Partiendo de Miami
Hace algunos meses leí en tuiter una discusión, no sé quién la empezó, pero iba más o menos así: ‘Guayaquil sería una mejor ciudad si le copiase a Miami algunas cosas’. Obviamente, al escribir ‘mejor ciudad’ y ‘algunas cosas’ estoy siendo sumamente vago. La verdad es que entrar en especificidades no es el objetivo de este texto, sino hurgar en esta premisa y tratar de crear mi propia narrativa partiendo de ella.
Desde que era pelado, escuchaba a mis compañeritos en el Jefferson hablar sobre Miami como la tierra prometida, el lugar más bacán para irse de vacaciones. Cuando por fin me toco viajar a mí, pues me pareció cool también, creo, pero escuchar ahora a mis 35 años que deberíamos copiar a Miami para ser mejores como Ciudad me da un poco de risa. Especialmente después de haber vivido en Estados Unidos, Europa y China.
Lo poco que recuerdo de la opinión de mis amigos de la universidad en Nueva Yorksobre Miami era que, más o menos, era una versión un poco más segura de Tijuana. Básicamente: ir en Springbreak a emborracharse y ‘get laid’. Ninguno de ellos dijo que quisiera vivir en Miami o que quisiera aprender algo acerca de Arquitectura o Urbanismo tomando a Miami como modelo. Para ser sincero, entre mis profesores en Nueva York, Miami es considerado un lugar de mal gusto arquitectónico.
En todo caso, como no soy de los que creen en argumentos sin investigar, me dedique a buscar datos sólidos para saber si Miami sería un buen ejemplo a seguir para Guayaquil
¿Qué parámetros se podría usar para analizar a Miami? El bienestar de los habitantes de una ciudad es algo demasiado subjetivo. Trafico, áreas verdes, polución, entre otros, son puntos que podrían afectar el nivel de vida de una ciudad, pero si hay algo de lo que todos mis amigos en Guayaquil se quejan es la seguridad. Y seamos más específicos, lo que más miedo les da a los guayacos no es un robo gentil, sino la violencia extrema. Así que como primera muestra, decidí buscarme un mapa de los Estados Unidos que muestre los índices de crímenes violentos por Estado. Enseguida encontré tres mapas muy interesantes: índice de crimen, índice de homicidios e índice de ira –calculado comparando todos los crímenes violentos: violaciones, agresiones y homicidios per cápita–.
Es fácil ver que Florida –incluyendo el condado de Miami-Dade– se lleva los primeros puestos en los 3 estudios sobre criminalidad. Claro que cualquiera que se haya perdido una tarde en Opa-Locka sabía esto sin tener que ver ningún mapa.
Ahora bien, si se trata de encontrar un patrón en estos mapas se podría pensar a la rápida que las áreas donde más crimen hay son las áreas donde más afroamericanos y latinos existen. Todos los Estados del sur, más Chicago y Nueva York. En cierta forma parecería ser lógico ¿no? ¡Negros y Latinos son los que causan todos los problemas en los EEUU! Pero como en Guayaquil me enseñaron a no ser racista me puse a pensar en alguna alternativa. ¿Qué tienen en común todas estas áreas, a parte del alto porcentaje de minorías?¿Será que, quizá, los altos índices de criminalidad no dependan de la raza, sino de la densidad de las poblaciones? Para salir de dudas busque dos mapas más: uno que muestra densidad poblacional y otro que muestra el porcentaje de bebés de minorías raciales.
Después de analizar estos dos últimos mapas y superponerlos con los 3 primeros, note un par de cosas. Primero, en Oregón y Washington, hay alta densidad poblacional y alto índice de minorías raciales en ciertos condados y sin embrago sus índices de crimen, homicidios e ira son menores que la media estadounidense. En segundo lugar, en Dakota del Sur y Montana también existen enclaves con alto porcentaje de minorías raciales pero, al contrario de los dos casos anteriores, las densidades urbanas son menores. ¿Si la presencia de minorías raciales y la densidad urbana no son las causas directas de los altos índices de criminalidad., entonces cuáles son? ¿Cuál es la diferencia entre la ‘vibra’ de Seattle y Miami (Washington vs Florida) por ejemplo? ¿Quizás sea el Grunge versus la Salsa? ¿O quizás, Oregón, Washington, South Dakota y Montana a pesar de tener comunidades de minorías raciales las saben integrar mejor? Medir la integración social de grupos minoritarios es algo complicado de cuantificar, pero se me ocurrió buscar un mapa más para corroborar mi sospecha: el índice Gini por Estado (es genial comprar el índice Gini global estadounidense con el del resto del mundo…resulta que los Estados Unidos son inequitativos como el Ecuador)
Después de superponer el mapa con el índice de Gini sobre los demás, es fácil ver que lo que diferencia a Oregón, Washington, Montana y Dakota del Sur de otros Estados con presencia de minorías raciales es la distribución de las riquezas. En otras palabras, la integración de las minorías raciales en estos Estados, es lo que ha garantizado sus bajos índices de criminalidad[1].
¡Pero no nos pongamos tristes por Miami! Si bien Miami quizás no sea un buen ejemplo a seguir para Guayaquil si nos basamos puramente en sus índices de criminalidad, quizás Miami sea un buen ejemplo de qué NO seguir. Pero para saber porque los guayacos tenemos esta obsesión con Miami, creo que hay que plantearse una pregunta que se parece a la del Huevo y la Gallina: ¿Los guayacos estamos obsesionados con Miami porque Guayaquil se parece a Miami o Guayaquil se parece a Miami porque los Guayacos estamos obsesionados con Miami?
Creo que no hay una respuesta cien por ciento correcta pero tiendo a inclinarme por la segunda opción ¿Y por qué los guayacos estamos obsesionados con Miami?
La respuesta es fácil:¡es el ticket de avión mas barato! ¡Así que casi todos hemos tenido el chance de ir! Por eso es lo único que podemos ofrecer como ejemplo para nuestra ciudad y es tal vez por eso que Guayaquil ha sufrido una Miami-zacion de su tejido urbano. No porque Guayaquil comparta muchas características con Miami sino porque el sur de la Florida es donde más guayacos paran. Esta situación me recuerda al famoso efecto Vinces / Paris Chiquito, donde gran cantidad de hacendados exportadores de cacao ( Los ‘Gran Cacao’) viajaban constantemente a Francia de vacaciones o por estudios. Este fuerte deseo de los ‘Gran Cacao’ por ‘afrancesarse’ y diferenciarse de sus compatriotas vincences menos adinerados derivó en la copia masiva de las costumbres y la arquitectura de Francia en Vinces. Este gracioso fenómeno solamente sirvió para remarcar diferencias en riquezas materiales y mas no, para mejorar la arquitectura o urbanismo de Vinces.
En todo caso, hemos establecido ya que la inequidad y falta de conexión entre comunidades y estratos sociales en Miami son quizás la causa primaria de los altos índices de crimen violento en esta ciudad. Nos sería entonces posible establecer la siguiente hipótesis: el aumento del crimen violento en Guayaquil se debe más que nada a la segregación social que ha venido experimentando la ciudad en la última década gracias a la Miami-zacion de su tejido urbano.
¡’Momentito!’ Ya escucho como muchos estarán brincando y acusándome de manejar cifras ya que ellos jamás han visto o experimentado ningún tipo de crimen en Miami. Esa es exactamente la prueba número uno de mi hipótesis. Obviamente hay lugares espectaculares en Miami donde el clima y la geografía de la ciudad se han usado para crear oasis de lujo donde uno puede vivir como un mini jeque. Pero como toda intervención tipo Hollywood, tras esta fina fachada de cartón, hay situaciones más parecidas a una película de terror. Los guayacos solo vemos esta fachada lujosa cuando vamos de visita. Nadie nunca nos habla a los guayacos sobre la tensión social en Miami, ni de cómo la ciudad está en el Top 10 elaborado por el FBI para el año 2013 entre las ciudades más peligrosas de los Estados Unidos. De acuerdo a estas cifras, Miami tiene cuatro veces más asaltos que el promedio nacional y uno de los índices más altos de crimen por área geográfica: 500 robos por milla cuadrada.
En síntesis, lo que hemos importado de Miami no es cómo explotar de la mejor forma los atributos naturales de la ciudad[2], sino cómo esconder los problemas sociales tras ciudadelas cerradas que, en lugar de resolver sus causas son un simple parche que solo ayuda a aumentar la tensión social convirtiéndose en un círculo vicioso de miedo y segregación. Mientras más nos encerramos tras muros y cortamos puentes, más se incremente la tensión social y por ende la violencia. La gran lección que Guayaquil debería de tomar de Miami es que la segregación social es la fuente principal de la violencia en toda comunidad y, por esto, en lugar de crear muros deberíamos crear puentes, literal y metafóricamente.
Aterrizando en Guayaquil
En la última década más que nada, la zona norte de Guayaquil ha experimentado un crecimiento explosivo al este y al oeste del rio Daule.
El otro día me sorprendí cuando me puse a analizar un plano de Guayaquil. Siendo un arquitecto guayaco sentí vergüenza de que jamás me había hecho un mapa mental de mi ciudad. Jamás me había dado cuenta que las ciudadelas más exclusivas de la ciudad, en la vía a Samborondón, están geográficamente a, más o menos, 500 metros –el ancho promedio del Rio Daule– de ciudadelas de estratos sociales más populares como Sauces, Guayacanes y El Limonal
Far away so close.
Me chocó en ese momento que dos mundos tan diferentes estuviesen tan cerca.
¿Cuáles son las mayores diferencias entre estos dos tipos de ciudadelas desde el punto de vista de Planeamiento Urbano? ¿El costo del metro cuadrado de construcción? ¿La clase social de los dueños de viviendas? ¿Los niveles de seguridad? No.
La diferencia más grande, desde el punto de vista de Planeamiento Urbano, es básicamente el mix del uso del suelo. En la gran mayoría de urbanizaciones en la vía a Samborondón, el uso del suelo es 100% homogéneo: vivienda. Mientras que en otras áreas de Guayaquil como Urdesa, La Alborada, La Garzota, El Centro el uso del suelo es exuberantemente diverso: vivienda, comercio, educación, recreación, servicios, ocio, turismo: una distribución más natural y orgánica de usos y actividades.
Lo más gracioso para mí es que en mis últimas visitas a Guayaquil he visto que muchas de las nuevas ciudadelas de la vía a Samborondón promocionan sus diseños urbanísticos como seguidores del ‘Nuevo Urbanismo’. Esta estrategia de marketing me resulta graciosa por dos motivos: Primero, la efectividad del Nuevo Urbanismo ha sido sumamente cuestionada a nivel mundial y segundo, pienso que en Guayaquil ya existían ejemplos exitosos de un Nuevo Urbanismo criollo. Pero para poder explicar estos dos motivos, tengo que primero hablar un poco sobre qué es el ‘Nuevo Urbanismo’
La tendencia del Nuevo Urbanismo nació alrededor de los años 80 en EEUU como respuesta a la dependencia del automóvil en el planeamiento urbano posterior a la Segunda Guerra Mundial. El Nuevo Urbanismo criticaba el uso homogéneo del suelo y la segregación de actividades que se generó en EEUU con desarrollos inmobiliarios tipo ‘suburbs’ donde grandes áreas de terreno solo contenían viviendas y los usuarios tenían que manejar largas distancias hacia sus lugares de trabajo, estudio o compras (shopping mal). Aparte de incrementar el tráfico vehicular este tipo de diseño urbano segregado tenía como efecto el tener áreas totalmente muertas a diferentes horas del día: los centros de oficinas muertos por las noches, las vastas áreas de vivienda muertas durante el día. Quizás uno de los mejores escritos que inspiro al Nuevo Urbanismo fue: ‘The Death and Life of Great American Cities’ escrito por Jane Jacobs en 1960.
En esencia las premisas y objetivos del Nuevo Urbanismo fueron muy válidas, pero la ejecución de ellas estuvo en manos muchas veces de individuos con poco talento. Y esta es mi primera (pequeña) crítica al uso del término Nuevo Urbanismo como instrumento de marketing en Samborondón: Alrededor del mundo, el Nuevo Urbanismo (por mala ejecución) ha sido un modelo con muchos fracasos ¿Por qué? Porque a pesar de que los diseños urbanos específicos de este tipo de ciudadelas o distritos tienen muchas veces muy buena coherencia interna, siguen siendo simplemente islas desconectadas del tejido urbano a su alrededor. De esta forma a pesar de que dentro de estas ciudadelas se trata de mezclar los usos de suelo ( comercio, distracción, oficinas, viviendas), su tamaño no es el suficiente para en verdad poder ofrecer a sus habitantes todo lo necesario para una vida completa dentro de la ciudadela
Aparte de esto la mayoría de estos proyectos –por haber sido construidos en un relativo corto tiempo y no haber crecido naturalmente través de un largo período, como una ciudad normal– no poseen ninguna identidad propia y para contrarrestar este problema sus diseñadores fuerzan una ficticia sobre ellos: efecto Disneyland donde cada ciudadela tiene un ‘theme’, tan carente de profundidad como las lagunas artificiales que en ellas abundan.
El segundo (y mayor) motivo por el cual me da gracia el uso del término Nuevo Urbanismo en las nuevas estrategias de marketing en la vía a Samborondón es que, si analizamos los preceptos claves que el verdadero Nuevo Urbanismo busca, nos daremos cuenta que en Guayaquil ya ha habido ejemplos muy exitosos de un real Nuevo Urbanismo. ¿Cuál es el ideal clave del Nuevo Urbanismo? Promover un uso del suelo que sea lo más heterogéneo posible para dar la oportunidad de que sus usuarios puedan trabajar, vivir, distraerse, comprar y estudiar en un área geográfica próxima. ¡Qué mejores ejemplos de Nuevo Urbanismo que La Alborada, La Garzota, Urdesa, El Centro, entonces[3]! En ellas, a diferencia de cualquier ciudadela de la vía a Samborondón –incluyendo las nuevas ofertas que contienen oficinas, restaurantes y locales comerciales–donde podemos encontrar DE TODO y a pie. Después de esta sencilla comparación queda claro que el término Nuevo Urbanismo no solo que está siendo usado equivocadamente, sino que lo que se está planteando en la vía a Samborondón es totalmente lo opuesto. Es un modelo ‘suburb’ dependiente 100% en el automóvil sin importar cuantos restaurantes y locales comerciales –todos muy chéveres valga aclarar– se planteen. Creo que en lugar de escondernos en términos foráneos como ‘Nuevo Urbanismo’ lo que debemos hacer es ser sinceros y aceptar que lo que estamos tratando de implementar en la vía a Samborondón es lo mismo que causa los altos índices de violencia en Miami: segregación social. Lo que se ofrece en la vía a Samborondón son muros no puentes.
Es por esto que después de ver el mapa de Guayaquil, y pensar en Miami, el Nuevo Urbanismo, la vía a Samborondón y La Garzota se me ocurrió proponer una intervención urbana para Guayaquil que quizás le enseñe algo a Miami.
La vía a Samborondón tiene dos problemas de los que se quejan hasta los más acérrimos miami-lovers: El uso del suelo demasiado homogéneo y el tráfico infernal de su única vía principal ¡Es impresionante darse cuente que para ir a la vía a Samborondón desde Guayaquil básicamente solo se puedes tomar el Puente Alterno Norte o el Puente de la Unidad Nacional!
¿Qué pasaría si aprovechásemos la cercanía geográfica de la vía a Samborondón al resto de asentamientos al norte de Guayaquil? ¿Qué pasaría si, en lugar de ampliar el mismo ‘Cuello de botella de la Unidad Nacional’ se construyesen puentes alternativos de norte a sur de la ‘península’ de Samborondón cruzando 500 metros al oeste para conectarse con las ciudadelas de Guayaquil que tienen un verdadero Nuevo Urbanismo exitoso? Con una sola intervención como ésta se mitigarían dos problemas: el trafico infernal (problema superficial) y la segregación social / violencia (problema de fondo).
Si se observa la trama actual de vías principales en la ciudad y en la vía a Samborondón se puede ver una predominante condición Norte-Sur frente a una carencia de conexiones importantes Este-Oeste. Quizás muchos piensen que tal conexión bajaría la plusvalía de las zonas de la vía a Samborondón. Pero bajo esa misma lógica se podría también decir que lo que pasaría es que áreas como Sauces, Guayacanes, Samanes, Ciudadela Huancavilca, entre otras, subirían en plusvalía.
Es más, si quisiéramos usar nuestra imaginación podríamos pensar que quizás el incremento de dinamismo causado por estos puentes lograría activar la ribera oeste del Daule al norte de la ciudad, convirtiéndose en una continuación lógica del centro y malecón originales de Guayaquil. No es difícil imaginarse un nuevo centro de la ciudad a lo largo del río Daule, con una buena mezcla de usos de suelo –con una autentica trama urbana– incluyendo parques urbanos, edificios de oficina y departamentos, áreas comerciales y escuelas. Quizás estos puentes creen un nuevo polo que beneficie tanto a la vía a Samborondón como al resto de ciudadelas del norte de Guayaquil. Todo sin construir muros sino puentes.
La planificación urbana de una Ciudad es un instrumento clave para elevar la calidad de vida de los ciudadanos: con ella se puede atacar problemas e incrementar virtudes. Por eso todos los Guayaquileños deberían saber muy claramente cuál es el plan para los siguientes 10, 25 y 50 años en cuanto a desarrollo de nuevos polos de crecimiento, correcto uso de las características geográficas de la ciudad, descongestionamiento vehicular, des-segregación de usos de suelo y dotación de áreas verdes
Sin embargo, sospecho es que el planeamiento urbano de la ciudad está más determinado por quienes son los dueños de las tierras y cuáles son sus deseos en cuanto a desarrollo inmobiliario en lugar de una estrategia trazada por profesionales de diseño urbano trabajando junto a los ciudadanos de Guayaquil. Eso explicaría fácilmente la falta de coordinación y el caos que experimenta la ciudad hoy en día.
Como conclusión digamos que, en lugar de copiar soluciones superficiales, podríamos pensar un poco más en cuáles son nuestros propios problemas locales y cómo el planeamiento urbano de nuestra ciudad quizás sea el causante o incentivo de ellos. También sería sano que investiguemos más y no nos dejemos meter gato por liebre, ya que quizás las ‘soluciones’ y tendencias que queremos imitar están, en realidad, incrementando nuestros problemas. Sería bueno preguntarse quién dicta y quién ha dictado el Planeamiento Urbano de Guayaquil durante las últimas décadas. Es importante que la ciudadanía en general pero en especial los arquitectos, urbanistas y profesores de arquitectura y urbanismo de Guayaquil exijan discusiones abiertas acerca de las políticas y estrategias que se están siguiendo para planear el futuro de la ciudad.
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[1]*Si bien para efectos de mi argumento he tejido estas conclusiones basado puramente en una lógica propia y en supuestos establecidos por mí, todos los datos y estadísticas son absolutamente fidedignos
[2]A pesar de mi crítica acerca de la segregación social en Miami, es innegable que la ciudad ha sabido usar mejor que Guayaquil sus recursos naturales. En un siguiente artículo tocaré el tema del mal uso de los recursos naturales de Guayaquil
[3]Aparte de la heterogeneidad de los usos del suelo otro de los objetivos del Nuevo Urbanismo es promover la circulación pedestre y minimizar el tráfico vehicular lo cual obviamente no se da al 100% en La Alborada, La Garzota, Urdesa o El Centro. Esto se debe en mi opinión a un mal planeamiento y categorización entre vías locales y vías conectoras
De Miami a la vía a Samborondón pasando por Sauces y Guayacanes
Un texto sobre puentes, en el sentido literal y metafórico. Puentes para conectar zonas geográficas divididas y puentes para conectar sociedades divididas.