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¿Por qué es urgente que tengamos vehículos conducidos por robots?

“La muerte de uno es una tragedia, pero la muerte de un millón es sólo una estadística.”

– Iósif Stalin

Los accidentes de buses en las carreteras ecuatorianas se han vuelto casi cotidianos. El último se produjo a inicios de noviembre de 2014, en la carretera entre Manta y Quito. Dejó quince muertos. Y, aunque esta es una de las diez principales causas de muerte en el país, no existen medidas drásticas –por parte de la ciudadanía ni del Estado– para mejorar la situación. A pesar de que todos vivimos ese peligro, no nos preocupamos hasta que no nos afecta directamente. Cuando investigamos estos accidentes, inmediatamente encontramos la responsabilidad en el chofer. Por eso, reemplazar a los conductores por computadoras sería ideal para el país.

Si tomamos en cuenta los factores y condiciones de las vías, el elemento más peligroso sigue siendo el chofer, siendo responsable en el 90% de los accidentes viales. Se duerme, se distrae, se frustra, se estresa. A veces toma y maneja. Algunos son vengativos. Otros descuidados y mandan SMS mientras están al volante. Muchos hombres creen que son más machos si aumentan la velocidad, se consideran buenos en su oficio si llegan más rápido a su destino y no toman en cuenta el peligro que corren los demás. No sería tan grave si el riesgo lo corrieran solo ellos, pero sus pasajeros, nosotros y nuestras familias también estamos expuestos.

Quitar el componente humano de la ecuación vial sería, entonces, un gran avance para la humanidad. Así como lo fue la cura del polio. Creo que nuestros nietos se preguntarán cómo es posible que algo que antes cobraba tantas vidas inocentes, haya existido por tanto tiempo. Cuando trabajé en Google conocí de cerca este invento de revolución automovilística y entendí por qué el carro que se automaneja representa una oportunidad inmensa. Este invento tienen en la parte superior una cámara que gira 360 grados a la velocidad de un molino con mucho viento. Su gran ventaja es que puede consumir y procesar mucho más información que el ser humano. La computadora del carro analiza todos los elementos del ambiente y puede anticipar peligros de una forma que los humanos no podemos. Este dispositivo también puede hablar con los otros carros. ¿Cuántas veces casi nos chocamos porque el conductor de adelante frena inesperadamente? En un mundo de carros vinculados a la red, y que hablan entre sí, se eliminaría el riesgo de choques.

Otro problema que se eliminaría con estos carros es la congestión. Una vez que estén conectados a los semáforos, ya no existirán los autos que obstaculizan los cruces. Y ya que el sistema interconectado sabe hacia dónde va cada chofer automático, se distribuiría mejor el tráfico asegurando que cada uno vaya por la mejor ruta posible.

Por ejemplo, tal vez la ruta más rápida para llegar a Cumbayá desde Quito sea la vía Interoceánica. Esto, solamente si no tomamos en cuenta el volumen de choferes que buscan llegar al mismo destino al mismo tiempo. Si todos nuestros autos estuvieran vinculados, el sistema sabría cómo mandar algunos por Guápulo, otros por Nayón, y otros por la Interoceánica para que todos lleguen lo más rápido posible. En otras palabras, sería como si todo el mundo usara Waze, la aplicación móvil que guía a los choferes de un destino a otro. Waze informa a los usuarios en base al comportamiento de otros usuarios. Así puede anunciar que hay un choque adelante, a pesar de que el tráfico alrededor del conductor siga con normalidad. Cuando trabajaba en México DF, ciudad donde la congestión supera a la de Quito y Guayaquil, decíamos que Waze era como Dios para un devoto: no siempre entiendes el camino por donde te manda, ni sus motivos, y a veces te lleva por lugares peligrosos sin explicar por qué. Al tenerle fe, sin embargo, siempre te conduce a tu destino, como te prometió, porque sabe mucho más que nosotros.

Los otros beneficios de los carros conducidos por robots también son significativos. Un auto promedio está activo durante un 4% del tiempo de su vida útil. Durante ese otro 96% del tiempo está estacionado o ocupando un espacio. Un avión comercial, por ejemplo, pasa la mayoría de su tiempo en el aire, hasta un 70%. Con esta comparación se entiende el nivel de ineficiencia de los carros.

El costo de construir edificios con varios subsuelos para estacionamientos aumenta considerablemente el costo del edificio; cada espacio de parqueo puede costar entre cuatro mil y veinte mil dólares.

Si en lugar de comprar un carro, usáramos un modelo que se automaneja solo cuando realmente lo necesitásemos (como un taxi), podríamos prescindir de los costos de construir casas y edificios con muchos parqueaderos, el resultado es casi obvio: el costo de vida de la persona disminuiría de sustancialmente.

En lugar de mandar grandes cantidades de dinero fuera del país (pues no fabricamos autos en Ecuador), podríamos invertir ese dinero ahorrado para actividades más productivas o para producción local. Esto sería beneficioso para un país como el nuestro donde la importación de autos representa una buena parte de nuestro déficit comercial.

Los argumentos en contra de la automatización del manejo de autos, generalmente, son dos. Existe todavía un grupo que simplemente no cree que la tecnología de hoy no va a producir la funcionalidad que necesitamos para eliminar las muertes en carreteras como consecuencia del mal manejo. Estas personas creen que el software sería más defectuoso y no se dan cuenta cuán defectuoso es el software humano. El problema de este argumento es que no considera, a pesar de la evidencia, la rapidez con que estamos avanzando en desarrollar inteligencia artificial. Muchas ideas cotidianas, que antes se consideraban locas, se han cumplido, como la idea de que algún día todo el mundo tendría un aparato el bolsillo que permite acceder a cientos de miles de contenidos y conocimiento de manera instantánea. Los carros conducidos por computadoras ya están recorriendo las vías de California sin causar accidentes. El problema en introducir estos carros no pasa por la tecnología sino por la legislación de cada país, que, en su mayoría,  los prohíben.

El segundo argumento en contra de los carros que se conducen solos es más filosófico y se basa en la idea de que somos más vulnerables al dejar de tener control del auto, y el costo de esa vulnerabilidad supera los beneficios. Pero si analizamos cómo nos relacionamos con la tecnología, somos más vulnerables al usar bancos que dependen de computadoras o al dejar que un tercero cace el animal que vamos a comer. El carro que se automaneja requiere que entreguemos nuestro protagonismo, es decir nuestro control individual, a cambio de más seguridad colectiva. El individuo, a cambio, se ve más protegido. Como dicta la ley de Newton, citada en la película Interstellar, no puedes llegar a un nuevo destino sin dejar algo atrás, y para nosotros, ese algo es el control directo a cambio de seguridad.

La llegada de carros sin conductores humanos al mercado no necesariamente responderá a los fabricantes que ya están invirtiendo en su propio modelo, sino se resume en una anécdota que cuenta Sebastian Thrun, uno de los fundadores del programa de Google. Cuenta que al principio, su esposa se ponía nerviosa cuando salían en el carro que se automaneja. Una vez que logró ganar confianza, ella pedía que él dejara que el carro se guíe solo.  Según contó la señora Thrun, le daba más seguridad, y él podía concentrarse en conversar con ella durante el viaje. Será la demanda la que los volverá populares.

El carro que se automaneja sería una de las soluciones para reducir los accidentes de tránsito en el país. El mayor obstáculo para hacerlo es que mucho del peligro se genera por la cultura vial. Como la cultura es controlada por cada persona detrás del volante, es difícil que el gobierno imponga medidas efectivas. Por más que sancione, el único control de la cultura vial vendrá cuando, uno por uno, nos subamos al carro y decidamos priorizar la seguridad sobre la rapidez. Mientras tanto, los carros que se automanejan no llegarán al país, y la ecuación vial mantendrá ese factor que sigue quitando vidas: nosotros.