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¿Quiénes son los responsables de que Chordeleg sea la tierra de las candongas?

 

Los Jara son conocidos en Chordeleg como los pioneros de la orfebrería. Hace casi un siglo, Octavio, el hermano mayor de la familia, decidió, cuando tenía doce años, que no quería ser músico como su padre, sino artesano. Le siguió su hermano Gilberto.  Juntos abrieron los primeros talleres de joyería en este cantón azuayo. Pronto, el oficio se multiplicó: sus oficiales -como se llama a los aprendices de orfebre- crearon sus pequeñas fábricas. Si Octavio y Gilberto, ya fallecidos, no hubieran sido generosos con sus conocimientos, Chordeleg quizá no fuera la tierra de los orfebres, no tuviera sus más de setenta almacenes de joyas,  ni sus postes adornados con pendientes gigantescos.

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La casa de Don Gilberto aún abre sus puertas a los turistas que quieren conocer el oficio. Su hijo Saúl, que conserva el taller, los hace pasar. Explica -como lo hacía su padre- en qué consiste la filigrana. Es una antigua técnica que entrelaza finísimos hilos de plata, para formar una especie de tela plateada. Saúl, también orfebre, artista plástico y cantante, sigue con el legado. Para visitarlo, es necesario llamar con dos días de anticipación. Chordeleg está a cuarenta y cinco minutos de Cuenca. Ya en el pueblo basta preguntar a cualquier habitante dónde queda la casa, casi todos la conocen.

Gilberto, que era un hombre paciente y sociable, vivió en esa casa de paredes carmesíes, durante sesenta años, desde que se casó con doña Servelia. Su “brazo derecho”, lo escuché decir una vez que visité el taller. Su esposa, que escuchaba silenciosa de pie en el umbral de la puerta, era una de las pocas mujeres que practicaba el oficio hasta que la osteoporosis le afectó sus manos y le impidió manipular los hilos de plata. Ninguna de sus tres hijas aprendió. En cambio sus cuatro hijos -Flavio, Joel, Manolo y Saúl- tienen un taller en sus casas. Todos aprendieron a hacer la filigrana, la materia prima para elaborar las joyas, sobre todo las tradicionales candongas, esos pendientes grandes y redondos, que, como el oficio, se popularizaron en Chordeleg gracias a los Jara.

Candongas En

Las candongas llegaron al pueblo en los cincuentas, cuando el joyero Guillermo Vásquez, amigo de Octavio, le pidió que replicara un par que había conseguido en alguno de sus viajes al extranjero, no recuerda de qué país. Como el orfebre era generoso, enseñó a sus pupilos el diseño y las empezaron a fabricar en serie. Si uno quiere conseguir un par de estas candongas a menor precio tiene que viajar hasta Chordeleg: cuestan desde veinte hasta ochenta dólares, dependiendo del tamaño y las venden en cualquier joyería del pueblo.

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Desde el 2004, cuando se organizó Miss Universo en Ecuador, a este pueblo también se lo conoce como la tierra de las candongas. Los orfebres de Chordeleg obsequiaron un par a cada una de las noventa y tantas candidatas. En el Municipio de este cantón se exhibe una réplica gigante de plata. Para fabricarla en diez semanas, las joyerías y la municipalidad aportaron con los catorce kilos de plata que pesa.  Y la mano de obra de este gran adorno, confeccionado por los artesanos Wilson y Jorge Lituma, hijos de Eloy Lituma -alumno de Don Gilberto Jara-, la pagaron mil chordelenses que viven en Nueva York, según la prensa. En esa ciudad hay una asociación de migrantes oriundos de Chordeleg.

Don Gilberto, recordado por casi todo el pueblo, tenía setenta años de experiencia cuando lo visité, hace uno. Ya no se dedicaba al oficio por lucro, sino por amor. Me mostró lo que él consideraba su obra maestra: una rana de plata que le tomó un mes de trabajo. Su hijo Saúl cuenta que su padre cuidaba cada detalle, quería imitar la perfección de la naturaleza a través de la filigrana.

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Saúl heredó de su padre ese gusto por el arte y también crea esculturas. Admite que el oficio del orfebre, existen 150 en el pueblo, ya no es rentable, los intermediarios o almacenes pagan setenta y cinco centavos por gramo. Un anillo, que se vende mínimo a ocho dólares, tiene un poco más de tres gramos. Sin embargo, Saúl no dejará la orfebrería, conserva las delicadas técnicas que de su padre Gilberto y su tío Octavio.

Cuando vaya a Chordeleg, relate a sus acompañantes la historia de los hermanos Jara. Camine por la calle Juan Bautista Cobos, que tiene a cada lado esas gigantescas y elegantes candongas. Al llegar al parque central pregunte por esta familia, que ahora se ha convertido en leyenda.

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Más info:

Si quiere conocer el taller de la familia Jara escriba a Saúl a sauljara27@hotmail.com. También puede contactar con Flavio Jara, en la Joyería Puertas del Sol, al 072223039.