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«Drinking the Kool-Aid» es una metáfora usada en los Estados Unidos que apunta a una persona o un grupo que mantiene una creencia incuestionable o una filosofía sin explicación crítica. Es seguir ciegamente. Ser un borrego, diríamos en Ecuador. “Tomarse todo el juguito” también puede referirse al acto de acatar o seguir conscientemente una empresa destinada al fracaso por la presión social impuesta por el círculo al que se pertenece. La frase se originó en la Masacre de Jonestown en 1978, donde miembros de la secta religiosa ‘Peoples Temple’, seguidores del líder de culto Jim Jones, cometieron suicidio masivo al ingerir cianuro mezclado con un refresco en polvo, el Kool-Aid. 

Este escrito es la parte final de una trilogía que gira alrededor del planeamiento de Guayaquil y los dolores de parto a los cuales la ciudad y los ciudadanos deberán encarar en algún momento para dar el tan postergado paso de pueblo grande a ciudad.

Decido empezar por el capítulo final ya que luego de revisar una y otra vez el contenido de los escritos uno y dos –Guayaquil: Lo Que Pudo Haber Sido y Guayaquil: Pensamiento Lateral– noté que hay un factor primario que va más allá de cualquier acción, plan, o filosofía que un alcalde, un arbanista o un soñador puedan implementar en beneficio de una ciudad. El factor gente. En este caso es la gente de Guayaquil, mi gente.

Al hablar de ‘La Ciudad’ es ‘La Gente’ el factor más crucial porque, universalmente,  es el hombre quien crea, quien añade valor y quien habita dentro de una ciudad. La ciudad es por y para el ser humano. Pero en el caso de Guayaquil se da un peligroso fenómeno: el tratar de promover una discusión critica,  técnica y con fundamentos acerca del estado actual y el futuro de la ciudad es un tabú. Y como todos sabemos, los tabús no pertenecen al reino de la lógica o la realidad. Solo pertenecen a la mente de ‘La Gente’.

Hablar sobre los problemas actuales y sobre el futuro de Guayaquil se ha vuelto un tabú porque se los ha ligado a la vida política de los señores Jaime Nebot y Rafael Correa.  Es una falacia sumamente perjudicial para el futuro de la ciudad. En lugar concentrarnos en la de por sí difícil tarea de planear nuestra ciudad, perdemos nuestro tiempo discutiendo sobre quién es peor –ya ni mejor, y ni si quiera tomando en cuenta que Rafael Correa no es candidato para alcalde–.  Guayaquil no es Jaime Nebot. Guayaquil no es Rafael Correa.  Guayaquil son más de dos millones de habitantes pero, sobre todo, Guayaquil son los muchos millones más que vivirán ahí en el futuro. Con ellos tenemos la responsabilidad de entregarles una ciudad planeada técnicamente.

Para ejemplificar por qué nos estamos tomando el Kool Aid cuando discutimos el futuro de  la ciudad, voy a recurrir a las conversaciones que mantuve hace algún tiempo con un par guayaquileños. Luego expondré tres casos en los que incuestionablemente se aprecia una alarmante falta de noción en ciertos aspectos básicos concernientes al planeamiento de una ciudad.

 Conversaciones:

El primer ejemplo involucra a Personaje 1, proveniente de una familia ligada al PSC durante años. Algunos de sus familiares son miembros del partido y están relacionados con el Municipio. Desde que Rafael Correa asumió la presidencia, Personaje 1 no ha parado de decirme lo malo que era el Gobierno: corrupto, prepotente, tiránico. Lo peor que le pudo haber pasado al país y en especial a Guayaquil. El fin de Rafael Correa es vengarse de la ciudad por la ‘pica’ que le tenía ya que nunca pudo triunfar en ella, y según él, Jaime Nebot es lo único que mantiene a Guayaquil a flote. Personaje 1 me decía también que Jaime Nebot es un gran administrador y que la ciudad ha progresado muchísimo en los últimos 12 años.

Sin embargo recientemente, Personaje 1, recomendado por amistades, consiguió un cargo público con el Gobierno. Al saber de esto le pregunte que cómo así estaba trabajando con el enemigo. “¿Qué, no puedo cambiar de opinión?” me contestó Personaje 1. Ya que su cargo está relacionado con temas urbanos, él me pidió que le diera algunos consejos porque tenía cero experiencia. Entusiasmado, me tomé el tiempo de mandarle un largo email con sugerencias y ejemplos. Centré mi opinión en la importancia de crear comunidades por medio de obras, y no en hacer obras sin una visión holística que apuntase a aumentar la vida en comunidad. Como ejemplo le hablé del Malecón 2000. Lo hice con muchísimo respeto ya que sé lo incriticable que es en Guayaquil este lugar. Personaje 1 me agradeció y me dijo que le parecían muy interesantes los ​referentes y ejemplos ya que él era ahora un ‘Humanista’ –el nuevo sabor del día que los investigadores de mercado políticos parecen haber recomendado– pero que dejó de leer mi correo en el momento que mencioné el Malecón 2000. “Su éxito –me dijo– es incuestionable’.  Por esos días leí unos escritos de Javier El Equis Andrade que explicaban de forma clara y técnica lo que yo había tratado de explicar coloquialmente a Personaje 1 acerca del Malecón.  Con gran esperanza, le mandé los escritos y esperé su respuesta para tener una discusión constructiva acerca del tema. Hoy sigo esperando su respuesta.   

Unas semanas después volvimos a conversar, a raíz de unos tuits míos criticando la política de áreas verdes del Municipio de Guayaquil.  Personaje 1 empezó por advertirme: ‘No te metas con el Municipio o te va a ir mal’. Me volvió a explicar que Jaime Nebot es un gran alcalde con gran capacidad de ‘ejecución’ y un gran equipo a su servicio. Sin embargo cuando le expuse los detalles técnicos del por qué no me parecía una administración tan exitosa, Personaje 1 me dijo: ‘Mira yo la verdad no sé nada de Nebot pero mi pariente-X-que-trabaja-cerca-al-alcalde me dijo que es un genio, así que deja de cuestionar”. Así de simple.

Analizando las respuestas de Personaje 1 uno puede sacar varias conclusiones. Primero, el odio de Personaje 1  hacia Correa no es un odio a las ideas o personalidad de Correa, sino más bien al hecho de no haber pertenecido al Gobierno. Lo odió hasta el momento en que se unió a él. Además, Personaje 1 dice que quiere ser ‘Humanista’ y dice ser un profesional exitoso de mente abierta, pero al momento de intercambiar ideas y recibir información técnica de calidad, prefiere no discutir o leer esa información. Aún más,  Personaje 1 defenderá a capa y espada a un político a pesar de admitir que ‘no sabe nada’ acerca de él.  Personaje 1 is drinking the Kool Aid.

Si el primer ejemplo es muy decidor de la solidez de los principios y la madurez intelectual de Personaje 1, por lo menos su postura se explica desde el punto de vista de una persona que antepone el bien personal por sobre el bien de su comunidad o la lógica.  El segundo ejemplo, Personaje 2 es un poco más difícil de entender. Personaje 2 no tiene ninguna relación con el entorno del alcalde de Guayaquil. Es de una familia de clase media, creció sin lujos y siempre se esforzó para superarse profesionalmente. Hace algunos años hizo una maestría y recibió algunas becas para hacer talleres en el exterior. Su área de concentración es arquitectura y urbanismo con enfoque social y la mayoría de sus proyectos actuales están basados en mejorar la calidad de vida en el suburbio de Guayaquil. Luego de la fuerte negativa que Personaje 1 tuvo para considerar mis comentarios hacia el Malecón 2000 le pregunté a Personaje 2 su opinión como arquitecto guayaquileño acerca del proyecto. Su respuesta fue igual a la de Personaje 1: Una postura libre de cuestionamientos hacia el malecón. Que un arquitecto no tenga UN solo comentario acerca de un proyecto es algo increíble. Aún más, cuando el arquitecto trabaja con temas urbanos, escala a la cual el malecón pertenece. Traté de discutir con él y aclararle mis puntos de vista –segregación espacial, falta de creación de comunidad– pero solo me respondió que yo ‘no sabía de lo que estaba hablando’. Eso puede ser muy cierto, pero cuando le mande los artículos del Equis Andrade acerca del modelo de regeneración urbana de la actual alcaldía, Personaje 2 hizo lo mismo que Personaje 1: jamás me respondió.

Si en el caso de Personaje 1 la postura tiene un motivo –intereses personales– en el caso de Personaje 2 la actitud reacia a discutir el tema fue un enigma para mí. La única explicación que encuentro me asusta. Quizás Personaje 2 sufre de ‘Peer Preassure’, un miedo a no ser aceptado dentro de su ciudad si su opinión es diferente a la del resto. Pensando en esto me imaginé reunido con amistades  en una gran mesa afuera en Plaza Lagos –un lugar a donde me encanta ir– y decir -en medio de la tertulia- en voz alta: “A pesar de haber votado por él en varias ocasiones, pienso que el alcalde ha cometido errores en este y este otro aspecto” ¡Qué miedo! Lo primero de lo que sería acusado es de comunista, a pesar de que todos los presentes en esa mesa sabrían que si he alcanzado algo en esta vida es por ser totalmente ‘anti-comunista’. Trato de entender el pavor a discutir ciertos temas de los Personaje 2 y su relación simbiótica con los Personajes tipo 1: Los primeros son del tipo que tiene un irracional miedo a no ser aceptados por el grupo y los segundos son del tipo que tiene una increíble habilidad para pertenecer siempre al grupo en el poder, sea cual sea la ideología. Un día son ultra derecha; el otro, socialistas.

Casos:

Como ‘test para el lector’ voy a poner tres casos extremadamente claros de declaraciones públicas provenientes del Municipio. Escojo estos tres casos porque han tenido suficiente cobertura mediática como para que un considerable número de ciudadanos hayan prestado atención a ellos y porque las fallas técnicas que evidencian son demostrables fácilmente. 

El primer caso es un artículo de Diario Expreso tituladoLa cara verde del urbanismo guayaquileño’.

En este artículo se habla del estado actual de la dotación de áreas verdes en Guayaquil y la discrepancia entre las cifras de metros cuadrados por habitante que da el Municipio vs INEC –más de 8 vs 1.13 según el artículo–. Infiriendo sobre lo escrito en el artículo, que es un poco ambiguo, las áreas que se quieren contabilizar como ‘áreas verdes’ por parte del municipio parecen ser las siguientes: bordes de la Reserva de Producción Faunística Manglares El Salado (5.309 ha), el cerro Colorado (325 ha), cerro Blanco (6.078 ha), o el Sendero de Palo Santo (10,29 ha)’ y ‘El Paraíso, que tiene 577 hectáreas, o el Bosque Protector La Prosperina, de 570 hectáreas. Sumando las cifras mostradas en el artículo donde el lector pensaría que Guayaquil está surtida por abundantes áreas verdes, llegamos a la cifra de 12.869,29 hectáreas o 128’692.900 metros cuadrados, lo que dividido para 2’350.000 habitantes (censo 2010) da una total de 54,76 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.  No obstante, más abajo el articulo agrega: «el Municipio asegura que invierte trece millones anuales para áreas verdes». Esto ha permitido, dice la nota,  pasar de 0,5 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, que contabilizó el Cabildo hace doce años, a los alegados cincuenta y cuatro y pico. Según los números del artículo, si el Municipio cuenta todo lo que considera ‘área verde’ hoy en día tendríamos 54,76 m2/hab. Pero hace doce años la misma administración municipal afirmaba que contabilizó 0,5 m2/hab.  Esto quiere decir que en doce años se habría incrementado la dotación de áreas verdes por habitante en más de un 10 mil por ciento. Para entender mejor las extensiones de las que habla el artículo es bueno poner estos números en contexto. Hace doce años Guayaquil tenía alrededor de dos millones de habitantes y el Municipio, según el artículo, contabilizó 0,5 metros cuadrados de áreas verdes por cada uno. Es decir, hace doce años el total de metros cuadrados  era de un millón, o sea, cien hectáreas. Si seguimos la idea inferida por la nota de prensa, en doce años el Municipio incremento el total de áreas verdes de la ciudad de un millón de metros cuadrados a ciento veinti ocho millones seiscientos noventa y dos mil novecientos metros cuadrados. O lo que es un cuadrado de once por once kilómetros, algo realmente inverosímil. No obstante, ya que el artículo menciona muchas zonas de reserva natural pero el Municipio no clarifica cuáles cuenta y cuáles no, seamos lo menos exagerados posible. Si nos limitamos a los ocho metros cuadrados de áreas verdes urbanas por habitante guayaquileño que el Municipio aduce que hay hoy, tendríamos dieciocho millones ochocientos mil por dos millones trescientos cincuenta mil habitantes metros cuadrados de áreas verdes utilizables. O lo que es un cuadrado de cuatro punto tres kilómetros por lado.

La nota de prensa es ambigua –menciona varias reservas naturales de la ciudad pero no especifica cuáles de ellas realmente se contabilizan–. Además, es fácil notar que es de una gran inexactitud o se está tratando de engañar al lector. Porque si el criterio del Municipio es contabilizar reservas naturales como áreas verdes –y hace doce años contabilizaron solo 0.5 m2 por habitante en total– significaría que el Municipio está diciendo que sembró o habilitó casi la totalidad de Cerro Blanco, El Estero, los bosques en los cerros. Un disparate. Lo que se puede deducir del artículo es que esta administración municipal no contaba reservas naturales cuando tomó a cargo la ciudad. Doce años después, muy convenientemente, sí las cuenta.

Muy aparte de estos trucos de contabilidad, lo más preocupante no es la desinformación. Lo más preocupante es que el departamento de áreas verdes demuestra que no está capacitado técnicamente para hacer su trabajo, y no lo ha estado por doce años. Al contabilizar Reservas Naturales que están fuera de la ciudad, que son concentradas y que no son de fácil acceso y uso para los ciudadanos, el departamento de áreas verdes demuestra la noción arcaica y anti técnica de que las áreas verdes son elementos ornamentales.  

No estoy promoviendo la agenda ambientalista. Mi interés es que Guayaquil gradualmente funcione más como una ciudad con un correcto planeamiento urbano que como un pueblo improvisado. A continuación voy a explicar algunos motivos por los cuales las Áreas Verdes Urbanas son, desde el punto de vista técnico, indispensables para el correcto funcionamiento de cualquier ciudad.

Absorción de aguas lluvias (storm water management): La carencia de grandes zonas verdes con superficies suaves (tierra) distribuidas uniformemente por la ciudad propicia la falta de absorción y evaporación de las aguas lluvias. Este fenómeno es muy fácil de explicar: si todas las superficies de la ciudad son impermeables –asfalto, adoquín, concreto– es obvio que es más difícil para el agua lluvia filtrarse dentro de la tierra a las redes acuíferas naturales de drenaje. La ciudad se convierte en una piscina o un tanque de contención. Aparte de las inundaciones, el no permitir un drenaje natural de las aguas lluvias genera contaminación de las aguas que son vertidas al final a la ría y los esteros. Que Guayaquil es susceptible a inundaciones por su poca altitud y su cercanía a cuerpos de agua es cierto y es exactamente esa la mayor razón para hacer algo al respecto

El municipio culpa a la gente que deja basura tapando las alcantarillas, en lugar de dotar a la ciudad de una red de los mejores sistemas de drenaje naturales. Si hubiese parques de calidad con superficies suaves, de tamaño considerable y distribución uniforme por todo el territorio de la ciudad, la incidencia de las inundaciones en Guayaquil sería menos intensa.  Aquí y acá se pueden ver unas referencias.

Disminución del reflejo de radiación de onda corta (Heat Island Effect): Aparte de la carencia de parques, la mayoría de zonas transitables en la ciudad han sido progresivamente despojadas de su cobertura arbórea. Los nuevos proyectos de regeneración urbana, por algún extraño motivo, incluyen especies de insignificante cobertura, por ejemplo, las palmeras. Esta política del municipio ha incrementado la incidencia del ‘Heat Island Effect’ en Guayaquil, que se da cuando las superficies sin cobertura arbórea como pavimento y veredas se calientan por la incidencia solar muchas veces hasta cincuenta grados centígrados más que el aire alrededor de ellas. Esta energía se acumula durante todo el día y permanece hasta la noche, aumentando la temperatura real de la ciudad. Este proceso aumenta el estrés de los ciudadanos, las enfermedades respiratorias, la elevación de gases invernadero y la elevación de gastos económicos y energéticos por el uso de aires acondicionados. Que en Guayaquil la incidencia del sol es inclemente es verdad y es exactamente esa la mayor razón para hacer algo al respecto.

Hay voces que dicen que la predilección del Municipio por el uso de palmeras en la ciudad se debe al deseo de copiar la imagen de Miami. Espero que ese no sea el motivo ya que Miami se encuentra al lado del mar –hay mucha más incidencia de brisas– y en una latitud mucho más elevada que Guayaquil. La incidencia solar es muy diferente en las dos ciudades. Si alguien pensase que todas las soluciones que funcionan en Miami podrían ser trasplantadas a Guayaquil, pues no solo carece de toda noción de geografía sino también de todo sentido común. Acá más información.

Creación de sentido de comunidad: Durante siglos las áreas verdes y plazas dentro de una ciudad han sido el centro focal de la vida comunitaria. El contabilizar metros cuadrados de áreas verdes por habitante solamente demuestra una falta de noción en cuanto al rol que los espacios verdes tienen en la creación de comunidades más cohesivas. Además de los metros cuadrados de áreas verdes por habitante, el Municipio debería manejar cifras como distancias mínimas a pie de todo ciudadano hacia un área verde. También, tamaño y características mínimas que un espacio debería tener para ser técnicamente exitoso como área verde urbana. Distribución homogénea, calidad y masa crítica son conceptos que el departamento de áreas verdes no maneja. Es un claro ejemplo de un modus operandi sumamente nocivo desde el punto de vista económico para la ciudad: Invertir recursos en obras que al final no funcionan técnicamente. La carencia de áreas verdes de calidad, escala apropiada y fácil acceso a pie –a no más de 10-15 minutos– para todos los habitantes de la ciudad crea comunidades atomizadas sin ningún sentimiento de cohesión o pertenencia agravando el problema de la delincuencia en la ciudad. Que la sociedad de Guayaquil es sumamente diversa, segregada y, por ende, propensa a la violencia y el crimen es cierto. Es exactamente esa la mayor razón para hacer algo al respecto. Un par de link como referencia, acá  y acá.

Propiciar el andar a pie y el ciclismo para mitigar el tráfico en la ciudad: Si bien el tráfico en la ciudad se debe a un deficiente planeamiento vial y a una pésima regulación del uso del suelo, la cual debido a su filosofía de ‘Sprawl’ obliga al ciudadano a depender del automóvil, se podría reducir en algo la crisis de movilización que vive Guayaquil si se adoptasen políticas que hiciesen más confortable el desplazamiento a pie o en bicicleta de los ciudadanos. Rutas pedestres, de jogging o de ciclismo totalmente protegidas por cobertura arbórea. Sumadas a estas vías verdes podrían implementarse parques nodales a lo largo de ellas con infraestructura como duchas, casilleros y almacenamiento seguro para bicicletas. Si bien Guayaquil posee un clima en el cual transportarse a pie o en bicicleta es un reto es exactamente esa la mayor razón para hacer algo al respecto. El construir más vías y pasos a desnivel no alivia el trafico relativo, todo lo contrario, lo aumenta. Reducir el tráfico vehicular solo es posible reduciendo la necesidad de recurrir a él. El ejemplo de Hamburgo, aquí.

El segundo caso es este artículo relacionado con el crecimiento urbano de Guayaquil.

En él, el representante del Municipio informa que la única dirección hacia la cual Guayaquil puede crecer es Vía a La Costa.  Antes de entrar a analizar esta idea, lo más alarmante que se puede notar es la carente noción de cuál es el rol del departamento de planeamiento urbano de una ciudad.  A lo largo de todo el artículo, el representante municipal relata cómo son los promotores inmobiliarios los que deciden el crecimiento de la ciudad pero no cómo el Municipio tiene planeado el crecimiento de Guayaquil. Es fácil notar la confusión en el rol que el departamento de planeamiento urbano de Guayaquil debe tener. En lugar de dictar la política de crecimiento a seguir y de coordinar los esfuerzos de los promotores inmobiliarios para maximizar la calidad de sus ofertas, se piensa que el rol del departamento de planeamiento urbano es simplemente el de autorizar permisos de construcción y apenas relatar lo que sucede.  Es sencillo entender la manera caótica en la cual la ciudad ha venido creciendo. No hay una política que se enfoque en garantizar densidades mínimas para crear vida urbana eficiente, una correcta y homogénea distribución de equipamiento urbano –áreas deportivas, parques, comercio, servicios, educación, instituciones– un correcto mix de usos del suelo que ayuden a crear sentimiento de comunidad y reduzcan el volumen del tráfico en la ciudad y una real construcción de tejido vial distribuido que evite cuellos de botella urbanos.

Además de esta penosa ignorancia de las responsabilidades del departamento de planeamiento urbano, específicamente en el caso del crecimiento hacia la Vía a La Costa, no hace falta un genio para saber que es una bomba de tiempo. El permitir un alto crecimiento inmobiliario dependiendo de una sola vía, solo puede ser considerado un acto de gran irresponsabilidad o una estupidez. Un modelo similar ya puede ser experimentado por muchos en la Vía a Samborondón, pero aun así se quiere seguir castigando ​sin misericordia a los ciudadanos . Se dice coloquialmente en el mundo anglosajón que repetir el mismo error esperando un resultado diferente solo puede ser calificado como demencia.

Hay varias alternativas para el crecimiento de Guayaquil. No solo la Vía a la Costa. Hay también formas de crecer civilizadamente a lo largo de la Vía a la Costa, las que discutiré en los siguientes artículos. Que el crecimiento de Guayaquil ha sido desordenado y que la geografía de los cerros y esteros hacen de su futura expansión un reto es cierto. Es exactamente esa la mayor razón para hacer algo al respecto y no simplemente firmar permisos de construcción sin coordinación y sin un objetivo estudiado de crecimiento.

El tercer caso es un comentario acerca de la ‘Rueda de Guayaquil’ y GuayaDisney’

Desde hace unos meses, he escuchado planes municipales como una rueda moscovita similar al London Eye de Londres y un parque de atracciones o de lifestyle.  Si bien no he visto el proyecto de la Rueda de Guayaquil, escuché que se localizaría en el Malecón 2000. Basado en esto y solo como comentarios preliminares voy a explicar por qué una Rueda de Guayaquil no sería exitosa. 

Empecemos por el riesgo comercial. Hay que recordar que estos proyectos deben tener un éxito garantizado de décadas. Consideremos, también, que Londres tiene un flujo anual de alrededor de quince millones de turistas extranjeros, más que toda la población del Ecuador. Siendo turistas foráneos, esos quince millones van todos con el objetivo de gastar.  El ticket más barato del London Eye cuesta veinticinco libras esterlinas –casi cuarenta dólares–. ¿Cuánto se podría reducir ese costo si se quisiera mantener la calidad de la atracción? Además del costo, ¿sabe la alcaldía que el London Eye fue financiado por British Airways –con un trato de ‘naming rights’–y que ahora EDF –compañía gigantesca de energía de Francia– lo patrocina también bajo un esquema millonario de naming rights? ¿Hay alguna empresa en Ecuador del calibre de British Airways o EDF dispuesta a patrocinar a la Rueda de Guayaquil?  Y si la hubiese, ¿qué beneficio sacaría esa empresa auspiciando semejante obra?  El municipio no toma en cuenta que Londres es un ‘hub’ internacional que conecta a Norte America con Europa, África y Medio Oriente. Es, además, la capital financiera, cultural y empresarial de Europa. Esto le da a Londres un ‘footfall’ cautivo asegurado. Recordemos también que el London Eye es simplemente la última gran atracción de LondresLondres no construyo el London Eye para tener quince millones de visitantes. Londres ya tenía quince millones de visitantes asegurados antes del London Eye. El Municipio de Guayaquil tampoco considera que en Londres esta la cantidad más grande de grandes museos gratuitos en el mundo. Además, no se considera que el London Eye es el remate oeste del área llamada ‘South Bank’ un malecón –pero no cercado sino integrado a la ciudad– que corre por el banco sur del Tamesis. A lo largo del South Bank se encuentran las siguientes atracciones. Curiosamente, una de las atracciones más queridas por los londinenses en el South Bank es el undercroft, un espacio que fue tomado por skaters y grafiteros de la ciudad. Una vez que se tiene una visión informada del contexto inmediato y general en el cual se encuentra la Rueda de Londres, es fácil entender que una atracción como esta en solitario en Guayaquil sería un desastre financiero. Si se la quisiese hacer “a lo barato” terminaría siendo una copia mediocre y penosa del original. Una réplica barata del London Eye en el malecón de Guayaquil sería lo mismo que la torre Eiffel de Vinces, un hazmerreir y el símbolo de la mentalidad “Gran Cacao” que aún nos  acecha.

Pero la Rueda de Guayaquil en el malecón no es solo un riesgo financiero sino también  problemático desde el punto de vista urbanístico. El Municipio no ha considerado que alrededor del London Eye no hay edificios de gran altura y cercanía al área como en el Malecón. No se considera que el Támesis a la altura del London Eye  tiene doscientos cincuenta metros –y el Big Ben directamente enfrente– y no casi 2 kilómetros como el Rio Guayas. Básicamente el London Eye tiene buenas vistas de muchos destinos icónicos de la ciudad y además la rueda misma es vista como ícono desde muchos puntos. Con una Rueda de Guayaquil en el Malecón, veríamos demasiados edificios privados en primer plano. La rueda en sí solo sería ‘admirada’ desde Durán o Santay y a un tamaño pequeñísimo. Surge la pregunta ¿para qué tener una rueda de observación, si se tiene el tradicional mirador del cerro prácticamente al lado?

En cuanto al parque de atracciones, no puedo opinar a profundidad ya que al momento no hay información suficiente. No obstante el Municipio debería tomar en cuenta, de la misma forma que con el London Eye, la realidad de Guayaquil. Lifestyle destinations que han tenido problemas hay muchos, y en destinos mundiales establecidos como  EuroDisney en París y el Real Madrid World de los Emiratos. Real Madrid, por ejemplo tuvo que cancelar sus planes para su parque temático porque los estudios de mercado indicaron que no sería económicamente viable. Que el Municipio ha contratado a una compañía internacional (MCM Group) para este proyecto suena bien en primera instancia, pero después de haber trabajado en una compañía multinacional de igual o mayor tamaño que MCM Group debo advertirle al Municipio que cualquier compañía extranjera aceptara gustosamente el dinero de los ciudadanos para diseñarle el proyecto –mientras más grande mejor– que usted quiera sin impórtale a esa compañía si ese proyecto funcionará o no. Por ejemplo, si el presidente de la República del Congo –uno de los países más pobres del mundo– me pide que le diseñe un estadio de cien mil espectadores yo no le voy a decir que su estadio va a ser un fracaso, ya que esa no es mi responsabilidad.  Lo que usualmente se hace en estos casos si es que se percibe riesgo, es hacer un joint venture y condicionar el pago al arquitecto o planeador al éxito económico del proyecto. Más allá, lo preocupante es que nadie dentro de la comunidad de arquitectos y urbanistas de la ciudad sea incluido en la discusión sobre la necesidad y pertinencia de un proyecto de esta naturaleza y sobre a quién contratar para desarrollarlo. Es curioso como en Guayaquil no se hace un concurso abierto internacional o un short list de candidatos en estos casos.  Aquí hay un Link a la compañía MCM Group y su proyecto ‘Parque Temático Snoopy’. Sería interesante ver qué opinan los decanos de las escuelas de Arquitectura de la ciudad, así como arquitectos ecuatorianos reconocidos internacionalmente como Ana María León o Felipe Correa.

Una Rueda de Guayaquil o un parque temático –por más bien hecho que esté– serían un desperdicio. La ciudad no puede competir con ciudades con una masa crítica y reputación mundial en lifestyle parks como Miami, Las Vegas y los Emiratos. ¿Alguien en verdad cree que una persona en cualquier país de Sudamérica preferiría volar a Guayaquil solo por un parque de atracciones y una rueda, en lugar de ir a Miami?  Es ahí donde volvemos al gran problema mental de copiar en lugar de explotar lo que se tiene. Si en verdad se quiere aumentar el tráfico de turistas a Guayaquil, lo primero y único que hay que hacer es darle vida de ciudad a Guayaquil, convertirla en una ciudad con vida urbana vibrante. Los turistas no van a Buenos Aires, Lima o Rio por una rueda moscovita. Van para experimentar el sabor de la vida urbana de estas ciudades. En Guayaquil, en lugar de tratar de crear más sabor guayaquileño lo que se ha hecho es tratar de cubrir ese sabor con una capa de Miami-Genérico ¿Si de por sí es más fácil viajar a Miami que a Guayaquil, por qué alguien iría a la copia barata?  Lo que se debió haber hecho en Guayaquil desde hace tiempo es potencializar lo que solo Guayaquil tiene: esteros, cerros, ríos e islas. En los próximos escritos entraré más en detalle, pero la solución que atraería más turistas a Guayaquil es más fácil que un parque de diversiones o una Rueda: es limpiar el Estero Salado. Que Guayaquil es una ciudad ‘adolescente’ que aún no define su personalidad es cierto. Es exactamente esa la mayor razón para hacer algo al respecto, maximizando los recursos y rasgos innatos de la ciudad en lugar de disfrazarnos de algo que no somos y pasar vergüenza.

Mea Culpa

He querido relatar estas dos conversaciones y tres casos solo para subrayar un hecho: Ningún alcalde, ni presidente va a generar ese paso que tanto se ha venido retrasando en Guayaquil: el paso de pueblo grande a ciudad. No importa quien gane en estas elecciones. Una administración municipal sin un cambio de conciencia ciudadana no logrará nada.

Si yo tuviese que hacer un plan de acción para Guayaquil los puntos en los que me concentraría más que nada serían los siguientes:

-Manejo de las Inundaciones

-Disminución de la sensación del calor en la ciudad

-Disminución del caos vehicular

-Reducción de la violencia

-Distribución más uniforme de servicios y equipamiento urbano

-Creación de identidad a nivel comunitario y a nivel de ciudad

-Tender a una ciudad menos segregada socialmente, lo cual no quiere decir tender al socialismo o comunismo, sino crear más tolerancia entre clases sociales y darles un espacio y un sentimiento de responsabilidad para con su ciudad.

Lo alarmante es que luego analizar los 3 casos presentados en este escrito se podría decir que, en general, la administración municipal tiene como política INCREMENTAR los problemas de la ciudad:

-Ha contribuido con el problema de las inundaciones (falta de áreas verdes ejecutadas técnicamente)

-Ha contribuido con el aumento de la sensación del calor en la ciudad (falta de áreas verdes mitigando Heat Island Effect)

-Ha contribuido con el incremento de la violencia y crimen (falta de áreas verdes ejecutadas técnicamente que incremente el sentido de comunidad, participación y ojos en la calle)

-Ha ayudado a caotizar el tráfico vehicular (al planear una ciudad donde pensar en medios de transporte alternativos es algo inviable y al planear una ciudad distribuida inequitativamente donde no se puede prescindir del automóvil)

-Ha permitido la creación de bombas de tiempo urbanas como la Via a La Costa (por simple falta de noción de cuáles son los deberes de un departamento de planeación urbana)

Es negativo tener una administración municipal que se dedica a obras cosméticas más que a analizar y solucionar técnica e innovadoramente los retos a los que la ciudad se enfrenta. El fin de este escrito es el proponer que el mayor problema es la falta de honestidad que algunos de los votantes tenemos con nosotros mismos a la hora de elegir. Habrá un gran número de guayaquileños que leerán este artículo y pretenderán luego que jamás lo leyó. Habrá otros que dirán que a pesar de todo lo malo, la administración que tenemos actualmente es la mejor opción que hay, lo cual es terriblemente irrespetuoso. Estarían calificando a nuestro actual alcalde como un ‘peor es nada’. Otros dirían que la actual administración municipal tiene como misión mantener controlado al tiránico presidente. Eso es falso. Si ese fuese el interés del alcalde de Guayaquil, debería haberse postulado a presidente y derrocado al tirano. Habrá unos que dirán que en el juego de la política no todo es blanco y negro y que debemos resignarnos a vivir en un tono grisáceo, ya que vivimos en una sociedad altamente católica. A esos solo les responderé: “A los tibios los vomitaré’”. Al final otros dirían que la ciudad crece vertiginosamente y no hay forma de que las soluciones alcancen a los problemas. Este último es el más peligroso y triste argumento que he escuchado entre mis conciudadanos. El crecimiento vertiginoso de Guayaquil es una constante. Una administración que no pueda hacer algo al respecto y adelantarse a los problemas causados por este crecimiento esta automáticamente desacreditada para ocupar el cargo. Es obvio que si este argumento es verdad, y la actual administración solo puede perseguir a los problemas y no adelantársele, la curva problemas-soluciones se va a disparar en un futuro no muy lejano y el tráfico, crimen, las inundaciones, la incidencia térmica y segregación llegaran a un punto invivible.

¿Estoy osando decir que el modelo del municipio actual no es exitoso? Pues la primera tarea que una administración pública o una empresa debe hacer es analizar su rendimiento. Habiendo estado la actual administración municipal a cargo durante doce años, deberían existir por lo menos doce tomos con una lista de análisis de progreso anual para cada uno de los aspectos críticos de la ciudad por ejemplo: rescate del Estero Salado, control de inundaciones, caos vehicular, integración social, mitigación de la sensación de calor, disminución de la violencia, incremento del estándar de vida de los más pobres. Este último punto es importante siguiendo la lógica empresarial que ningún grupo es mejor que su integrante menos operativo. Sería bueno ver esos tomos y chequear, cuánto ha mejorado la condición del Estero Salado en doce años, cuánto ha cambiado la incidencia de inundaciones en ese tiempo. Si se ha mejorado o empeorado el caos vehicular.  Si los diferentes estratos sociales de la ciudad están más integrados o más segregados, si hay más o menos cobertura arbórea que mitigue la irradiación solar  y si hay más o menos violencia y crimen en los últimos doce años.

En resumen, entre nosotros tenemos mil excusas para no aceptar la verdad.  Mi deseo de corazón es que cada duayaquileño vote por quien le plazca, pero que entienda por qué está votando. Entienda que vota por tradición –como hice yo toda la vida al votar por alcalde–, o por intereses personales, o por miedo a que su grupo de amistades lo tilde de comunista o porque admitir los errores del actual municipio sería una conversación de mesa súper incomoda en el food court, o porque el presidente le parece insoportable. Pero no se mienta diciéndose a sí mismo que vota por un modelo de éxito. Como en el psicoanálisis, la única forma de mejorar es entender el por qué hacemos las cosas.

Bajada

Un Mea Culpa es necesario para poder avanzar hacia el futuro

(Tercera Parte de una Trilogía acerca de ese sueño que todos tenemos: Guayaquil Ciudad)