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Carta a Fernando Alvarado, Secretario Nacional de Comunicación

 

Estimado Fernando,

El propósito de esta carta es contribuir al debate sobre el estado de los medios de comunicación en el Ecuador, debido a  últimos sucesos que se han dado en el país. Eventos como la controversia sobre la cadena “La ciudadanía le habla a los medios”, el debate que provocó su entrevista con CNN, y la revelación de que la agencia Ximah Digital maneja cuentas en redes sociales cuyo propósito es perjudicar y difamar prominentes opositores del Gobierno, me hacen pensar que esta es una gran oportunidad para debatir cordialmente sobre el ambiente mediático que se está creando en el país.

Principalmente, quisiera preguntarle ¿qué clima mediático se va a dejar como herencia a los próximos gobiernos? Si mañana el pueblo ecuatoriano decide, a través de las urnas, elegir como presidente a alguien como Lucio Gutiérrez, Abdalá Bucarám, o Álvaro Noboa, tomando en cuenta el estado del clima mediático, ¿vamos a ser un pueblo más resistente a la manipulación o vamos a ser más vulnerables?

Querer crear un ambiente de comunicación sana y –al mismo tiemporesistente conduce inevitablemente a un conflicto: por un lado, buscamos proteger “el derecho (de los ciudadanos) a opinar y expresar su pensamiento libremente y en todas sus formas y manifestaciones”, tal como usted afirmó en su entrevista con CNN, y como dicta el artículo 66.6 de la Constitución del Ecuador. Por otro lado, queremos evitar que grupos económicos, gobiernos u otros actores políticos aprovechen de ese derecho para  manipular la opinión pública y beneficiar a una agenda política en particular.

¿Cuál es el problema? Por su naturaleza, el sector de los medios privados tiende a ser un mal defensor de la diversidad de opinión. Los escándalos de espionaje de los medios de Rupert Murdoch en Gran Bretaña, por ejemplo, demuestran que el compromiso con la verdad y la obligación de informar de los imperios mediáticos transnacionales en el mundo angloparlante son prescindibles frente a las prioridades políticas de sus dueños.

Asimismo, hay una correlación directa entre el nivel de control que ejerce un gobierno sobre los medios y la libertad de expresión de la población. En el mundo no existe un país donde el Estado controla en su totalidad el aparato mediático y la gente goza de altos niveles de libertad. Tiene que haber un equilibrio entre la libertad de expresión y la rendición de cuentas de los medios. La pregunta es, ¿cómo lo vamos a lograr? ¿cómo podemos asegurar la libertad de expresión, defender el derecho del sector privado de informar como negocio,  y evitar las concentraciones mediáticas de los grupos de poder?

Hasta ahora el Gobierno ha usado varios métodos para tratar de mejorar el clima mediático. Su estrategia ha recibido muchas críticas, no solamente de dueños de medios privados que han visto su poder disminuido por las medidas tomadas, sino también por voces del exterior que están preocupadas por la libertad de expresión en el país. Pero es importante tomar en cuenta estas críticas, porque vienen de varios frentes, no se trata solo de grupos como El Comercio de Perú, que tiene un interés innato en obstaculizar cualquier intento en la región de romper monopolios mediáticos; la crítica también llega de muchos actores objetivos de la sociedad civil internacional, como Human Rights Watch. Vale la pena tomar en serio, aunque sea como parte de este ejercicio, sus argumentos.

Examinemos en detalle los distintas medidas tomadas por el Gobierno hasta ahora para mejorar el clima mediático:  

El Gobierno ha creado distintas legislaciones con el fin regular la comunicación, pero contienen ambigüedades que un futuro presidente podría usar en contra de sus detractores. Por ejemplo, el COIP (Código Orgánico Integral Penal), en su artículo 307, castiga a quienes “difundan o divulguen noticias falsas que causen daño a la economía nacional”, pero ¿quién está capacitado para determinar qué son “noticias falsas”?. Si es que, según mi opinión, el sector inmobiliario se verá afectado por una nueva ley y expreso esa opinión en un medio, ¿eso podría constar como noticia falsa si el gobierno no comparte esa opinión? Si critico la política económica de ese futuro presidente, ¿se podría determinar que estoy causando pánico financiero y usar ese pretexto para privarme de libertad y silenciarme?

De la misma forma, ¿cómo podremos tener una conversación honesta sobre gestiones como las de los ex presidentes Mahuad, Bucarám, y Gutiérrez – cuyos  mandatos terminaron prematuramente- sin correr el riesgo de causar linchamiento mediático?, lo cual es prohibido según la Ley Orgánica de Comunicación. Si critico la gestión del Presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol en un medio público, ¿eso consta como linchamiento mediático? El resultado de esta ambigüedad es silenciar el pensamiento crítico por miedo a caer en contravención de una ley mal articulada.

De la misma forma, se ha usado la sanción para llamar la atención a los medios, pero castigar para conseguir calidad en los contenidos es difícil, porque la calidad es producto de otros elementos más profundos como la preparación profesional del periodista y la cultura periodística que gobierna un medio. De la misma manera que castigar a mi hija no le va a convertir en bailarina, algunos fines no se cumplen a través de castigos.

Si somos honestos, hay un conflicto de interés innato en un gobierno que regula a los medios de comunicación. Estos tienen la obligación de investigar y exigir la rendición de cuentas de los gobiernos. No podemos contar con la buena voluntad de los gobernantes del futuro ni asegurar que no van a abusar de su poder de castigo para evitar la crítica que no les conviene.

El Gobierno actual ha usado otras medidas para buscar un equilibrio en los medios de comunicación. Por ejemplo, a través de los contra-ataques, se han producido spots como “La ciudadanía habla a los medios” para abrir un espacio de crítica hacia los medios. El problema con ese spot -olvidándonos del caso de Alfonso Espinosa de los Monteros por lo cual usted, personalmente ya pidió disculpas- es que no refleja la diversidad de opinión pública de la población ecuatoriana, sino la opinión que es políticamente favorable para su auspiciante, es decir para el Gobierno. Para entender qué tan diversa es la opinión pública del país solo hay que tomar tres taxis distintos y escuchar los comentarios de los señores choferes, o en mi caso pertenecer a una familia ecuatoriana y discutir algún tema político durante la cena. Para realmente generar debate con opiniones que no se escuchan en los medios tradicionales del país, hay que reflejar esa diversidad de perspectiva, mostrar diferentes matices.

El Gobierno también ha usado, hasta cierto punto, el cinismo como arma contra los medios  al usar términos como “prensa corrupta”. No dudo que existe corrupción dentro de los medios, y creo que es saludable que la población sea escéptica de la información que recibe. Pero -por otro lado- esto puede ser una estrategia contraproducente a largo plazo. La prensa podría emplear el mismo escepticismo y cinismo contra los políticos, debido a que dentro del gobierno también podría existir corrupción. Lanzar bombas de cinismo entre los periodistas y el Gobierno puede producir victorias en ciertas batallas, pero todos perdemos la guerra. Sin un diálogo sano y elevado entre los medios de comunicación y el Gobierno, no hay una cultura democrática, que es la base que sostiene a los estados democráticos.

¿Cómo podríamos mejorar?

Luego de ofrecer mis críticas a las estrategias del Gobierno para encontrar equilibrio entre la libertad de expresión, el manejo de la información de los medios privados y el control del Estado, déjeme ahora presentar algunas propuestas para su consideración.

Veo difícil que un gobierno pueda regular con éxito los medios de comunicación porque la información es demasiado líquida, fugaz e intangible para ser controlada, sobre todo en esta época de medios sociales en la que cada persona es un medio de comunicación. Por eso, mi sugerencia es comenzar desde el principio: el camino hacia un clima mediático más resistente a manipulación no es limitar la oferta de información o crear leyes ambiguas, sino impulsar una bonanza de información. Déjeme explicarle mejor.

Mientras en los medios tradicionales un grupo de figuras limitadas mantienen un monopolio sobre la producción en información, en los medios sociales la comunicación ya es de todos. En los medios tradicionales, como el periódico, la radio y la televisión, los costos de la producción de información son altos y se necesita una inversión fuerte de capital para comprar la imprenta, el espectro radial, las cámaras de video, el aparato televisivo, etc. La naturaleza de los medios tradicionales limita la producción de información a las personas con los recursos necesarios, el poder mediático está en los que tienen capital y no existe una verdadera competencia.

En las redes sociales, en cambio, cada persona es un medio de comunicación. No hay diferencia en el costo de producir o consumir información, y cada persona puede decidir, democráticamente, a quién brindar su atención y qué información compartir. Puede ser que los ecuatorianos prefieran otorgar poder mediático a Justin Bieber, Antonio Valencia, y Abdalá Bucarám, y puede ser que a algunos eruditos no les parezca correcto, pero no hay duda de que es más justo y representativo que regalar nuestra atención al mejor postor.

En las redes sociales, los medios tradicionales como El Comercio o El Universo tienen que competir contra personajes públicos que publican información diaria en las redes sociales y contra medios alternativos de Internet para ganar nuestra atención. Como consecuencia, su poder es necesariamente disminuido. En el mundo hay varios ejemplos de blogs que han desafiado los esquemas de los medios tradicionales y que generan debate, como Mic.com, AnimalPolitico.com, LaSillaVacia.com, GkillCity.com, entre otros.

Aquí van mis propuestas:

Primero, en lugar de limitar la capacidad operativa de los medios tradicionales, trabajemos para aumentar la oferta de información facilitando la creación y consumo de nuevos medios, lo cual no traería crítica del exterior sobre la libertad de expresión, sería más representativo de la diversidad de la opinión pública, y nos protegería de futuros gobiernos que encontrarían más difícil usar el aparato estatal para controlar la opinión pública.

Segundo, de la misma forma que el gobierno ha invertido cientos de millones de dólares en becas para entrenar la próxima generación de ingenieros del país, deberíamos invertir también en la próxima generación de periodistas, para que estudien en el exterior y regresan con nuevas destrezas, nuevas expectativas, y nuevas ideas que pueden desembocar en emprendimientos que transformen el panorama mediático del país. Dado su importancia en nuestra sociedad, el periodismo debe ser considerado una industria estratégica cuyo bienestar producirá mejoras a largo plazo.

Tercero, , siendo que el Internet es la vía más rápida hacia un mundo más democrático, ¿por qué no facilitamos el trabajo de las empresas privadas y públicas que conectan al país a través del Internet? Bajemos los costos de los proveedores de Internet en la instalación de nueva infraestructura de fibra óptica. Liberemos bandas de espectro electromagnético, usado por las empresas de telecomunicaciones para mejorar su alcance, para permitir más alcance móvil e invitemos a que exista más competencia en el sector de telecomunicaciones. Ofrezcamos incentivos a este tipo de empresas para que inviertan sus utilidades en infraestructura. En lugar de dificultar la compra de celulares inteligentes, quitemos tarifas y hagamos fácil su compra para que la gente que más necesite pueda acceder al mundo de la información que gozamos usted y yo.

Cuarto, podemos seguir el ejemplo de Canadá con la CBC o Gran Bretaña con la BBC y crear medios que son verdaderamente independientes en su línea editorial y libres de las presiones de ser rentables, para que puedan enfocarse en informar a la ciudadanía sin restricciones. A pesar de no ser perfectas, las dos emisoras mencionadas gozan de mucha credibilidad por la falta de injerencia de políticos y la falta de agenda política por parte de sus dueños.

Quinto, si el Gobierno va a subvencionar medios tal como lo hace actualmente con El Telégrafo, ¿por qué no subsidiar la parte más costosa de producción, la imprenta, de varios medios en línea, para que nuevos medios puedan competir con los ya establecidos para ganar la atención del público?

En fin, al crear más información y diversidad de opinión, creamos un clima mediático más competitivo, más sano, y más representativo. En lugar de solamente poder escoger entre la opinión élite y la opinión oficialista, la mejor manera de protegernos contra abusos de futuros gobiernos es crear un ecosistema de medios tan vibrantes que ningún individuo, empresa, o gobierno lo pueda controlar.

La transición de un mundo dominado por medios analógicos (como la imprenta, la radio y la televisión) a un mundo dominado por medios digitales ya se está dando, y como resultado el periodismo necesariamente tiene que transformarse. ¿Por qué no crear las condiciones para que esa transición comience aquí en el país? ¿Por qué no trabajar para acelerarla?

Debo aclarar que, al hacer esta propuesta, no quiero decir que un mundo de diversidad de opinión no carece de defectos. Hay riesgos, igual que el mundo actual, que la gente crea burbujas informáticas que les protege de ideas ajenas. Las redes sociales también están abiertas a manipulación, aunque sostener esa manipulación es más difícil, dado que hay más gente participando en el proceso de rendición de cuentas. En adición, cuentas que existen con el único propósito de perjudicar y deteriorar la calidad del debate, como @ElPatriotaEC, por ejemplo, pueden obstaculizar la construcción de debates productivos. Es obvio que hay nuevos problemas y riesgos que afrontar.

No obstante, como tecnólogo y entusiasta de las redes sociales, mi pasión viene de la idea de que información es poder, y mientras más distribuimos información, más distribuimos poder. Una sociedad donde la información y el poder es mejor distribuida va a ser una sociedad más informada, menos susceptible al abuso y más igualitaria.

Todavía no se ha inventado el modelo que asegura que se difunden verdades y solamente verdades, ni en los países más libres ni en las dictaduras más feroces de la historia. Siendo así, busquemos derrocar monopolios de información no por limitar la oferta de información, sino para impulsar la creación de una abundancia de información. De esta manera los poderes tradicionales se verán desafiados, los ecuatorianos tendrán más opción de escoger sus fuentes de información, y los malos gobiernos del futuro encontrarán difícil manipular a la gente, lo cual sería una leyenda innegablemente positiva para la revolución ciudadana. 

Saludos Cordiales,

Matthew Carpenter-Arévalo