galapagos_2012._fotografia_de_alexandra_vaca.jpg

Entrevista a Daniel Orellana, biólogo e investigador de sistemas ambientales y humanos.

El 31 de agosto, Sandra Naranjo, ministra de Turismo, tuiteó una imagen de tres lobos marinos con el mensaje “Se levantó la moratoria para la construcción de nueva infraestructura de alojamientos turísticos en las Islas Galápagos”. El biólogo Daniel Orellana –en Twitter @temporalista– fue uno de los ciudadanos que se quejó públicamente de esta decisión y pidió una explicación detallada de esta medida. A los pocos días, el Ministerio de Turismo le respondió que la moratoria sólo se levantaba para los veinte proyectos que se habían presentado antes de julio del 2013 y que no se aceptarían otros. 

Según el Ministerio de Turismo, en esta provincia están registrados ciento diez establecimientos de alojamiento –hoteles, hostales, hosterías, pensiones, cabañas, campamentos– con un total de 3.146 plazas. Esta infraestructura hotelera, sin embargo, tiene una ocupación del 50%. En el archipiélago no hay una restricción al ingreso de turistas. Por el contrario, esta cifra aumenta en un ocho por ciento anualmente. En el 2013 entraron doscientos mil turistas a Galápagos. Por el número de visitas y mala distribución hotelera, Orellana –que trabajó durante dos años en Galápagos en temas de turismo y conservación– cree que se debe detener el crecimiento turístico hasta implementar un modelo sostenido. La idea, explica, es que se tomen en cuenta tres aspectos: beneficios justos para la comunidad local, la preservación del entorno y la corresponsabilidad del turista que exija un nivel de satisfacción alto.

Si no se aplican estas medidas a tiempo –explica Orellana– Galápagos puede terminar como Cancún o Yucatán, lugares que, por falta de previsión y mal manejo, han perdido gran parte de su atractivo turístico natural. En esas ciudades hay tantos resorts, que algunos ni siquiera tienen vista al mar.

¿Cuál es el mayor problema del turismo en Galápagos?

Que el destino se ha adaptado al turista y no el turista al destino. Acá se ha dicho algo como ‘Venga el que quiera y veré cómo me arreglo’. Esto ha creado hoteles y servicios más baratos pero de mala calidad. Por citar tres estereotipos, a las islas llegan: el turista americano jubilado y obeso sin ningún interés ecológico que apenas se baja del barco, solo le interesa tomar la foto y tachar de su bucket list el destino; el turista alemán súper activo que quiere conocer todo, ver todo, que tiene muchísimas preocupaciones ambientales y si es posible se asegura de que lo que paga se reparta entre sus habitantes; y el mochilero que no va a pagar más de cinco dólares para que lo dejen poner la carpa en el jardín del hotel y no le importa las consecuencias que esto puede tener. En Galápagos tienes necesidades desde la demanda turística. Las islas se han ido adaptando a sus visitantes, debería ser lo contrario. A esto hay que sumarle la entrada de LAN en el 2009 que empezó a ofrecer pasajes baratísimos y eso aumentó el número de todo tipo de turistas como los que mencioné.

¿Cuál ha sido el mayor impacto de esta estrategia?

La consecuencia han sido los turistas relámpago, esos que se quedan a lo mucho tres noches. La cantidad de dinero que circula en Galápagos por turista es menor. Las agencias de viaje crean estos paquetes económicos porque no les interesa ofrecer la mejor calidad sino lo más barato porque saben que Galápagos es un destino para visitar una sola vez, que el turista no volverá y por ende no requiere su fidelidad. Además esta forma de turismo ha hecho que aumenten las visitas y con ellas, el número de lugares de comida o servicios de transporte que no están regularizados por el Ministerio de Turismo.

¿Cómo puede suceder eso?

Por ejemplo existen lanchas que ofrecen el servicio de traslado de isla en isla y están registradas como transporte público y así no pagan IVA y no son reguladas por el Ministerio. Lo mismo con los comedores, estos sitios informales de almuerzos que, a diferencia de los restaurantes controlados por el ministerio, no tienen ningún tipo de control. Estos negocios se aprovechan de las zonas grises que deja la ley y no son fáciles de regular, no puedes decirle al turista que no vaya a cenar a un comedor ni pedirle al comedor que mejore su atención porque no está bajo los parámetros de sitio turístico.

¿Pero qué posible problema habría con estas lanchas que son medios de transporte?

Las lanchas van a velocidades altísimas –tres motores de trescientos caballos de fuerza– y crean impactos como choques contra tortugas y lobos marinos. La embarcación va como saltando y esa onda tiene una fuerza tan brutal que literalmente destroza microorganismos marinos que son alimento para muchos peces en toda la cadena alimenticia. Este efecto no es tan visible, pero es seguro que hay un impacto sobre la vida marina.

¿Y cómo se podría solucionar?

Con regulaciones de otras instituciones. Por ejemplo en el caso de los lugares de comida, lo lógico sería que si el municipio va a dar permiso a un establecimiento como restaurante, este cumpla ciertos lineamientos o estándares mínimos como que los productos que se utilicen sean de las islas, que la gente que atienda sea local, que su negocio tenga vínculos con otro tipo de negocios como la señora que cultiva el maíz para cocinar tal plato… Esos encadenamientos microeconómicos para intentar que el dinero del turismo se quede dentro de Galápagos.

¿Qué se puede hacer para corregir ese problema, que los turistas se adapten al destino y no a la inversa?

Implicaría cambiar un poco la lógica de mercado, en lugar de decir que tu oferta va a responder a la demanda turística, hay que intentar acomodar la demanda que te interesa. En lugar de hacer una oferta abierta universal, escoges otra más específica. Piensas qué tipo de turismo te interesa, que en este caso sería uno con ciertos conocimientos o intereses ambientales y de conservación, que sea respetuoso con la comunidad local. Un turista que valore comer un plato que está hecho con ingredientes que se producen en las islas.

¿Cómo se logra ser selectivo con los turistas?

Con filtros. Construyes el destino así como cuando tienes un restaurante. Identificas a qué tipo de gente vas a atraer y desarrollas una estrategia de tu lugar. Haces una campaña de marketing que va a estar enfocada solo al turista que te interesa y resaltas esos atributos que te diferencian del resto de la oferta. Lo que ha pasado con Galápagos es que ha tratado de introducirse en el turismo internacional como un punto más y eso es un error. La gente que viene hace como un check list, como una parada más para decir 'yo estuve en aquí'. Así se pierden esos atributivos distintivos. El problema es que cuando abres un mercado más generalista, te obligas a adaptar tu oferta en lugar de tú decidir.

Además de los relámpago, ¿qué otro tipo de turistas llegan a las islas y por qué crees que las perjudican?

En los años sesenta el turismo se basaba en recorridos navegables. La idea era que estando en el barco causas menos presión en los recursos naturales de las islas. Desde el punto de vista ambiental es bastante interesante, pero este modelo tiene un montón de críticas por el lado social porque son muy pocos quienes pueden armar una empresa turística tan costosa. El grueso de este tipo de turismo se concentra en cuatro o seis barcos de cien pasajeros que tienen poca repercusión en la economía local. El otro sistema es el del island hopping que combina la navegación en el barco con la estadía en cada isla. Esta modalidad trata de balancear la lógica de mar y tierra pero el problema es que, al igual que los barcos, los hoteles están a nombre de gente que vive en Galápagos pero en realidad es inversión extranjera y, una vez más, la población local no se beneficia.

¿Desde el Gobierno se ha intentado modificar las estrategias de turismo?

En 2009, Galápagos fue declarado patrimonio en riesgo por la Unesco. Logró salir de la lista gracias a una serie de promesas de acción –no acciones concretas– del Gobierno. Hubo un lobby fuerte para decir ‘vamos a hacer esto para evitar los riesgos que se han detectado’ refiriéndose al crecimiento descontrolado del turismo y de la población. Eso se ha cumplido en parte por ejemplo en temas de controles migratorios. Las prohibiciones siguen siendo las mismas pero ahora hay mayor control. En el tema turístico se planteó desarrollar un modelo de ecoturismo.

¿Y en qué consiste el modelo?

El ecoturismo planteado va más allá del concepto tradicional de turismo de naturaleza: se trata de un modelo con un enfoque específico desde Galápagos que busca que el destino se diferencie de otros lugares en el mundo, que sea realmente único. Los planteamientos específicos se elaboraron entre representantes de los diferentes sectores de Galápagos –municipios, ministerios, hoteles, cámaras de turismo e industrias– quienes firmaron un acuerdo que tenía como punto de partida una hoja de ruta que mencionaba, entre otras cosas, estándares mínimos de establecimientos y servicios.

Un ejemplo…

Si tomamos en cuenta la infraestructura, el tipo de arquitectura que se está desarrollando es estándar, con habitaciones cuadradas, selladas y con aire acondicionado. Hay modelos arquitectónicos más adecuados en los que se usa material local y se puede lograr una climatización natural, porque sabemos que el aire acondicionado es uno de los aparatos que consume más energía eléctrica, además es ilógico que te encierres en un cuarto completamente sellado estando en Galápagos.

¿Cómo funciona esta idea de ecoturismo?

La idea es brindar una oferta contextualizada que sirva como un proceso de educación al turista para mostrar qué es lo que pasa en el ecosistema, como un proceso vivencial. Lo ideal sería que cuando sales de Galápagos, no solo hayas visto cosas lindas sino que entiendas ciertas ideas sobre conservación y problemas ambientales.

¿Cómo se lograría?

Por ejemplo, a través de la comida, no solo la experiencia de alimentarse sino también aprender de eso. Puedes tener platos de altísima calidad con un gran porcentaje de productos locales. Tenemos la ventaja de que hay pocas plagas y por ende se necesitan menos químicos y fertilizantes para los cultivos. También está el pescado fresco oceánico. La idea es aprovechar esta oferta gastronómica y que el turista entienda que es único, que acá no podrá pedir un pato a la naranja porque es un animal que impactaría al ecosistema. Así, con pequeños ejemplos prácticos, se iría instruyendo al turista.

Los destinos turísticos tienen un ciclo de vida: primero reciben pocos turistas, los más aventureros; luego se desarrolla más, se consolida y llega la explosión; hasta que finalmente se satura y a partir de ahí hay algunos posibles escenarios futuros. ¿En qué etapa está Galápagos?

Es la gran pregunta. Sin duda entre finales de los noventa e inicios del 2000 estaba en etapa de crecimiento explosivo con índices de crecimiento de entre seis y ocho por ciento anual. El problema es que está a punto de saturarse, Galápagos no podría crecer más y lo que no sabemos –pero deberíamos– es cuáles son los escenarios futuros.