Imagina que eres un profesor de primaria. Te apasiona la idea de enseñar a leer a tus alumnos. Has estudiado a profundidad el idioma que te enseñaron tus padres. Cuando tú aprendiste, hacía más de veinte años, las cosas eran distintas. Ni siquiera había muchos libros en tu lengua. Tus padres no sabían ni leer ni escribir. Había cierto poder social en ser una persona letrada. Que tú aprendieras fue el resultado de una gran una lucha política. En la escuela no estaba permitido hablar en esa lengua porque, supuestamente, era la lengua de los campesinos. Solo se hablaba el idioma de quienes, quinientos años antes, colonizaron a tu pueblo.

Después de pasar por todo eso, hoy estás frente a tus alumnos. Abres el libro que te dio el director de la escuela. ¡Qué raro! No entiendes nada. ¿Qué pasa? ¡Aquí faltan letras! Han desaparecido algunas como la ce (c), la jota (j), la ge (g) y la cu (q). En cambio aparecen demasiadas kas (k), una letra que antes ni siquiera usabas.  Cierras el libro. Adviertes las miradas atentas de tus alumnos. Comprendes que la forma de leer tu lengua ha cambiado radicalmente. Descubres que tú, al igual que tus alumnos, tienes que aprender a familiarizarte con un alfabeto distinto al que conocías. ¿Quién lo cambió? ¿Cuáles fueron las razones?

Aunque parece una anécdota graciosa, en mis investigaciones sobre la lengua kichwa y en conversaciones con amigos me he encontrado con historias como esta. Un alfabeto es más que un grupo de grafías que nos sirven para escribir. Además me han surgido una serie de interrogantes: ¿Puede un alfabeto guardar una carga ideológica o política? ¿Puede un alfabeto ser más kichwa y menos español? ¿Puede el uso de cada letra descolonizar la lengua y, por ende, a quienes la hablan?

***

Todos los alfabetos del mundo tienen una historia. La gente en Ecuador que solo habla español, no kichwa, también podría rastrear de donde vienen las letras con las que escribe. El castellano, por ejemplo, ha servido para proyectos políticos durante siglos. Como dijo el lingüista sevillano Antonio de Nebrija, que en 1517 publicara las reglas de la ortografía castellana, “la lengua siempre fue compañera del Imperio”. Los gobiernos que llegaron a las poblaciones de América en la época de la colonia usaban las letras para la organización y el control de poblaciones urbanas. Durante los próximos siglos, lo usos de las letras servían también para propósitos económicos: con el nacimiento del capitalismo, imprimir en varias lenguas, no solo en latín, empezó a dar más ganancias a la industria de la imprenta. Hasta hoy, en Latinoamérica se defiende la idea de que hablar en una sola lengua, en este caso el español, une a los países.

La historia del alfabeto kichwa es igual de fascinante. Esta lengua nativa es una de las diez que aún se mantienen vivas en el Ecuador y se usa en casi toda la Sierra y parte de la Amazonía. El kichwa es una de las variaciones del quechua, la lengua amerindia más hablada de todas las Américas y que tiene una importante presencia en Perú, Bolivia y Ecuador. Alrededor de diez millones de indígenas la conocen.

Los ecuatorianos que no saben o no se han interesado en aprender esta lengua, quizá se pregunten por qué unos escriben quichua y otros kichwa (es probable que no se hayan tomado el tiempo de rastrear el origen de estas dos palabras que suenan igual pero se escriben distinto).

En la segunda mitad del siglo XX en Ecuador, los misioneros evangélicos del Instituto Lingüístico de Vernano (SIL, por sus siglas en inglés), descubrieron que la escritura de la lengua era una manera más potente para evangelizar. En sus viajes por todo el país, estos misioneros se encontraron con muchas maneras de hablar el kichwa, que dependían de la región (como también sucede con el español).  Los evangelizadores enseñaron a muchos kichwahablantes a leer y escribir según cómo hablaban, basándose en los sonidos del alfabeto en castellano. Por eso, el kichwa que se leía en Imbabura, por ejemplo, era distinto al de la Amazonía. Con esta lógica, la palabra “kichwa”, por ejemplo, se escribía como “quichua”. Una de las metas era aculturizar a la gente indígena al mundo hispano, pero también enseñarles el evangelio.

Mientras eso sucedía en Ecuador, en el resto de América se discutía la necesidad de estandarizar la escritura de todas las lenguas nativas. Los lingüistas indigenistas y los dirigentes indígenas de varios países se reunieron en el III Congreso Indigenista Interamericano en Bolivia en 1954. Eligieron un alfabeto de los misioneros-lingüistas de Centroamérica, que, según ellos era más científico y se ajustaba a todas las lenguas amerindias del continente. Con la idea de que letras unen pueblos, aunque unificar una lengua también es un pensamiento del mundo occidental.

El alfabeto del Congreso de 1954 incluye la letra ka (k) y, en el caso del alfabeto que se usa ahora en Ecuador, reemplaza a otras cuatro: c, g, q, j. El criterio es que en las lenguas nativas una sola (la k) puede englobar el sonido de todas.  Pero los misioneros que estaban en trabajos de campo en los Andes dijeron que eso no funcionaba, seguían pensando en las particularidades de cada comunidad y defendían el uso del alfabeto español.

En la década de 1970, un grupo de lingüistas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador pusieron en práctica ese alfabeto. Pero en 1980, líderes y lingüistas kichwas se reunieron para definir otro, esta vez uno que sea oficial del país. Sin embargo, algunos imaginarios sobre las letras abrieron un nuevo debate. Luis Montaluisa, líder kichwa que institucionalizó a la educación bilingüe en el país, ha escrito sobre este proceso. Cuenta que esos esfuerzos para hacer un alfabeto estándar fracasaron, en parte porque se asociaba a la letra k, con palabras y marcas en inglés, como los tabacos King y el Whisky.  Los dirigentes votaban letra por letra, levantando la mano. El alfabeto más pan-andino con la letra k perdió. El resultado, en cambio, fue este alfabeto:

a, b, c, ch, d, f, g, h, i, j, l, ll, m, n, ñ, p, q, r, s, sh, t, ts, u, y, z, zh

Los misioneros del SIL seguían ganando sin siquiera estar en las reuniones. Con ese alfabeto aprendieron a leer muchos que hoy son profesores en las escuelas interculturales bilingües. Pero, al margen de tantos cambios y debates sobre la lengua, desde 1980 los kichwa-hablantes combinaban los alfabetos español y kichwa pan-andino. Era difícil llegar a un acuerdo y las discusiones seguían. Hasta que en el 2004 se llegó a un nuevo acuerdo, esta vez, en cambio ganó la letra ka (k), con la que empezaron los debates en 1954. Hoy en día, y desde hace apenas diez años, los materiales educativos en kichwa tienen este alfabeto:

a, ch, i, h, k, l, ll, m, n, ñ, p, r, s, sh, t, u, w, y

Como tampoco existe la g, palabras como guagua, se escribe “wawa”. El alfabeto kichwa vigente tiene dieciocho letras y excluye algunas que están en el español, que tiene veinte y siete. Cuando escribimos “kichwa” significa que estamos usando esa lengua. Sin embargo, en un país donde el español es el dominante, surgen otras cuestiones: si buscamos en el diccionario de  la Real Academia de la Lengua, solo encontraremos la palabra “quichua”.

***

Como vemos, existe una paradoja casi insuperable en decidir cuál es alfabeto kichwa que se debe usar. Si bien se trata de descolonializar la lengua, pero la manera de cumplirlo también incluye un pensamiento del mundo occidental.  No es nada fácil. Además, estos transformaciones implican cambios en la manera de leer la lengua, como los profesores que aprendieron hace veinte años y hoy tienen que aprender de nuevo las conexiones de los sonidos y las letras, con un nuevo alfabeto. Esa es la realidad que vive mucha gente que lee y enseña en kichwa en Ecuador. A veces los cambios hacen a la gente sentirse analfabeta y marginalizada.  Pero, por otro lado, las iniciativas interculturales en el Ecuador han logrado que la lengua kichwa sea más visible.

Cada vez que leamos la letra k de “kichwa”, recordemos que su alfabeto guarda una historia que nos habla de las luchas sociales de las comunidades indígenas en el Ecuador.

Fuente: Estefanía Peñafiel . Del rigor de en la ciencia. Atlas del Siglo XIX seccionado en el Ecuador según el mundo en el tiempo de los surrealistas (1929). 2011. (Detalle)