api_2013_-_12_-_04_-_marcha_universidad_central_1_11_.jpg

En días recientes, y a partir de la nueva categorización de las universidades ecuatorianas publicada por el CEAACES (https://goo.gl/O008CT), han reaparecido en la prensa y en las redes sociales varias críticas al proceso de reforma de la educación superior que se está llevando a cabo en el país. En mi muro de Facebook, por ejemplo, he podido leer frases irónicas del tipo: “vivimos la phdización de la sociedad”, o “La tecnociencia es a la educación lo que la tecnocumbia es a la música”, o “Ahora en todo lado van a ser piores…Todos van a ser doctores” (refiriéndose a los profesores universitarios). No hace falta decir quiénes son los autores de estas frases, pero sí quisiera recalcar que a todos ellos los considero personas inteligentes, y que por ello he elegido sus frases para a partir de ellas construir este alegato.

Tal vez me equivoque, pero no es difícil inferir a partir de estas frases varios supuestos que estas personas sugieren:

  • que el hecho de que más ecuatorian@s estudien programas de doctorado es negativo de alguna manera (o por lo menos no es positivo),

 

  • que el establecer criterios objetivos de evaluación de los profesores universitarios y de la educación superior en general (llámese “tecnocratización de la educación” o como sea) no es positivo, y

 

  • que el que sea un requisito tener un título de doctorado para ser catedrático universitario es negativo.

En este breve artículo trataré solamente sobre éste último aspecto: el que se refiere al artículo 150 de la Ley Orgánica de Educación Superior, que especifica el requisito de tener un título de doctorado para ser profesor titular principal de una universidad en el país.

Vamos por partes. Uno de los argumentos que más he escuchado en contra de este requisito es que hay muchos profesores que sin tener título de doctorado, son excelentes en sus disciplinas, ya sea por experiencia acumulada, por estudios no acreditados, por brillantez innata, por mandato divino, o por lo que sea. ¿Que hay excelentes profesores que no tienen un título de Máster o de PhD? No lo dudo. ¿Y que existen profesores y profesionales mediocres que cuentan con estos títulos? Sin duda también. Pero teniendo en cuenta la baja calidad de la educación superior en el país (véase cualquier índice de producción científica de nuestras universidades), y el hecho de que durante las últimas décadas la asignación de cátedras ha sido en buena parte manejada “a dedo” por la UNE y sus brazos políticos, me atrevería a pensar que esa gran cantidad de profesores excelentes que no cuentan con títulos de doctorado, no es tan grande en realidad.

¿Nos aseguramos mejor calidad en los profesores al requerirles que tengan título de doctorado? Sin duda alguna. Habrá excepciones, pero alguien que ha cursado un doctorado, por lo general debería estar preparado para ser un académico solvente. Hablo por mi experiencia particular, aunque tengo la intuición de que mis apreciaciones se podrían generalizar a la mayoría. En mi caso, siento que los cinco años que he estado afuera, primero cursando un programa de máster, y después uno de doctorado, han cambiado radicalmente mi forma de pensar, para bien. En mis estudios de postgrado he aprendido, entre otras cosas, a pensar de una forma más ordenada, a leer mejor, a definir preguntas de investigación e hipótesis relevantes, a ser cuidadoso y minucioso con mis análisis, y a citar mis fuentes de forma correcta y honesta, aparte del entrenamiento como profesor a alumnos de pregrado y postgrado que he tenido. En síntesis, hoy conozco mucho mejor al método científico, y como plantear una investigación académica basándome en sus preceptos.

Por estas sencillas razones me sorprende que haya gente –alguna incluso inteligente como los amigos que cité al principio- que dude de que el nivel de la educación superior en el Ecuador mejorará al requerir que para ser catedrático universitario haya que contar con un título de doctorado. Si, como se ha mostrado repetidamente, el desarrollo de los países está íntimamente relacionado a la investigación, no es sino lógico que quienes están preparados para enseñar cómo investigar sean quienes ocupen las cátedras en nuestras universidades. Son muy pocos los países donde NO se requiere un título de doctorado para ser catedrático universitario. Es más, en los países con mejores niveles de educación y producción científica, los requisitos para ser profesor universitario son altísimos: en ellos sería impensable que alguien sin un título de doctorado alcanzase una plaza de catedrático.

Sí: mi opinión es totalmente sesgada ya que me encuentro cursando mis estudios de doctorado, y cuando vuelva al Ecuador necesitaré una plaza de trabajo. Lo acepto. Pero, aparte de esto, si me dan a elegir entre el sistema “antiguo” de asignación de cátedras, en el que jugaban un papel la experiencia del profesor -pero también los contactos políticos y las palancas-, y el nuevo, donde existe al menos un criterio objetivo que es el de tener un título de doctorado, me quedo con el segundo. Es verdad que al pedir títulos de doctorado para todo quien quiera ser catedrático perderemos algunos excelentes profesores que no tienen estos títulos, pero al mismo tiempo nos desharemos de un montón de mediocres que están enraizados en nuestras facultades desde hace décadas. Y más importante: evitaremos que en el futuro se cuelen en las universidades más de este tipo de profesores asignados a dedo por organismos políticos (o por lo menos les será bastante más difícil). Por supuesto acepto que deberían implementarse soluciones complementarias para que las personas que no cuenten con títulos de postgrado puedan acreditar su experiencia y conocimiento (exámenes complexivos, etc…). Pero, en primera instancia, pienso que el requerir que todos nuestros profesores titulares universitarios tengan título de Phd es un paso adelante hacia la mejora de la educación superior en el país. Puedo estar equivocado, pero esta vez, sinceramente, no lo creo.