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Breve análisis del discurso de posesión del alcalde Jaime Nebot

Lo dijimos algunos para las elecciones del veintitrés de febrero de 2014: una de las principales deudas de la administración socialcristiana de Guayaquil es elaborar al menos un plan de gobierno con un mínimo de rigor, lejos del mestizaje entre la actitud autoritaria y el lugar común que atiborran sus documentos y discursos. Dicho de otro modo: Guayaquil tiene una administración que se alimenta del alarde de lugares comunes (los guayaquileños “somos genéticamente libres”) pero que empalidece cuando se le exige algo de rigor. En este ámbito, quizá puramente técnico, Jaime Nebot y sus colegas no han sabido ubicarse a la altura de los tiempos: frente a un creciente ajuste en la formulación de la política pública del gobierno central, poco o nada ha innovado el socialcristianismo. El desbalance que eventualmente será central en las deliberaciones públicas frente a la lucha de liderazgos es este: si bien Nebot y el presidente Rafael Correa utilizan los resultados electorales como variable mayor que refrenda el éxito de sus respectivas gestiones, solo el último lleva en paralelo el perfeccionamiento de su desempeño en la administración pública.

Un buen ejemplo  de este cambio es el Sistema Nacional de Información (S.N.I), una plataforma implementada por el gobierno central para que cualquier ciudadano, a cualquier hora, realice un seguimiento en vivo (hay cámaras en permanente livestream) de proyectos de inversión. Más de uno podrá argüir que el gobierno municipal no cuenta con el mismo presupuesto que el central,  que quizá lleve algo de razón, pero creo que eso no justifica las paupérrimas condiciones en las que el alcalde ha venido administrando la ciudad con el mayor número de habitantes del país. Repito una pregunta que a estas alturas sonará repetitiva pero sobre la que hay que insistir: ¿Puede la administración socialcristiana mostrar (a) cuáles han sido los principios rectores para la formulación de su política pública, (b) que las orientaciones de su presupuesto han obedecido a un planificado cruce de variables entre inversión y mejora de indicadores sociales, y (c) que se ha incentivado la activación de mecanismos de participación directa para la construcción participativa de esas orientaciones?

Me aventuro a asegurar, con el antecedente de las desestimaciones personales de los asesores de Nebot frente a mis pedidos (recuerdo bien que una vez en una entrevista me despacharon diciéndome que debía aprender matemáticas elementales), que ni siquiera cuentan con data acumulada desde 1992 que permita refrendar de manera técnica el supuesto éxito de su gestión. Un tipo de desafío que cualquiera debería hacer, en formas variadas, como: ¿cuánto se ha invertido históricamente en mi barrio (digamos, en El Paraíso de la Flor) y cuánto se ha invertido en sectores más privilegiados (digamos, Urdesa), y cuáles fueron las justificaciones para ello? Esta sola pregunta en apariencia sencilla puede poner en jaque a Nebot y evidenciar las falencias profundas de su administración. En parte por esto, cuando leo la publicidad municipal del cien porciento de cumplimiento de la Ley Orgánica de Transparencia y Acceso a la Información Pública (LOTAIP) me río. También, por supuesto, me enojo

Todo esto es parte de la mofa municipal. Mofa que se repitió en el discurso de posesión del alcalde para el período 2014-2019.

 

Los costes del lugar común como principio

La utilización de lugares comunes puede tener su justificación dados los objetivos de un discurso (aceitar los procesos de identificación, procedimiento por excelencia de la política). Pero el problema es el que ya se ha señalado: no es un recurso, es un principio. Detrás del (a) “juntos hemos convertido la oscuridad en luz, las lágrimas en sonrisas, el hastío en poderoso empuje, la incertidumbre en seguro destino de bienestar”, (b) “un alcalde no es un simple constructor de obras (…) es el intérprete y ejecutor del pensamiento de su pueblo; es el defensor de sus logros y el realizador de sus sueños; es el gestor de su libertad, autoestima y orgullo”, (c) “¡no pretendemos obligar a nadie a abordar nuestro tren hacia el progreso; pero jamás seremos pasajeros obligados del tren hacia el fracaso!”, que abombaron el discurso de posesión del alcalde el catorce de mayo, no existe un acompañamiento técnico serio.

La mención de la muerte de dos niños tras el desplome de una vivienda -en El Fortín- luego de una fuerte lluvia, que hizo el presidente Correa en su informe a la nación el sábado 24 de mayo, no fue menor. Luego de esta pérdida, el municipio empezó a construir aceras y bordillos en el sector; esto muestra los efectos nefastos de una administración que no se orienta hacia el servicio de los más desventajados. Una broma negra del alcalde fue el haber repetido sin empacho esa cantidad de lugares comunes luego de esa pérdida, con su infaltable “continuaremos haciendo lo que hemos hecho”.

La crítica del alcalde a proyectos como la Ley de Ordenamiento Territorial y Gestión del Suelo, que pretende dotar de mecanismos y herramientas técnicas a los gobiernos seccionales para que ejerzan de manera más eficiente sus competencias en materias de gestión y uso de suelo, resulta muy curiosa. Para el acalde no es más que un intento para interferir en sus competencias, negándose así a asumir sus incapacidades para cumplir con varios objetivos de dicho proyecto.

 

Desafíos para la administración de la ciudad

El principal desafío que enfrenta la administración socialcristiana es saber ubicarse a la altura de los tiempos. Las probabilidades de que eso ocurra son mínimas. Con el anunciado apoyo del presidente Correa a la relección indefinida para todos los cargos de elección popular, el escenario en el que el alcalde juegue sus cartas otra vez está a la vista. La exigencia tendrá que ser, entonces, bifronte: de equidad (acá) y de transparencia (acá). Sería vergonzoso que en un próximo plan de gobierno del socialcristianismo solo se enumeren de nuevo lugares comunes y se utilicen formas verbales del tipo “seguiremos” o “continuaremos”, sin nada de rigor y desechando evidenciar el éxito (que justifique con sustento dichas formas verbales) vía indicadores sociales concretos.

Ojalá que ese proceso para la mejora de la administración pública comience desde ahora. Eso sería mucho más valioso que afirmar que se ha “convertido la oscuridad en luz, las lágrimas en sonrisas”. Quizá sea mucho pedirles y quizá desestimen todo tipo de peticiones serias. Después de todo, y hasta ahora, su gestión no ha pasado de ser una mofa.

Hay que leer una de las frases del discurso de posesión del alcalde con todos estos puntos que anoto: “No es libre, por tanto, quien tolera que lo perjudiquen, pues no hay mayor esclavo que el que se cree libre sin serlo”. En esto, Nebot, estamos de acuerdo.