No fue más, ni bien se publicó la noticia del informe de Ignacio Bosque sobre Sexismo lingüístico e invisibilidad de la mujer me llegaron mensajes de todos lados. Y todos decían más o menos lo mismo: “¿Viste feminista ridícula? La RAE no las apoya en sus locuras sobre lenguaje sexista.” No me quejo por la forma —ya se sabe que las feministas somos todas unas radicales, extremistas (precaución, todos los extremos son malos) y violentas hijas del rigor que nos merecemos que con la misma vara que medimos seamos apaleadas— me quejo de esta idea tan asumida de que el lenguaje español es lo que dicen 46 académicos inmortales. Y me quejo de esta actitud revanchista e infantil que parece decir que con el informe de Ignacio Bosque se acabó el debate sobre el sexismo en la lengua.

Seguro que quienes piensan así —y celebran a Ignacio Bosque como si fuera un Messi tras golear a un equipo adversario— no se leyeron de cabo a rabo su informe. En este informe claramente se establece que sí existe un uso sexista de la lengua española, pero también que de seguir las recomendaciones de las guías estudiadas (nueve guías contra el sexismo en la lengua) se difundirían usos lingüísticos ajenos a la práctica de los hablantes. O se conculcarían normas gramaticales.

Este informe de Bosque ha abierto un necesario debate al más alto nivel. Son varias las personas que en los últimos días han dado su opinión sobre las conclusiones de Bosque y el tema en general. Estamos hablando de gente estudiosa de la lengua, su gramática y morfología, gente que escribe, catedráticos universitarios, filósofos, políticos y artistas. Gente que opina que el lenguaje construye realidades y el sexismo en el lenguaje tiene una importante responsabilidad en cómo son las cosas.

Pero lo más importante: si la primera premisa de Bosque es que el lenguaje español es en efecto sexista —y esto no es otra cosa que reconocer que existe el problema— de pronto es imperativo, en lugar de decirnos que es jodido cambiarlo como quieren las feministas, instar a la Academia a promover el uso de un lenguaje no sexista. Pues si el uso y el abuso del genérico masculino está tan asentado en la lengua, lo está en gran medida debido al sesgo androcéntrico de las instituciones responsables de fiscalizar el buen uso de la lengua.

Y acá viene mi siguiente idea, mi duda existencial: ¿quién es la Real Academia Española y qué autoridad o control tiene sobre la movilidad de ésta?

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La Real Academia Española de la lengua existe desde 1713, pero incorporó por primera vez a una mujer entre sus filas de académicos en el año 1979. Un poco tarde, me parece, especialmente si tomamos en cuenta que en años anteriores rechazó –entre otras mujeres- a Emilia Pardo Bazán, a Gertrudis Gómez de Avellaneda y a Concepción Arenal. Todas ellas talentosas y reconocidas escritoras. ¿Cómo así? Es que durante más de doscientos años por razones sexistas se les negaba a las mujeres el título de académicas. Hoy, de los 46 académicos inmortales apenas 6 son mujeres. Ya era hora de que el tema del sexismo en la lengua española se debata justamente en este escenario.

Pero más allá de estos datos que arrojan sospechas sobre qué tan machista es la RAE, yo quisiera hablar desde mi perspectiva de usuaria y constructora del idioma. ¿Qué mismo pinta la RAE en el uso real (de realidad, no de realeza) del idioma? La gramática no es la vida, pero el lenguaje —que es dinámico y maleable— es la herramienta con la que contamos para hacer todo, desde comunicarnos, hasta escucharnos a nosotros mismos sentir y pensar. Los académicos de la lengua son apenas los notarios que dan fe de lo que ha sucedido con el idioma una vez que los cambios y las nuevas usanzas ya han sido consumados. Y se ve que a estos notarios no les gustan los cambios por las dificultades que pueden tener ellos en anotar y recomendar éstos, ojo, no por la dificultad que tenemos los hispanohablantes en adoptarlos.

El lenguaje es algo vivo que se va adecuando a las diferentes circunstancias de tiempos diversos y cambiantes. Debemos trascender la autoridad de una institución sobre el idioma y buscar soluciones en lugar de señalar los obstáculos que tendríamos para aplicar estas soluciones.

Cero revanchas: veamos el problema más allá de la fobia al cambio o el rechazo a violar reglas. Existe sexismo en la lengua, por lo tanto los hablantes de ésta debemos tomar conciencia y usarla en forma más inclusiva y democrática. Darle visibilidad social a los géneros masculino y femenino, y así lograr una sociedad más igualitaria. En la práctica, somos los hablantes de la lengua quienes creamos la lengua. En la práctica, la RAE a mi no me sirve ni para enterarme del significado de las palabras que no conozco.  No sé si les ha pasado, pero cuando busco un término en el diccionario de la RAE la respuesta me remite a una acción cuyo significado ¡también desconozco! Más práctico, iluminado y pedestre es el Diccionario del Uso del Español de María Moliner, bibliotecónoma y filóloga española quien —ante las evidentes deficiencias del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua— creó el  más completo y amigable diccionario del español.

En el diccionario de María Moliner encuentras lo que buscas y sales con una definición comprensible y esclarecedora. Como bono extra obtienes también sinónimos, antónimos, expresiones y frases hechas, usos idiomáticos, ejemplos sencillos y neologismos.

¡Grande María Moliner! Debió haber tenido su propio sillón en la Real Academia de la Lengua Española. Lástima que fuera rechazada por ésta en 1972. ¿Por qué la rechazó la RAE? Adivinaron: por ser mujer.