¿Qué pasó con Gkillcity?

— ¿GkillCity? ¿Así kill de matar? ¿Ustedes qué hacen, crónica roja?

Le preguntó hace unos años Jaime Abello, el director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano a una de nuestras editoras.

Y no. No hacíamos crónica roja. Ni hacemos. Ni nos vemos haciéndola en un futuro cercano. Pero la conversación con Jaime Abello no era nueva: mucha gente nos preguntaba qué hacía ahí semejante verbo. A medida que nuestros lectores llegaban de más y más partes del mundo, ese kill era el inicio de una conversación que muy pronto se volvió cansina. De las largas explicaciones conceptuales —es solo un juego de palabras, terminó por ser la línea favorita por sucinta— pasábamos al engorroso trámite de deletrear cómo se escribía.

—G-K-I-L-L-CITY de ciudad en inglés.

Y después, ya en resignación, escuchábamos las innumerables variables de su pronunciación: yekilcity, yikilcity, gékil, gekil, killcity, gekilcity, guayaquil city. Una vez, alguien dijo —sin espanto— “grilciti”.

Pero hay algo más en esta decisión que una simple dificultad en la comunicación. Lo vemos desde hace un poco más de tres años. Lo hemos discutido entre nuestros editores, pasados y presentes. Lo hemos consultado con expertos de América Latina y el mundo.

Cuando la masacre de Charlie Hebdo horrorizó al mundo, decidimos cambiar el nombre de nuestra sección de derechos y libertades. Se llamaba Fuck you, curuchupa. Y ahora se llama La vida de los otros. Nos parecía que era necesario dar un paso hacia afuera del círculo vicioso en que el mundo estaba —está— inmerso. Sentíamos que podíamos construir más sin la invectiva. Ahora, vemos que tener —aunque sea por motivos totalmente distintos— un kill de contrabando en el nombre era negar cuál es el periodismo que buscamos: cercano, empático, paciente, sin estridencias ni autobombos.

Además, en un país donde cada 50 horas una mujer es asesinada por ser mujer, en un mundo donde más de 4 mil personas se han ahogado en el mediterráneo escapando de la guerra y la destrucción, matar era una palabra incómoda. Había que quitar el kill de ahí. Era un error que debíamos reparar, pero no nos veíamos cambiando el nombre por algo totalmente distinto, ajeno, después de seis años y pico. Nos parecía anticlimático.

Buscamos durante larguísimos meses un nombre. Lanzamos cientos. Ninguno cuajaba. Mientras tanto, nos habíamos acostumbrado a decirle GK. Era más rápido, menos enredado y era, en definitiva, lo mismo. Como los seres humanos tenemos esa mala costumbre de no ver las cosas cuando las tenemos en las narices, tardamos mucho en darnos cuenta que no teníamos que cambiar el nombre. Que solo había que simplificarlo, reducirlo a una mínima expresión, a dos letras universales. GK. Y para no olvidar nuestras raíces decidimos que el dominio fuese city. Así nació gk.city: una simplificación que mantiene nuestra esencia pero la acerca al mundo, no mata a nadie y es bastante más sencillo de pronunciar.

Por ello, ahora GkillCity es GK.

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