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El 10 de febrero de 2015, el presidente de la República, Rafael Correa, dijo que la permanencia de Ecuador en la Comunidad Andina de Naciones (CAN) debía ser “seriamente analizada”. En enero, el gobierno emitió un arancel a la importación de productos colombianos y peruanos, pero lo hizo sin esperar una resolución de la Secretaría General de la CAN. Por eso, la organización que congrega a los países andinos resolvió que Ecuador no podía emitir el arancel, y que debía devolver los pagos, y por eso el arancel quedó sin efecto. Esa resolución fue suficiente para que Correa –que siempre ha impulsado el discurso de la unidad latinoamericana– considerara necesario pensar en si a Ecuador le conviene seguir en la CAN. La actitud del presidente, que parece un berrinche, es perjudicial: Ecuador queda como un socio inestable que no genera confianza.

Ecuador emitió los aranceles porque Colombia y Perú depreciaron sus monedas en 2014. El valor del peso cayó en 21,6%, y el del sol, en 6,1%. Lo hicieron por distintas razones coyunturales, como la caída del precio del petróleo (por ejemplo, el valor del peso mexicano cayó por esa razón). La devaluación volvió más “económica” la producción de nuestros vecinos, y sus productos se abarataron. Es decir, podían ser más atractivos para el consumidor ecuatoriano. Y aquello amenazaba la balanza comercial nacional. O al menos fue eso lo que Ecuador alegó. Pero hay algo que el país obvió: para emitir salvaguardias, necesitaba una respuesta de la CAN.

Ecuador, Colombia y Perú son miembros de la CAN, y están sometidos a ciertos tratados que han ratificado. Entre esos está el Acuerdo de Cartagena, que establece que se podrán tomar medidas como salvaguardias en caso de que la depreciación de una moneda afecte al nivel de competitividad que tienen los agentes del mercado. También dice que para implementar estas medidas es necesario solicitar la autorización de la Secretaría General de la CAN que, en caso de que esta autorización sea negativa o inexistente las salvaguardias no pueden implementarse.

Esto fue lo que sucedió:

1. El 24 de diciembre de 2014, Ecuador remitió a la Secretaría General de la CAN una solicitud de aplicación de salvaguardias a productos importados desde Perú y Colombia. La solicitud estaba motivada en el artículo 98 del Acuerdo de Cartagena.

2. El 29 de diciembre de 2014, el Comité de Comercio Exterior (COMEX), emitió –mediante la Resolución 050-2014 y sin la autorización de la CAN– algunas salvaguardias. Entre esas, estaban los aumentos arancelarios de 7% para los productos peruanos y 21% para los colombianos.

3. El 6 de enero de 2015, la Secretaría General de la CAN registró el oficio ecuatoriano del 24 de diciembre de 2014. Había tardado dos semanas porque en ese periodo la institución no estaba operativa. En esta misma fecha, Perú y Colombia presentaron oficios que preguntaban si las salvaguardias estaban aprobadas. Dijeron que a sus empresas les estaban generando perjuicios.

4. El 13 de enero de 2015, después de los pronunciamientos presentados por nuestros vecinos, la Secretaría General de la CAN resolvió que Ecuador no estaba autorizado para imponer salvaguardias y que debía retirarlas. Esta resolución se ratificó tres días después.

5. Hay un vaivén de oficios, comunicados, audiencias, notificaciones y demás. Finalmente, el 7 de febrero de 2015, la Secretaría General emite la –ahora famosa– Resolución 1762. En esta Resolución se concluye algo previsible: Ecuador no estaba autorizado para emitir salvaguardias y debía retirar las que había levantado el 5 de enero de 2015. Además, la CAN recomendó buscar mecanismos para devolver los pagos efectuados por concepto de las salvaguardias. Esa devolución incluirá con seguridad intereses; es decir, es una indemnización. Y es posible que las empresas afectadas inicien un proceso legal contra Ecuador: La Resolución de la CAN les da la razón.

Ecuador insiste en los aranceles porque no puede depreciar su moneda para competir con los productos colombianos y peruanos. Desde que se aplicó la dolarización, en 2000, el país no puede imprimir billetes. Colombia y Perú sí pueden jugar con sus monedas. Es por esto que Ecuador intentó “proteger” la industria nacional con aranceles para evitar que la depreciación monetaria de nuestros vecinos genere una invasión de sus productos en nuestro mercado. Eso podría traducirse en una balanza comercial negativa con ellos. Pero la Secretaría General de la CAN explicó que se negaron las salvaguardias porque Ecuador no probó eficazmente que la depreciación monetaria en Perú y Colombia haya afectado de manera real a la balanza comercial ecuatoriana. Esa balanza está en déficit, pero no tiene nada que ver con nuestros vecinos. La CAN verificó que el déficit se debe al comercio con China, en el que Ecuador tiene una balanza comercial negativa por tres mil millones de dólares. Con Colombia, el déficit es apenas mil millones –la tercera parte–, y con Perú, la situación es aún más extraña: Con ese país, Ecuador tiene superávit. El gobierno parece olvidar que en el Derecho Internacional Público existe el principio de reciprocidad: Lo que hagamos a otros países, ellos nos lo harán a nosotros. Es algo que podemos pensar como karma diplomático.

Todo esto va de la mano con una cosa que se construye con el tiempo, pero se destruye con facilidad: confianza. La confianza que la comunidad internacional tenga en el país es fundamental para generar y mantener negocios. No es sorprendente que Venezuela –un país con poca seguridad jurídica, política y económica– haya sufrido en octubre de 2014 una caída del 54% en su inversión extranjera directa. En Ecuador, el estado de balanza comercial no petrolera hasta febrero de 2015 era de -7.612 millones de dólares, según el Banco Central. Si Ecuador tiene una balanza comercial negativa, o en otras palabras, si este es un país que importa más de lo que exporta, no le conviene pelear con mercados como los de Perú y Colombia, a los que es posible penetrar con más profundidad.

El empecinamiento gubernamental por mantener las salvaguardias no solo ha provocado que se analice la salida de la CAN. Ha generado incluso cambios de gabinete, como la salida del Ministro de Comercio Exterior Francisco Rivadeneira, y –según el Comité Empresarial Ecuatoriano– mucho estrés al comerciante en general. Por más que no nos guste, nuestro amado país no es autosuficiente, ni su gobierno invencible. No es muy inteligente pensar en aislarnos del mundo. Y a eso apuntamos si nos ponemos de brazos cruzados, frentes fruncidas, pucheros rebeldes y corazones ardientes. Ecuador necesita mantener relaciones sólidas con sus compradores y no peleas constantes por caprichos insostenibles. Hace falta ponerse a buscar con quiénes hacer más negocios y fomentar la exportación pensando siempre en la reciprocidad, en lugar de restringir importaciones.

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¿Por qué el gobierno analiza una posible salida de la Comunidad Andina de Naciones?