El retorno de la turista
De los hombres me gusta el pelo, un pelo frondoso, abundante como una mata copiosa de hojas suaves es una invitación a hundir las manos en la raíz y agitar hasta que se alborote y se avive. De los hombres me encantan las orejas rojas, los lóbulos encendidos que me provoca ensalivar y poner entre los labios. De ellos me cautiva los ojos expresivos y, eso sí, la nariz debe ser prominente (los grandes hombres narizones fueron, decía mi padre), una nariz que te permita detener la vista. De los hombres rara vez me gusta la boca aunque sí es para besar, está bien. La barbilla sí, con su barba corta o con una hendidura profunda donde meter la lengua. Barba partida, que en realidad no es otra cosa que un defecto genético y bueno, hacer en esa barbilla una fiesta. Morder y chupar como si fuera una fruta aunque él se queje o se ría.
De los hombres me gusta el pecho, ancho y caliente. Si tiene vellos dorados o negros o grises hay que ir y agazaparse en ese bosque que siempre en el centro tiene un perfume particular, un hombre huele a sí mismo en el plexo solar, de allí viene el calor y el movimiento. Si no tiene vellos habrá frío pero una se desliza mejor. De los hombres quiero los brazos, el músculo del bíceps que se delinea maravillosamente a la menor fuerza porque ellos suelen ser magros en esa parte. De los hombres me gustan las venas de los brazos que son raíces suaves que se aprecian bajo la piel. Los dedos largos (me acuerdo de este ex amante que era pianista y con qué facilidad marcaba la octava en el teclado, mientras que yo necesitaba las dos manos) Dedos para entrar bien en agujeros, dedos para succionar.
De los hombres no me gusta el ombligo porque me recuerda a su madre. Me agradan las caderas, estrechas, que bailen y que trepen, las piernas largas, incluso mucho más largas como si se tratara de un muñeco mal dibujado. De los hombres me gusta el sexo, el sabor y el olor del sexo que es como de madera pero un poco más dulce. Un sexo tan raro es ese, tan agresivo (la madre de una amiga me contó que al ver la erección de su primer amante salió corriendo) ¿por qué el sexo de los hombres es tan brutal? Del sexo de los hombres me gusta el tacto, fuerte en la mano, el juego casi infantil de bajar y de subir por él, el paroxismo que les causa, la sensación de herida que deja cuando ha estado entrando y saliendo del mío por bastante rato, es una sensación de pérdida, de falta incompensable. De los hombres me gustan las rodillas flacas, los pelos de las piernas que son rizados y negros, siempre feos. De los hombres me gustan los pies, a veces me dan risa. De los hombres no me gusta es que se gastan.