Colombia elimina de Brasil 2014 a Uruguay de la mano de James Rodríguez
En un cartel tan amarillo como la camiseta de Colombia se leía “James te amo. La copa es nuestra”. Era un puntito minúsculo en la inmensidad del Maracaná que resumía el sentimiento de la hinchada cafetera por el centrocampista James Rodríguez, autor de los dos goles con los que su selección venció a Uruguay y se clasificó a los cuartos de final de Brasil 2014.
Él, rostro de niño pese a sus 22 años, festejó como tal: sonrisa de oreja a oreja y mirada con deleite hacia Juan Guillermo Cuadrado que, con la gracia de un colombiano, movía las caderas para festejar con un baile que sería imposible de lograr para cualquier uruguayo. Pasito pa' acá, pasito pa' allá. Y sonrisa inocente otra vez.
Era el gol con el que Colombia consolidaba la victoria. Cuadrado le había dejado la pelota a sus pies poco después de que comenzara el segundo tiempo. Era un dos a cero que le dejaba poco margen a Uruguay, a pesar de la garra charrúa y la rabia que tenía por la ausencia de su mayor estrella, Luis Suárez, quien miraba el partido desde su casa en las afueras de Montevideo tras haber sido expulsado del Mundial por morder al italiano Giorgio Chiellini en el encuentro anterior. Colombia también parecía haber perdido para la Copa a su máxima figura, Radamel Falcao, compañero de James Rodríguez en el AS Monaco de Francia, quien se lesionó en enero y no pudo retornar a las canchas. Pero en cambio destapó una nueva, quizás la estrella de este Mundial.
El argentino José Pekerman, DT de Colombia, luego del encuentro de octavos de final del Mundial de Brasil lo dijo. “Jamás tuve dudas de que este iba a ser el Mundial de James Rodríguez”. El mediocampista también había anotado el primer gol: parada de pecho y un zurdazo inatajable desde el borde del área que pegó en el travesaño y se desvió hacia el lado de la red. Se transformó en el máximo goleador del torneo hasta ahora. Antes que los dos a Uruguay, había convertido uno en cada encuentro anterior por el grupo C, disputado con Grecia, Costa de Marfil y Japón.
Pese a la confianza del entrenador, era un partido muy difícil para cualquiera de los dos equipos. Dos sudamericanos. Dos que viven el fútbol con una pasión que ninguna selección fuera de la región es capaz de provocar, esa que hace que hasta el más ateo pida por el amor de Dios. Uno tenía que caer en la batalla, y los celestes no pudieron con la magia de Rodríguez ni el destacado proceso de Pekerman. Fueron los uruguayos, esos que enmudecieron al Maracaná en 1950 con el gol de Alcides Ghiggia que puso el 2-1 frente a Brasil y le dio su segunda Copa del Mundo, quienes quedaron sin palabras esta vez en el mítico estadio carioca que ahora consagra a James. “Hasta este momento es el mejor jugador del Mundial”, dijo el entrenador uruguayo Oscar Tabárez en la conferencia de prensa después de la eliminación a pies de Rodríguez. “Ojalá siga progresando porque es muy joven y el fútbol necesita jugadores de esta característica para el espectáculo”. Mientras tanto, él siguió festejando como un niño. Con la sonrisa. Y con las piernas, las de los goles y las del baile.