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Cuando la sumatoria de los

componentes da menos que

la totalidad

original.

 

El País del Al Revés, Cruzando el Puente

Se cruza el puente y pareciera que el sentido común se invierte. Solo así se puede comprender que en nuestra Suburbia Extrema exista una relación inversamente proporcional entre la calidad de vida y el estatus social. Eso explicaría que el lugar más exclusivo de Guayaquil sea el sector con los peores atolladeros de tránsito, que los clientes de los bares y restaurantes más elegantes tengan que convivir con los olores de los pozos sépticos (tal como ocurre bajo la sombra de las palmeras, en un reconocido bar del sector), que aquellos dedicados al trote o al ciclismo sean los más expuestos a las enfermedades causadas por los gases contaminantes de los carros. Sólo en la vía a Samborondón los niños deben ceder sus espacios recreativos a la construcción de plantas de tratamiento para aguas servidas;  tal como ocurrió en la ciudadela Entre Ríos. Todo esto genera un escenario urbano de difícil comprensión para todo aquel ajeno a nuestra cultura. Es una versión contemporánea y tropical del enfermizo país de las maravillas que Lewis Carrol concibiera para enamorar a su querida Alicia.

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fig.1: Cuadro Comparativo entre diferentes fotos de Samborondón y Mocolí

 

Hubo un tiempo  –no muy lejano– en que Samborondón no padecía estas desgracias. En sus inicios,  el proyecto global de la clase alta parecía ir viento en popa.  Sin embargo,  en algún momento y de manera desapercibida, ese punto de equilibrio entre la cantidad de habitantes y la cobertura de redes y servicios se perdió. Viene bien ahora una mirada retrospectiva, y tratar de descubrir si hubo un factor determinado que súbitamente disparó todo al caos, o si la forma de concebir el desarrollo urbano del sector estaba condenado al colapso desde el principio, si es que acaso algún día existió.

 

Concepto y Orígenes de Suburbia Extrema

Evitaremos entrar en los detalles de nombres y fechas exactas, a fin de limitarnos al análisis del sitio.  Suburbia Extrema nació de un todo que era una gran hacienda.  Esto no tiene nada de raro.  Muchas otras partes del Guayaquil contemporáneo surgieron de haciendas contiguas a la urbe. Llega un momento en que las áreas rurales contiguas a las ciudades pierden su rentabilidad agropecuaria y comienzan a revalorarse por su potencial inmobiliario.  En las fotos aéreas tomadas a comienzos de los años ochenta se ven aún las marcas de las parcelas. Llama mucho la atención la coincidencia existente entre las parcelas de antes y las urbanizaciones de hoy.

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fig.2: Comparativo entre fotografía aérea y foto sacada de Google Earth

 

Esta coincidencia demuestra la forma en la que el sector fue desarrollado. Irónicamente,  Suburbia Extrema nunca fue concebida como un todo. En lugar de realizarse un plan integral para toda la hacienda –o al menos definir el desarrollo de la misma por etapas– se optó por venderla por retazos. Esto permitía manejar proyectos urbanos de pequeña escala, que iban de acuerdo con las demandas del mercado inmobiliario, justo cuando los habitantes de los barrios en boga, como el del Centenario, Urdesa y los Ceibos, buscaban un nuevo sitio donde instalar sus residencias.

Ya para finales de los ochenta,  los barrios ya establecidos de Guayaquil comenzaban su vía Crucis al relevo generacional.  Mientras los barrios de clase media y clase baja tienden siempre a convertirse en barrios tradicionales, los barrios de las clases acomodadas son los más propensos al deterioro por este tipo relevos. Sus habitantes tenían mayor contacto con los estilos de vida de otras partes del mundo. Se trataba, en cierta forma, de un fenómeno urbano semejante al efecto “Gran Cacao”;  esa imitación de lo exógeno como posicionamiento cosmopolita, y sin consideración alguna de los elementos locales,  pero en menor escala.

Durante mucho tiempo, los retazos de hacienda –convertidos en ciudadelas amuralladas– se manejaron bajo la figura jurídica establecida en la Ley de Propiedad Horizontal.  Ello permitía que el espacio público sea administrado como propiedad privada, y que su mantenimiento se hiciera  a través de alícuotas.  Las autoridades municipales no tenían entonces más responsabilidad sobre dichos espacios que la aprobación en planos,  y las urbanizaciones podían manejar vías internas, aguas servidas y agua potable sin mayores exigencias. 

Mucho tiempo tuvo que pasar para que el agua potable llegara a la vía a Samborondón y, hasta hace un par de décadas, los pozos sépticos eran la única forma de manejar las aguas servidas. Durante las dos últimas décadas del siglo pasado, y detrás del bienestar expresado en las fachadas, estas urbanizaciones contaban con infraestructuras hidrosanitarias no muy diferentes a las existentes en los Guasmos y en la isla Trinitaria, los sectores más pobres de Guayaquil.

Las áreas verdes de las urbanizaciones se manejaban respondiendo a una tipología basada en el arquetipo, en la imagen del parque ideal.  Se aprovechaba, eso sí, la oportunidad para permitir que estas áreas se complementen con espacios para la actividad física.  En Suburbia Extrema los parques y las canchas de tenis, vóley y fútbol van de la mano. Consecuentemente, se plantaba vegetación de baja o mediana altura, a fin de realizar espacios de naturaleza alegórica. Las especies arbóreas, si no eran descartadas desde el principio, terminaban siendo limitadas o retiradas de los espacios públicos, por el daño que sus raíces causaban a los pavimentos de hormigón.

 

Consecuencias

Se generaron entonces una serie de ciudadelas amuralladas, que calzan en lo que el arquitecto Español Oriol Bohigas califica como “Guetos para Ricos”.  Los suburbios ideales tuvieron su relativo éxito inicialmente. Sus habitantes tenían el estilo de vida anhelado: lejos del mundanal ruido, lejos de desconocidos y rodeado de conocidos o “semejantes”.

Probablemente el descalabro vino cuando se quiso complementar las comodidades existentes. Las largas distancias que se debían recorrer para realizar compras, y para llevar a los niños a la escuela motivaron la aparición de espacios comerciales y establecimientos educativos. La demanda existente en el sector por ese tipo de actividades originó la aparición de centros comerciales, almacenes y centros educativos que se jactaban de estar dirigidos a la clase alta. Comprar o recibir educación en ellos era símbolo de estatus,  y ello los convirtió en un gran atractivo para los habitantes de otras partes de la ciudad. La vida en Suburbia Extrema se vio expuesta a los demás, y muchos se vieron atraídos por ella.

Se quebró entonces otro punto de equilibrio: los promotores inmobiliarios notaron el incremento de la demanda por inmuebles en el sector, pero simultáneamente disminuía el número de clientes de clase alta. Simplemente, no había tantos acomodados en la ciudad. Se debía entonces cambiar el perfil del cliente potencial y establecer un producto inmobiliario más acorde a las posibilidades del cliente de la clase media. Eso incrementó entonces el número de habitantes, así como las demandas de luz y agua. Al tratarse de una zona ubicada entre ríos y con una masa territorial extremadamente angosta, la infraestructura vial solamente pudo incrementar carriles a la única vía existente. 

La vía Perimetral de Samborondón también se usa como el único patio común entre todas las ciudadelas. El poco uso de los espacios recreacionales dentro de las urbanizaciones se explica por las dimensiones de los lotes, que en los proyectos originales permitían la construcción de grandes patios con piscinas y/o canchas para el entretenimiento familiar. Quienes desarrollan actividades físicas que les permitan interactuar con el resto de la comunidad no quedan satisfechos con andar en bicicleta o trotar en calles internas vacías, o en parquecitos usados ocasionalmente por los más pequeños. Por ello buscan ejercitarse en la vía Perimetral de Samborondón.  Con el incremento del parque automotor, esto trae como consecuencia una mayor exposición al monóxido de carbono, al ozono y a otros gases perjudiciales para la salud.  Ejercitarse entonces se convierte en una forma de envenenarse.

Excepciones

Obviamente, las generalizaciones cuentan siempre con factores de excepción. Entre Ríos y Bosques de Castilla son proyectos que –a pesar de enfrentar muchas de las mencionadas vicisitudes– lograron consolidar un sentido de barrio. Ello puede relacionarse con la densidad poblacional. Sin duda, se trata de las urbanizaciones con mayor número de habitantes por metro cuadrado.  Ello permitió, en el caso de Bosques de Castilla, que se aprovechara el crecimiento vertical de las construcciones para la generación de grandes espacios comunales. En Entre Ríos, en cambio, la densidad permitió la inclusión de diferentes estratos sociales en un mismo barrio. Ambos factores –espacios comunales e integración de diferentes clases sociales– permiten la interacción vecinal e inyectan una atmósfera barrial al sitio.

El Fondo del Pozo

Lo peor aún no ha pasado. La situación promete empeorar,  cuando los sectores de Isla Mocolí, Lagos del Batán y los demás proyectos de La Aurora y Salitre se consoliden. Para entonces, la población del sector se habrá duplicado; con las incomodidades que ello implica: más carros en menos vías, menos agua y mayor demanda de energía eléctrica.

Si no se generan ahora nuevas alternativas de desarrollo para el sector, los inversionistas inmobiliarios y los propietarios verán a sus propiedades tugurizarse en un lapso mucho menor al esperado, con el riesgo de ver desaparecer el espejismo del bienestar, mientras nos queda el chuchaqui de una gran farra inmobiliaria, carente de toda planificación.

Alternativas

Fig 3 Prop Vias Sambo Nega

En primera instancia, la construcción de nuevas conexiones entre Guayaquil y Samborondón ayudará a aliviar la presión vial acumulada en Suburbia Extrema.  Sin embargo, vale la pena ser redundantes en la obviedad que tal medida por sí sola no será una solución. La búsqueda de nuevos planteamientos nos lleva a mirar en espacios no considerados hasta hoy como componentes de la solución. 

Quizás la naturaleza nos esté ofreciendo una solución vial, al incrementar la sedimentación en la orilla samborondeña del río Daule. Esto podría de pronto permitir la construcción de un malecón paralelo a la vía Perimetral de Samborondón,  tal como se realizó en la zona norte de Durán. Serían los estudios de suelo los que definan la posibilidad de esta propuesta, o su sistema constructivo.

Las viviendas unifamiliares que limiten con los linderos de las urbanizaciones pueden convertirse a largo plazo en corredores que conecten con los nuevos malecones. Una vez que éstas han sido abandonadas por los miembros jóvenes de las familias, se convierten en algo demasiado grande para sus propietarios que comienzan a percibirlas como un “nido vacío”. El municipio puede proponer planes que permitan el crecimiento vertical de las construcciones,  a cambio de una servidumbre vial, que convierta los límites entre las ciudadelas en espacios habitables. Este tipo de planes suele ocurrir en este tipo urbanizaciones con el pasar de los años, y permite que el inmueble recupere su potencial económico.

Existe  también una gran cantidad de espacios desperdiciados en las entradas de las urbanizaciones,  los cuales podrían pasar de simples muros a “muros habitables”.  Dicho término implica convertir las fachadas de acceso en algo más que simples garitas con jardines. Estos espacios podrían aprovecharse para generar construcciones de alta densidad con comercios en planta baja que satisfagan las necesidades inmediatas de las urbanizaciones, y con departamentos u oficinas en sus plantas superiores. Todo esto vinculado siempre hacia la vía Perimetral de Samborondón, sin conexión directa a la urbanización, a fin de mantener su anhelado grado de circulación restringida.

Suburbia Extrema se originó como un negocio inmobiliario, inspirado en los modelos urbanos que se importaban de otras partes del mundo como un nuevo estándar de vida suburbana.  El colapso de dicho modelo no es exclusivo de la vía a Samborondón. Está ocurriendo en muchas partes del planeta. Tal como ocurrió con esos viejos carros gringos que aún circulan en La Habana –para los que ya no se pueden importar repuestos–,  ahora en los suburbios del primer al tercer mundo no podrán implementar soluciones traídas del extranjero. Al contrario, tendremos que resolver dichos problemas con ingenio local, por la simple razón de ser nosotros quienes tenemos mejor conciencia del problema, al sufrirlo en primera fila. Quizás sea bueno pecar de optimistas y pensar que dicho colapso nos permitirá generar un crecimiento urbano con sazón propia, que pueda convertirse en una solución eficiente, hecha a la medida del problema, comprendiendo nuestro contexto y sincerándonos con nuestra realidad.