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Declarando una memoria en tiempos de amnesia

 

“El destino se encarga de tejer invisiblemente los acontecimientos humanos, mezclando lo grato y sutil con lo desagradable y grotesco. Conviene apreciarlos, no con los ojos del cuerpo, sino con la antena espiritual del sentimiento.”

Don Byrne (Messer. Marco Polo)

 

 

Viernes 17 de febrero, aprovechando el feriado de carnaval, viajo desde Quito con destino a Macas junto a Rafael y David, dos hermanos con los cuales comparto un Camino Espiritual. El objetivo es realizar el Tunakaramamu y Natemamu –ceremonias tradicionales iniciáticas del pueblo Shuar– ritos encaminados a fortalecer nuestro compromiso con este camino. Mi propósito personal tras siete días de ceremonia es profundizar el conocimiento, desarrollar el entendimiento y atención requeridas para trabajar con las plantas de poder –desde una visión holística, proveniente del amor prodigado por nuestra Allpa Mama hacia todos los seres– y que han sido usadas ancestralmente por hombres y mujeres de medicina para sanar, curar y restaurar la armonía entre el ser y el universo.

Ya en la provincia de Napo, en un retén móvil de control, somos apresados por policías antinarcóticos. Tras presentar mis documentos de ciudadanía, ellos proceden a revisar, sin orden judicial, el vehículo en el que me desplazo. En esta revisión, en la maleta de uno de mis hermanos, ellos encuentran 13 frascos de 30ml de extracto etanólico de cannabis (planta de marihuana macerada en alcohol de 90 grados, no apto para consumo humano, usado como bálsamo tópico para curar dolores corporales, artritis, osteoporosis). Esta medicina fue preparada y rezada por uno de mis hermanos del camino, con la intención para presentarla en el rito de purificación en la cascada, para honrar y pedir protección a las trece lunas que caminan en el lapso de un año. Se trata, de alguna manera, honrar a estas trece Abuelas Sagradas y su sanación.

Inmovilizados somos conducidos a una “casa de seguridad” de antinarcóticos, para realizar una revisión más detallada del vehículo y de nuestras pertenencias. Al llegar, la fiscal de flagrancia ya se encontraba allí. Tras “revisarnos e interrogarnos exhaustivamente”, lo único que encuentran junto a nuestros instrumentos sagrados y una funda de tabaco preparado de la manera tradicional para levantarlo en las ceremonias –el cual, por supuesto, también fue considerado como “droga”– son las vituallas e implementos necesarios para pasar una semana en la selva. Adicionalmente a la medicina incautada, como parte de las “evidencias encontradas”, nos despojan de nuestra ropa, teléfonos celulares, la cantidad de 200 dólares americanos de cada uno y el vehículo en el que viajábamos. Las explicaciones referentes a que la “sustancia” encontrada es medicina, de que llevo con estas prácticas chamánicas por un período aproximado de nueve años, de que un maestro Shuar, reconocido nacional e internacionalmente, nos espera en la ciudad de Macas para dirigirnos hacia una de las cascadas de la zona a realizar un rito de purificación, de que soy estudiante de Antropología, todo esto solamente produce burlas y comentarios sarcásticos de parte de quienes nos han detenido.

Como son las once de la mañan de un viernes, la señora fiscal indica que la audiencia de flagrancia sería al día siguiente, misma hora, y que por lo tanto debíamos ser trasladados al Centro de Detención Provisional de Archidona hasta que nos presentemos ante el juez de turno. Posteriormente, ella se retiró a su oficina sin antes comentar cínicamente: “ve los problemas en los que le mete su cascada sagrada: estábamos siendo acusados de narcotráfico por transportar sustancias sicotrópicas penadas por la ley ecuatoriana.

En ese momento estallan en mi consciencia las palabras sentidas incontables veces en ceremonias rituales, una palabra dada como consejo para encarar estos ritos iniciáticos, para encarar la vida misma: “… recuerda caminar con la humildad de saber quien eres, un guerrero de la Luz; que la voluntad de tu espíritu te conduzca por senderos de Paz; que la sinceridad de tu corazón sea el faro que discipline tu caminar; que el valor que tienes te mantenga firme en la integridad de este camino, camino de corazón”. Protegido solamente con la serenidad proveniente de saber que no soy el primero que esta siendo encarcelado por caminar un sendero de una manera disconforme a la impuesta por un sistema hipócrita y caduco, les explico a nuestros policías captores que ésta es la medicina que mi pueblo indio ha usado por miles de años para sanar a su gente, que todas las medicinas alopáticas tienen en sus compuestos químicos una base natural, que el cigarrillo que nos vende la industria tabacalera no tiene nada que ver con el tabaco ritual que tenemos preparado para nuestras ceremonias, sino que con ese tabaco rezamos.

Les pido de favor que me devuelvan la funda de tabaco para liarlo con un papel y rezar por nuestra claridad. Desconfiados, acceden. Al liar el tabaco, lo hago expresando un rezo ancestral de protección en lengua Kichwa. Siento su fuego en mi corazón, su claridad en mi mente, rezo con él: “Gracias Abuelo Tawku por permitirme sostenerte en mis manos, gracias por permitirme levantar una voz hacia lo Sagrado. Tú que eres el Gran Misterio encarnado en nuestra madre-abuela Tierra, en nuestra hermana-abuela Agua, en nuestro padre-abuelo Fuego, en nuestro hermano-abuelo Aire, padres y madres dadores de Vida, escuchen mi ruego …” todos están en silencio, nos miran con ojos de desconcierto, una extraña mezcla de susto y asombro.

Mis hermanos y yo terminamos de rezar. Desde su aturdimiento, uno de los policías gimotea unas palabras: “si quiere le presto un ratito sus teléfonos para que cada uno haga una llamada, solo una”. De la “funda de evidencias” extrae nuestros teléfonos, en el preciso instante que activo mi teléfono para llamar a mi esposa, entra una llamada al teléfono de mi hermano Rafael; es ella quien nos está llamando. Le pido calma y le cuento rápidamente la situación, le pido que se comunique con Don Hilario , mi maestro shuar, y con las personas adecuadas para que acudan a este llamado de ayuda. Inmediatamente, recibimos otra llamada telefónica, es la madre de mi hermano David. Ella nos cuenta que Mama Gloria –custodia de Cochasqui– le ha llamado para decirle que “nos esta velando”… esta mujer sabia ha tenido la visión de nuestro encarcelamiento. En horas de la tarde, llega mi esposa, mi familia del corazón, nuestra gente. Los que se han quedado en Quito, se han asignado la tarea de buscar todos los amparos constitucionales para pedir nuestra libertad. Nos sentimos reconfortados con su fuerza, su claridad y su amor, en ese momento de oscuridad veo la luz de un pueblo que ha guerreado incontables luchas con el fuego y el latido de un solo corazón.

Los policías de antinarcóticos, con aire de arrepentimiento, nos dicen que nos tienen que llevar al CDP, que tengamos cuidado, que en ese sitio puede pasar de todo, y que ellos van a “conversar" con sus colegas para que nos cuiden. Les pido que nos permitan llevar con nosotros nuestra funda con tabaco ceremonial; asienten en silencio. Esta vez somos transportados sin necesidad de ser esposados con sus grilletes.

Llegamos al CDP con el ocaso. Los policías de guardia nos vuelven a revisar minuciosamente, nos permiten ingresar con elementos básicos: implementos de aseo personal, un cambio de ropa, los aislantes térmicos que llevábamos para la selva y nuestra funda de tabaco. Permanecemos en la oficina de prevención por un par de horas hasta que los “polillas” –reclusos con cierto nivel de peligrosidad– se calmen para luego trasladarlos a todos ellos a una sola celda, “para que tengamos una cuarto para nosotros solos”. Cuando ingresamos a la celda, nos percatamos que es una construcción de 2 metros cuadrados, con capacidad para cuatro personas. Una mazmorra medieval, las paredes pintarrajeadas con grafitis de amor obsceno, arrepentimiento y esperanza de libertad, algunos de ellos escritos con sangre; irrisorias hendijas que simulan ser ventanas dejan filtrar la claridad de la noche. Hay un colchón viejo y sucio en el piso, desenrollamos nuestros aislantes de campaña, nos sentamos para rezar y limpiar el aura de tan acogedor lugar. Envolvemos nuestros rezos con el Abuelo Tawku, levantamos nuestra voz una vez más hacia lo Sagrado, pedimos serenidad a nuestros corazones para poner rumbo a estas horas amargas e inciertas.

El silencio de la noche es desgarrado por voces provenientes de la celda contigua, tenemos contacto a través de una de las rejillas de ventilación compartida. En ese momento nos damos cuenta que en ese espacio tan reducido, hay por lo menos 12 personas, todas ellas gritando improperios, maldiciones y amenazas contra nosotros. Mi gente ha pagado, por nuestra seguridad, para que nos mantengan apartados de los presos más peligrosos. Ahora el ambiente esta mucho más tenso, nos mantenemos en calma y en silencio rezamos para que quienes nos rodean encuentren calma y contengan sus temperamentos violentos. Estamos conscientes de esta situación, somos los recién llegados y entramos con privilegios, con razón amenazan con apuñalarnos tan pronto nos tengan a su alcance.

Nuestros vecinos se aplacan. Ignoran la razón de nuestro silencio, se les escucha especular que somos gringos, que somos arqueólogos, que somos antropólogos gringos marihuaneros. Vuelven los insultos: “ya vas a ver gringo hijueputa cuando te coja”; “si esos manes se iban a meter a la selva es a fumarse toda la selva”; “a ese grandote si le meto su puñalada, así me den mas años, solo para que aprenda”; “chapas hijueputas que no ven que aquí no hay espacio ni para tirarse un pedo”. Carcajadas, festejos por adelantado por “hacer justicia con mano propia”.

Otra vez silencio. Pienso en mi esposa. Las mismas voces regresan pero ahora traen un tono conciliador, suplicante: “oye loquito, lo que pasa es que no hemos comido nada, ya van dos días, acolita un pancito”; “mi llavecita, un tabaquito más-que-sea”; “tranquilo brother, no les vamos a hacer nada, todo bien, solo pásate algo para jamar”. Seguimos con nuestro silencio reflexivo, los insultos regresan con un matiz más perverso, más cercano. No tenemos comida para compartir, tenemos solamente nuestro tabaco para rezar. Tengo miedo.

La noche ya está avanzada. Escucho pasos que se aproximan, me incorporo rápidamente, esperando ver el rostro de mi atacante. Con un alivio en el corazón, veo que es mi es mi esposa acompañada de mi familia del Camino, traen comida, agua y cigarrillos. Los presos de la celda contigua tienen una actitud totalmente sumisa y dócil, sus voces y proceder, ahora son las de niños abandonados en busca de consuelo. En tono firme pero amable, mi esposa les pide tranquilidad antes de entregarles la comida. Se rinden ante las viandas compartidas, sacian su sed de sangre con un pollo asado.

Nos explican nuestra situación: al ser el inicio del feriado de carnaval, queda solamente esperar la audiencia de flagrancia, el dictamen del juez, y aguantar mientras el feriado pasa para poder continuar con los trámites de rigor. Lex dura lex.

Nos despedimos… nos dejan sus corazones para darnos fuerza y se llevan los nuestros para cuidarlos; nos dejan sus bendiciones y sus rezos, y se llevan nuestros miedos y confusiones; nos dejan el alimento de su amor acompañado también de un pollo asado. Al nuestro le pusieron ají. Es la primera vez que como en todo el día, pero no tengo hambre.

Escuchamos palabras de agradecimiento de nuestros vecinos de celda, disculpas por lo expresado anteriormente. Les respondemos con cordialidad que todo esta bien entre nosotros, les compartimos algunos cigarrillos, fumamos juntos nuestras penas. Separados por una pared, la rejilla de ventilación es ahora la ventana para poder ver el rostro de uno de los más curtidos delincuentes de Archidona, un joven acuerpado, costeño de 22 años a quien se le conoce como “El Bemba”.

No duermo, estoy en estado de vigilia constante, siento otra vez que alguien se acerca, es uno de los policías de guardia quien viene a ver si todo esta en orden. Nos comunica que vamos a compartir la celda con otros presos que están por llegar. Minutos más tarde, nuestra celda se abre, entra una persona que se acurruca en el colchón sucio; sé como se siente. Tras unos pocos minutos de silencio incómodo, nos cuenta que esta detenido por escándalo en la vía publica.

No pasan más de 20 minutos y llega otra persona, detenido también por escándalo en la vía pública. En lenguaje más sencillo, se tomaron los tragos y producto de la borrachera se pelearon con otras personas.

Nos relata que, los policías que acudieron al lugar de los hechos, lo detuvieron a él porque: “los otros manes son panas de estos chapas hijueputas”. Me doy cuenta que es común en estas tierras que las personas se embriaguen, se peleen en la calle, y que cuando son detenidos, sean recluidos en la misma celda, con ladrones, violadores, asesinos. Es decir, estamos presos en un sistema policial y judicial que actúa visceralmente, carente de razón. Reflexiono sobre la imagen de la justicia: una mujer sosteniendo la balanza del equilibrio con una mano y en la otra la espada de Damocles, y una venda que cubre sus ojos. La señora Justicia, debería usar la espada para cortar las atas que le impiden ver con franqueza, y dejar caer la venda de sus ojos para poder mirar claramente y diferenciar entre los tipos de faltas y sus sanciones correspondientes. ¿Lex dura lex?, más bien, aplicar la sentencia de Cicerón: Summum ius summa iniuria ("Máximo derecho, máxima injusticia"). Lo que se interpreta como: las leyes, llevadas a sus últimos extremos en su cumplimiento, pueden conducir a situaciones injustas.

Nuevamente llega el policía que conduce a los detenidos a las celdas, nos dice que recojamos nuestras pertenencias, que van ha seguir llegando más detenidos, que nos van a llevar a un lugar más cómodo. Somos trasladados en horas de la madrugada al edificio administrativo del CDP, en donde también se encuentran las habitaciones de los policías. Agradecemos por la “gentileza”, intuimos que los engranajes de la justicia criolla fueron engrasados con el famoso “ayude para que le ayudemos”.

Sábado dieciocho, llegamos a la audiencia de flagrancia con el juez. Allí los primeros rostros que encuentro son los de mi esposa, mi gente; distingo entre ellos a mi pueblo shuar, es Don Hilario, ha venido con dos guerreros, un anciano y el abogado de la Federación Shuar, siento una gran alegría en mi corazón, nos damos un fuerte abrazo y me saluda “Kura Mastura” que en lengua shuar significa: sé fuerte hermano. Comprendo en la profundidad de su mirada que él también ha danzado esta danza con la señora justicia, nacida de un vientre occidental discriminatorio y, como tal, lleno de prejuicios. En la audiencia, escuchamos a la señora fiscal acusarnos de trafico de sustancias psicotrópicas, pedir la incautación de todos nuestros bienes, el congelamiento de nuestras cuentas bancarias y nuestro traslado inmediato al Centro de Rehabilitación Social de Archidona, mientras se llevan a cabo las pericias fiscales en un lapso de treinta días.

Las pruebas realizadas por los policías de antinarcóticos –con su “alto” nivel de especialización y con solamente dos reactivos químicos –han determinado que la sustancia que transportamos requiere de un alto nivel de elaboración, de mucho valor comercial en el mercado ilícito, dado que se utilizan ingentes cantidades de marihuana para producir tan letal compuesto.

Nuestra abogada y amiga, apela a la Constitución de la República del Ecuador, la cual como ley suprema del país, taxativamente señala que:

 

NOSOTRAS Y NOSOTROS, el pueblo soberano del Ecuador RECONOCIENDO nuestras raíces milenarias, forjadas por mujeres y hombres de distintos pueblos, CELEBRANDO a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital para nuestra existencia, INVOCANDO el nombre de Dios y reconociendo nuestras diversas formas de religiosidad y espiritualidad, APELANDO a la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen como sociedad, COMO HEREDEROS de las luchas sociales de liberación frente a todas las formas de dominación y colonialismo, Y con un profundo compromiso con el presente y el futuro, Decidimos construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el Sumak Kawsay;

 

Nuestra abogada apela al artículo cincuenta y siete de la norma suprema, que Se reconoce y garantizará a las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas el mantener, proteger y desarrollar los conocimientos colectivos; sus ciencias, tecnologías y saberes ancestrales; los recursos genéticos que contienen la diversidad biológica y la agrobiodiversidad; sus medicinas y prácticas de medicina tradicional, con inclusión del derecho a recuperar, promover y proteger los lugares rituales y sagrados, así como plantas, animales, minerales y ecosistemas dentro de sus territorios; y el conocimiento de los recursos y propiedades de la fauna y la flora. La Constitución prohíbe toda forma de apropiación sobre sus conocimientos, innovaciones y prácticas. Dice nuestra defensora que, además, el artículo tresientos sesenta que e Estado garantizará la promoción de la salud, prevención y atención integral, familiar y comunitaria, con base en la atención primaria de salud; articulará los diferentes niveles de atención; y promoverá la complementariedad con las medicinas ancestrales y alternativas. Nuestra detención desconoce también el artículo trescientos sesenta y tres que consagra la obligación estatal de garantizar las prácticas de salud ancestral y alternativa mediante el reconocimiento, respeto y promoción del uso de sus conocimientos, medicinas e instrumentos. Por sobre todas las cosas, se hace caso omiso del mandato constitucional de no criminializar a los consumidores de sustancias estupefacientes y psicotrópicas.

Le rezo a Mama Huillca, planta sagrada de los Andes para que le devuelva la memoria a la señora fiscal sobre su origen sagrado y cómo sus abuelos tomaron el poder de esta planta para adoptar su sentido de pertenencia. Le rezo para que pueda ver las dimensiones de su acusación con más claridad, pero sus ojos solo pueden ver lo que el mundo en el ámbito jurídico ha implantado en su cabeza, un rechazo a su propia identidad.

Me he despedido entre lágrimas y rezos de protección de mi esposa, de mis hermanos shuaras, siento el abrazo de un pueblo que vibra en todo mí ser. Mi hermano-Taita Adolfo Huayra-Yaku me pide mantenerme en claridad, integridad… un corazón fuerte y abierto, incluso para nuestros policías captores, ellos son autómatas programables en una estructura de ignorancia, represión e intimidación que llamamos seguridad civil.

He encontrado un templo de saber, tiene una modesta biblioteca con una nutrida selección de libros, algunos de ellos de antropología: estas reflexiones son escritas desde “La Grande”, la cárcel de Archidona en abril de 2012.

 

Guillermo Núñez