afiche_de_europa_report.jpg

En el afiche de Europa Report, una silueta humana, frágil, camina hacia la enorme y helada cordillera del satélite joviano. Está –estamos– frente a las montañas de la locura de Lovecraft. Estamos en el territorio del 2010 de Clarke. Estamos en la Europa de Cordero.

Cuando es buena, la ciencia ficción hace muchas cosas. Una de ellas es recurrir a los tropos y convenciones del género sin volverse una pantomima formulaica. Otra, es que se plantea –y se reconoce– como metáfora. Sobre todo, eso último. El juicio más injusto que se le ha hecho a la ciencia ficción es que es un género menor que carece de poesía y lirismo, “salvo por ciertas excepciones”; y es injusto pues la ciencia misma es una metáfora de la realidad: esa conjunción de materia, vacío, fe y paradoja.

“He was surrounded by lights. Then he was gone.”

La escena –la metáfora– más compleja, profunda y hermosa de Europa Report es también la más sobria: sin cortes ni música, sin diálogo. Durante 35 segundos, nuestro punto de vista es el de uno de los tripulantes de la Europa One flotando a la deriva en el cosmos, luego de una actividad extravehicular en la que el cable umbilical que lo unía con la nave se rompiera. El astronauta cae en el vacío y el punto de vista que se nos muestra es precisamente el suyo: la respiración cada vez más pesada, más lenta, hasta que, en silencio, somos testigos de su último abrazo al infinito. Es una escena conmovedora y terrorífica, pero Cordero no nos deja mirar a otro lado. La solemnidad se entiende tácitamente: acompañar a alguien durante su muerte es un acto de valentía y de humanidad, quizá el más duro y el más grande de todos: la vida que hay en nosotros se rebela ante la ineludible dicotomía, se vuelve soberbia; y pocas veces sentiremos con tanta lucidez de qué se trata eso de “estar vivos”.

“Sebastián Cordero tiene agallas”, pensé al ver la escena. Y cuando terminó: “¿Por qué decidió hacer eso?”

Me aventuro a sugerir que, sin ese punto de vista, hubiéramos sido meros espectadores de una aventura devenida en horror y no cómplices y camaradas de los exploradores de Europa. Su misión era la de todos: su fracaso es el de todos. Quizá por eso era necesario para la historia que fuese una agencia espacial privada y no una dependiente de un gobierno la que gestionara el proyecto: no hay guerras frías que ganar. No hay fronteras. Nosotros, todos nosotros, somos los artífices de ese viaje y los responsables de sus consecuencias.

“What does your life actually matter?”

Pero hay algo más. Durante el pre-estreno de la película, alguien del público le preguntó a Cordero por la dedicatoria al final de los créditos: “In memoriam Mónica Lucía Espinosa M. 1941-2012”. Cordero respondió que ese nombre era el de su madre, quien estuvo enferma y falleció durante el rodaje.

Un verdadero artista como lo es Sebastián Cordero, sabe que las paradojas son la cara oculta de la metáfora y que la vida presenta paralelismos con la ficción que solo pueden ser enfrentados mediante la rendición absoluta a sus designios: la historia es lo primero, la historia manda, la historia es el rey, la historia es dios. Y no puedes contar una historia que no sea la tuya; o, mejor dicho, a la que no hayas hecho tuya.

Contar una historia sobre una historia; y, más aún, sobre una historia de un viaje espacial, es reconocer que los mantras de Carl Sagan hablaban tanto del arte como de la exploración del universo: somos la conciencia del cosmos que se mira a sí mismo. Somos polvo de estrellas que navega entre las estrellas. Somos cuerpos y somos cuerpos celestes. Somos uno y somos un universo en esa cáscara de nuez que es el traje espacial.

Si vivimos, que sea para contar más historias.

Y si morimos, que sea como lo hicieron los tripulantes de Europa One: en la oscuridad, rodeados de luz. Y de vida.

Bajada

No-reseña de Europa Report o intento de análisis lleno de spoilers a partir de una escena y un afiche. “My god, it’s full of spoilers!”