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¿Por qué los medios tradicionales insisten en publicar lo evidente?

Los titulares en la edición de este 24 de febrero de 2014 en los medios tradicionales serán planos y predecibles. “La oposición triunfó en las dos ciudades principales”, “Guayaquil no es de Correa”, “Nebot, cuatro años más”, “Rodas venció a Barrera”. Ninguno revelará información nueva. Ninguno se saldrá de lo convencional. Todos serán olvidados hasta que algún editor lo desempolve, sin sonrojarse, en las siguientes elecciones.

Muchos periodistas y editores quieren arriesgarse por un titular diferente. Lo discuten durante las semanas previas al día de elecciones en largas, aburridas y –pocas veces– productivas reuniones de planificación. Generan tormentas de ideas trascendentes. Hablan de apostarle a lo novedoso. A lo que nadie espera. A lo que, suponen, buscan los lectores. Por ejemplo, se plantea escribir los perfiles de gente, sin relación a la política, que rodea a los candidatos con mayor aceptación. Planifican pre reportería sobre quién es el gasfitero, o el peluquero de Jaime Nebot; o el mecánico o el dentista de Viviana Bonilla. Preparan preguntas. Se sugiere perfilar al candidato desde las personas que lo rodean. La propuesta parece distinta. El editor y los compañeros de redacción apoyan al entusiasta. Cuando llega el cierre, el periodista se da cuenta que le falta un  dato, el editor reclama una precisión, el infografista insiste en una cifra para concluir el mapa, el corrector presiona para que le entreguen el texto, el diseñador no está a gusto con las fotos y readecua la página aumentando espacio para el texto, que el autor –al que ya le faltaba información– tiene que arreglárselas para aumentar en una carrera desbocada. Poco o nada ha cambiado. Se soluciona con lo más fácil. El titular tradicional y evidente –igual o parecido al que se publicó en años anteriores– es el calmante para ese estrés. “Jornada electoral culminó sin contratiempos”, “Rodas celebró en la sede de campaña”, “El PSC aún lidera en Guayaquil”. Los titulares predecibles están en todas las secciones: el final de un partido de fútbol se resuelve con el marcador y el nombre de los equipos, no se plantea un titular con el goleador o el posible error del perdedor; cuando erupciona el volcán Tungurahua, así hayan pasado quince horas –y la lava ya no sea noticia–, se titula en repetición. Si un político se accidenta, el título será “Político se accidenta”. El temor del periodista a arriesgarse gana. El resultado es un periódico lleno de títulos que ya se han divulgado en Twitter, Facebook o en medios digitales. 

En los contenidos pasa lo mismo. Las ediciones de fechas como el 25 de Diciembre y 1 de Enero, Carnaval, Día de los Muertos, San Valentín, son copy paste históricos. El 14 de Febrero en un diario de circulación nacional: “Chocolates y dulces artesanales, detalles de amor en San Valentín” publicado en el 2012; “Un desayuno de amor para este San Valentín” publicado en el mismo periódico en el 2014. En noviembre del 2013: “200 mil monigotes saldrán a la venta en la 6 de Marzo”; en diciembre del 2012: “Monigotes solo en la 6 de Marzo”. Basta escribir en un buscador la fecha de la festividad y el nombre del medio –público o privado, no importa– y los titulares cambiarán poco entre año y año.

Durante las elecciones, los medios tradicionales publicarán cuadros e infografías con los resultados electorales. Por cantón. Por candidato. Por partido. Por alianza. Por enésima vez. Es información válida pero, como lo dije hace dos semanas en este artículo sobre porqué el periodismo de datos es redundante,  no es suficiente lanzar el dato sin “algo más”. Este plus puede ser contexto, interpretación, análisis, un caso. El periodista que solo escribe los resultados no está haciendo su trabajo. El lector informado que consume un periódico no va a querer leer estadísticas el día después de las elecciones: ya lo ha visto en la TV, en medios digitales, Twitter, Facebook o lo ha escuchado en la radio. También están los otros temas predecibles: las reacciones de Correa, del ganador en Quito y en Guayaquil, del perdedor en Quito y en Guayaquil. Es como si todo estuviera dicho.

Hay periodistas que, en su intento de evitar que el domingo de elecciones sea solo político, eligen a un personaje: el vendedor de comida típica, el emplastificador de papeletas, el franelero y demás oficios que se reinventan cada domingo electoral. Nunca falta el ciudadano con discapacidad. No fue mala idea la primera vez. Los ejemplos están en artículos de los lunes post electorales del 2006, 2007, : sobre comida, sobre electores con discapacidades, sobre el emplastificador y otro más de comida de la jornada.

Reportear y escribir algo distinto pasa por las mentes de los periodistas y editores. Las razones para que se pierda esa innovadora, brillante o al menos diferente idea varían. Van desde falta de tiempo para planificar y para escribir hasta intereses políticos o presiones de un jefe. El resultado es el mismo: la no publicación, la muerte de esa idea en gestación. Autocensura silenciosa. Algunos periodistas se sienten culpables por perder contra su propio comfort. Otros prefieren ignorarlo. Algunos ya no lo notan porque, después de tanto pasarlo por alto, esa práctica se volvió involuntaria. El lector pierde la posibilidad de leer algo bueno o, al menos, diferente; el periodista pierde la oportunidad de diferenciarse de sus colegas. Nadie gana.

El contenido –el fondo– de la noticia no es lo único repetido y predecible. La forma es también un aspecto vergonzoso. La semana pasada, Luisa Delgadillo entrevistó al presidente Rafael Correa. En el cierre del encuentro, la periodista repitió la trillada y vacua frase: “que triunfe la democracia”. Para un político tener un slogan es una estrategia de recordación; para un periodista es caer en lugares comunes, es como una estrategia para el olvido.

El periódico, canal o radio en el que trabaje es, también, un obstáculo más para el periodista. La inclinación política de un medio se evidencia en sus contenidos, a pesar de los intentos de ocultarla con espacios esporádicos a “la oposición”. Esta práctica se acentúa en época electoral. El 18 de febrero de 2014, El Telégrafo publicó el artículo “Rodas deja la silla vacía y solo habla con ‘sus’ medios”. El texto menciona la ausencia del candidato a la alcaldía de Quito, Mauricio Rodas, al debate organizado por Ciespal y sugiere que sus excusas no fueron suficiente justificación. El artículo incluye el comentario del director del Ciespal, Fernando Checa, quien califica el ausentismo de Rodas como “un desaire a la democracia participativa”. Para darle “más fuerza”, el periodista entrevista a Ximena Ponce, ex ministra de este gobierno y militante de Alianza PAIS, quien dijo que el candidato tiene conexiones con organizaciones que “buscan desestabilizar el proyecto de la Revolución Ciudadana con financiamiento de Estados Unidos”. En otros párrafos, se incluyen testimonios de los planes de campaña de Augusto Barrera, candidato para la alcaldía de Quito por PAIS, y se aplaude su intervención en el debate. No conforme con la parcialidad del artículo, el periodista incluye el intertítulo “Organizaciones culturales no apoyan a Rodas” y escribe un texto sobre una carta que el Frente de Organizaciones Culturales de Ecuador envía a Rodas acusándolo de tener “secuelas fascistas” y de ser socialcristiano. Para que su trabajo esté completo, el periodista debió consultar al candidato Mauricio Rodas y preguntarle las razones de su ausencia al debate. También debió entrevistar a un analista que explique por qué ausentarse a ese debate es parte de una estrategia necesaria para el candidato que encabezaba las encuestas. Y si quería ser más equilibrado, debió conversar con un militante del partido de Rodas y pedirle su opinión sobre la decisión de no debatir. El 21 de marzo del 2013, El Universo publicó el artículo “No hay un papá que regale Alcaldía, hay un pueblo que elige”. Al inicio de la nota, el periodista menciona el rechazo del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, a un comentario del presidente Correa de que “el municipio no se deja ayudar”. En el segundo párrafo se incluye el reclamo del alcalde al Gobierno por, según afirma, rechazar el apoyo municipal en un tema educativo. En el resto de la nota, el periodista da espacio para que Nebot justifique porqué la ciudad se inundó tras el último aguacero, critique la gestión de Correa en Monte Sinaí y remate diciendo que es “el único presidente con el que ha tenido problemas”. Básicamente un micrófono abierto para Nebot, sin un contrapeso –con datos u opiniones– que equilibre sus comentarios. Hoy, los medios afines al gobierno se enfocarán en los logros del presidente Rafael Correa, como el triunfo de los candidatos a prefectos en Guayas y Pichincha –Jimmy Jairala y Gustavo Baroja–; los que presumen de ser contrapoder resaltarán las pérdidas y fracasos, como las alcaldías en Guayaquil, Manta, Machala, Cuenca y Quito.

El día de elecciones debería ser declarado Día del Periodismo Predecible. Los candidatos, los miembros de mesa y los vendedores ambulantes cambiarán de rostro en cada época electoral. La de los periodistas también. Tal vez a los políticos y a los vendedores de comida típica les alcance con repetir las mismas fórmulas, pero la cobertura mediática deberá renovarse. Llegará un momento en que los lectores dejarán consumir las mismas noticias. El periodista deberá entenderlo pronto y cambiar, para no morir.