es larga. Son 84 páginas que incluyen desde salmones del Pacífico, cárnicos, quesos, puertas, tornillos, máscaras protectoras, textiles de varios tipos, afeitadoras, tocadiscos, varios tipos de muebles de madera, muebles de plástico, esferográficos, tampones. Es decir, la lista extensa abraza a una gama de productos que no solo contiene productos suntuosos- ¿desde cuando el tener una pluma es un lujo?

¿Por qué se imponen estas medidas tan poco populares? En la Resolución No. 011-2015 se establece que estas sobretasas arancelarias son un mecanismo que busca equilibrar el nivel de importaciones, generar un mayor balance a la balanza comercial e incentivar la producción nacional. La lógica detrás de estas medidas está –de la forma más sencilla posible– en que el encarecimiento de productos extranjeros reducirá su demanda y por lo tanto los productos nacionales serán más apetecidos por el consumidor local. Esta propuesta podría funcionar si tuviéramos una producción nacional que no solo fuera capaz de abastecer al mercado, sino que pudiera hacerlo eficientemente. ¿El Ecuador está listo? Al parecer, no. Por ejemplo, el 90% de las manzanas en Ecuador provienen de Chile.

La imposición de aranceles a productos extranjeros no es un descubrimiento de la Revolución Ciudadana. Durante la Gran Depresión, en la década de los 30, el presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, adoptó una política proteccionista a favor de la producción nacional. La importación de productos se vio severamente restringida y la crisis se intensificó. El encarecimiento de productos y el cierre de comercios dejaron un saldo negativo. El número de desempleados, que en 1929 eran 1.6 millones, se incrementó a 12.6 millones para 1933. La escasez y el hambre eran pan de cada día. Eventualmente, las políticas americanas tuvieron que ser erradicadas por el sucesor de Hoover, Franklin Delano Roosevelt:  No habían dado los resultados esperados. Pero ese panorama es añejo, donde la globalización y el libre comercio no jugaban un rol protagónico en la economía. Ahora, en un mundo globalizado, las consecuencias del proteccionismo pueden ser peores.

Cuba, en su afán por salir a flote después del embargo impuesto por Estados Unidos, también fomentó medidas de protección a la producción nacional. Uno de los Planes Quinquenales puestos en marcha por el Comandante en Jefe Fidel Castro fue el producir carne vacuna nacional. El fracaso fue rotundo. La falta de experiencia y conocimiento sobre ganadería resultó en errores tan absurdos como alimentar al ganado con pacas repletas de hierba fresca, y con ello el malestar mortal del animal. La ganadería en Cuba resultó en millones de dólares de pérdida y miles de cabezas de ganado muertas. Estados Unidos y Cuba nos dejan una moraleja: el proteccionismo genera problemas. Ecuador tiene producción nacional ya establecida en el sector de materias primarias, principalmente.  Y el enfoque estatal debería ser el de patrocinar y promover el fortalecimiento de la producción existente. Esto tiene sentido por la misma razón por la que un abogado no estudia medicina para operar su rodilla, sino que acude a un experto (un médico): la división del trabajo. Ecuador puede posicionarse en el mercado internacional con su producción actual, sin dejar de abastecerse de la producción de otros países.

Seguramente la producción nacional tendrá un incremento. Imponiendo barreras de entrada a la producción extranjera, el producto nacional tiene campo abierto para posicionarse con fuerza en el mercado. No obstante, el producto ecuatoriano tiene una oportunidad para subir sus precios.  Bajo la lógica de las salvaguardias, un producto nacional con precio incrementado –pero menor al de su competencia extranjera– seguiría siendo preferido por el consumidor. Es decir que corremos el riesgo de terminar con una percha de productos más caros.

También es posible que las sobretasas también impacten en el nivel de competitividad. Si el proveedor nacional deja de tener como competencia a la producción internacional, su motivación para producir con mayor calidad también disminuye. Es sencillo. Cuando dos o más agentes del mercado quieren captar la mayor cantidad de consumidores posible, crean productos que los consumidores prefieran por su calidad. En otras palabras, tratan de mejorar su producción. Si al productor ecuatoriano se le desvanece su competidor internacional, es posible que su motivación para crear mejores productos decrezca.

Todo esto lo avalan economistas de la Asociación Americana de Economía (AEA, por sus siglas en inglés). En 2007, el organismo realizó una encuesta a sus miembros. El 83.3% estaba de acuerdo con la eliminación de las salvaguardias y de la imposición de barreras de entrada al comercio exterior. Las cosas están caras. Además de estas imposiciones llamadas sobretasas, debemos sumar el Impuesto al Valor Agregado (IVA), el Impuesto a Consumos Especiales (ICE), entre otros. Un producto podría llegar a costar, grosso modo, el 57% más –si solo tomamos en cuenta el 45% de sobretasa e IVA– de su valor real. El repudio a productos de lujo es el camuflaje de estos aranceles. Sin embargo, útiles escolares, comida, vestimenta, y otros no son productos de lujo, sino de consumo generalizado. Pero existe un retroceso detrás de este pensamiento: El consumidor debe tener mayor oferta de productos de calidad y precios módicos.

No todas las importaciones son suntuosas.  Escasez, desabastecimiento, inflación, podrían ser algunas de las consecuencias que sufrirán los ecuatorianos al momento de comprar los artículos que necesitan.  Entonces, en vez de juntar los hombros, talvez lo que necesitamos es hacer patria reduciendo el gasto fiscal. En épocas de austeridad, es necesario recortar gastos innecesarios, como tener un gabinete exagerado, construir ciudades universitarias –en lugar de invertir en las universidades existentes–, cantarle las verdades a los tuiteros majaderos y las gorditas horrorosas los sábados e ir de gira cada vez que la liquidez flaquea.

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