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“Faltan datos” es la frase favorita de la mayoría de editores que se han cruzado en mi camino. Datos. Creo que no entienden el significado completo de la palabra, los editores creen que es igual a cifras o estadísticas y a nada más. Me pregunto si la edad, la forma de vestir o de hablar de una vendedora informal, el color de los tacos y olor de una prostituta, o la muletilla de un político no lo son. Cada elemento que aporta información a un texto es un dato.

Decir periodismo de datos es decir periodismo.

Cuando visito páginas web de medios que tienen esta clasificación, me inquieta la redundancia. Si revisan los portales de The Guardian, Los Angeles Times y La Nación o esta lista de páginas que agrupa Google notarán que ofrecen datos pero no periodismo. Dan información suelta que será utilizada de diferentes maneras, de acuerdo a quién las interprete. Si un político accede a esta plataforma solo obtendrá la información que le interese: un par de cifras, fechas, estadísticas aisladas, y las usará como una herramienta, por ejemplo, para su discurso. Eso puede ocurrir y eso no es periodismo.

Tampoco creo que sea periodismo de datos cuando alguien revisa –uno a uno– los archivos de cualquier tema para crear un banco de información. Supongamos que Juan trabaja en una empresa que ofrece el servicio de periodismo de datos y le han asignado registrar el comportamiento geográfico de las sabatinas del presidente Rafael Correa. Probablemente visitará la página web de la presidencia y de medios que han hecho un registro, y con eso escribirá una lista clasificada de dónde fue cada enlace: parroquia, cantón, provincia, región. El trabajo de hormiga de Juan no lo convierte en periodista porque recolectar información sin contextualizarla, analizarla, compararla no es periodismo.

No estoy en contra de los datos. Estoy en contra de que estén junto a la palabra periodismo y pretendan fundar un nuevo género. Esta información debería ser considerada como la materia prima de una crónica, un reportaje, un informe o una investigación, no como el único elemento para una pieza periodística.

Es cierto que tener un portal con información histórica, clasificada, ordenada por distintos parámetros, es útil pero no lo es todo, es solo una pequeña parte del periodismo. Un dato sin contexto, explicación o análisis no es periodismo. Durante un taller que dictó en Quito, el cronista peruano Julio Villanueva Chang dijo que hay que convertir el dato en conocimiento. Se refería a que un dato suelto transmite poco y puede perderse pero cuando está bien empleado en un relato puede ser muy poderoso.

La crónica es el género para ejemplificar lo que Villanueva Chang dice. Leila Guerriero, cronista argentina, es una de las maestras de este proceso: convertir el dato en conocimiento o un acontecimiento en una experiencia personal. Este extracto de su crónica larga “El rastro en los huesos” ejemplifica cómo deberían ir los datos:

En el piso inferior hay varios cuartos con mesas largas y angostas cubiertas por papel verde. En la oficina donde suele trabajar Sofía Egaña cuando está en Buenos Aires -36 años, llegada al equipo en 1999 cuando le propusieron una misión en Timor Oriental y ella dijo sí y se marchó dos años a una isla sin luz ni agua donde el ejército indonesio, en 1991, había matado a doscientos mil- hay un escritorio, una computadora.

Click y una foto se abre: un cráneo. Otro click: el cráneo y su orificio. 

Entró  directo:  una  ejecución  así,  tuc,  de  atrás.  ¿Tenemos  dientes?  ¿Cómo  lucen los dientes? 

En dos días más, Sofía Egaña estará en Ciudad Juárez, donde el equipo trabaja en identificación de cuerpos de mujeres no identificadas o de identificación dudosa y, hasta entonces, debe resolver algunas cuestiones urgentes: tratar de vender la casa donde vive, quizás pedir un préstamo bancario, quizás mudarse. En un panel de corcho, a sus espaldas, hay una mariposa dibujada y una frase que dice Sofi te quiero con caligrafía de sobrina infantil. 

Ejemplos como el de Guerriero hay cientos. Este párrafo de un texto de Juan Villoro describe el tráfico en Tokio con muchos datos, sin aburrir:

El tráfico se estudia con la misma sutileza que el follaje. No hay otra isla con tan afanosos desplazamientos. Todos son tumultosos y todos funcionan. La hora pico existe pero es una variante apenas perceptible de la norma, un trastorno que solo altera a los microespecialistas, es decir, a todo los japoneses, capaces de distinguir si un té se prepara a 70 o 75 grados.

Villoro, Guerriero y Villanueva son solo tres de los escritores de no ficción que han optado por hacer buen periodismo sin aburrir con información fría, sabiendo utilizar las fechas, edades, estadísticas y otros números. 

El dato podrá tomar fuerza dependiendo de quién lo obtenga. Cuando el ex general boliviano Mario Vargas Salinas, le confesó a John Lee Anderson, dónde se encontraban los restos del Ché Guevara, el periodista tomó el dato y lo convirtió en conocimiento. Lo utilizó para llenar vacíos en su investigación y se cercioró que tenga el contexto suficiente para que sea entendido.

Estos ejemplos representan un buen periodismo. Me preocupa que el “de datos” sea la tendencia del futuro. Que poco a poco hayan más bases de datos sobre más temas y el trabajo del periodista se limite a visitar los portales que necesite. Que no salga a la calle, que no se acerque a la gente, que pierda esa capacidad de captar lo que sucede en su entorno, los lugares, esos detalles que hacen que el dato valga la pena.

En un manual de periodismo de datos del diario La Nación de Argentina, se recopilan las opiniones de reconocidos periodistas sobre el significado de este término y su importancia. Aron Pilhofer, de New York Times, dice que “el objetivo unificador es periodístico: proveer información y análisis para ayudar a informarnos todos sobre asuntos importantes de la actualidad”. ¿No se supone que todo el periodismo debería tener esa función? No creo que por la llegada de esta tendencia los periodistas empiecen a cuestionarse –recién– que su oficio requiere de análisis”. Otro mencionado es Tim Berns-Lee, fundador del Internet: “el periodismo de datos es el futuro. Los periodistas tienen que saber manejar datos…”. ¿No es redundante eso? Los periodistas trabajamos con datos todo el tiempo sino estuviéramos ejerciendo otra profesión, sin datos no hay materia prima, no hay artículo. Otro consultado sobre el tema fue David Anderton, periodista freelance, quien dice que “el periodismo de datos es tender un puente para superar la brecha entre los técnicos estadísticos y los cinceladores de palabras”. No sé qué piensen los periodistas que lean esto pero creo que nos pasamos los días haciendo lo que Anderton describe, intentando descifrar el lenguaje del médico, ingeniero, matemático, economista para traducir sus tecnicismos y escribir algo que sea medianamente digerible para nuestros lectores.

Frente al periodismo de datos, los que ejercemos el oficio tenemos dos opciones: ser consumidores de esa información y usarla como materia prima, o ser quienes lo generamos. Quizás el potencial está en encontrar temas cuya recopilación de información no se limite a un monitor.

Bajada

¿Nadie nota lo redundante del género periodístico de moda?