Cuando visitas un sitio web y ves el aviso de aceptar cookies, lo más probable es que hagas clic sin pensarlo mucho. Pero detrás de ese botón hay todo un sistema que puede recopilar, guardar y compartir datos sobre tu comportamiento en internet.
Las cookies son pequeños archivos de texto que el navegador almacena cuando entras a una página web. Christian Pazmiño, especialista en tecnología, explica que sirven para registrar ciertos aspectos de tu navegación. “Por ejemplo, si tienes configurado tu navegador en español, las cookies permiten que las páginas que visitas se muestren automáticamente en ese idioma”, dice.
Esta es una de las funciones básicas: guardar preferencias para mejorar tu experiencia. Pero las cookies también cumplen otros roles menos visibles. Existen las cookies de análisis, que registran cómo te mueves por un sitio web: en qué das clic, cuánto tiempo pasas en cada sección o desde qué tipo de dispositivo ingresas. “Esa información no revela tu identidad, pero sí permite saber que una persona con determinado navegador, desde cierto lugar, accedió al sitio y realizó ciertas acciones”, dice Pazmiño.
Otra categoría son las cookies publicitarias. Estas rastrean tus intereses para mostrarte anuncios relacionados. Por eso, si estuviste buscando zapatos deportivos, es probable que te aparezcan anuncios de ese tipo durante días. Aunque el sitio no sepa tu nombre, sí guarda un historial de tus búsquedas y puede inferir tus gustos y hábitos.
Este seguimiento digital se realiza con tu consentimiento. Al aceptar las cookies, autorizas que la web recopile esta información. En muchos casos, si eliges “no aceptar”, simplemente no puedes ingresar. “Y aunque parezca una decisión trivial, estás permitiendo que se cree un perfil sobre ti. Es información que puede ser compartida con terceros y que incluso puede ser utilizada de forma discriminatoria”, advierte Christian Pazmiño. Esto ocurre cuando empresas o plataformas usan esos datos para tomar decisiones automáticas que te afectan, por ejemplo, negar un crédito si detectan que estás en proceso de divorcio o relacionar tu historial de navegación con denuncias judiciales, aunque no seas culpable.
Estas prácticas, alimentadas por algoritmos, pueden reforzar sesgos y excluir a personas por razones que no siempre son transparentes.
¿Cuáles son los riesgos de aceptar las cookies?
En términos de seguridad técnica, las cookies no acceden a tus contraseñas ni a información confidencial porque están escritas en texto plano. Pero sí existe un riesgo de privacidad. “Si alguien accede al sistema que guarda las cookies —por ejemplo, en caso de que se hackee un sitio web—, esa información puede quedar expuesta. Incluso puede ser combinada con otras bases de datos públicas para crear perfiles más detallados”, dice Christian Pazmiño.
Entre los datos que podrían quedar al descubierto están tus hábitos de navegación, intereses de consumo, ubicación aproximada, tipo de dispositivo que usas, idioma preferido y las páginas o secciones específicas que visitaste. Aunque no revelan tu identidad directa, permiten construir un perfil bastante preciso sobre ti.
El mayor problema no es que las cookies en sí sean maliciosas, sino el uso que terceros puedan hacer de esa información.
Christian Pazmiño cuenta que algunas empresas están utilizando datos de navegación y comportamiento digital para tomar decisiones como la aprobación de un crédito. Esto significa que no solo consideran tu historial financiero, sino también qué tipo de páginas visitas, tus hábitos de consumo o si realizas búsquedas relacionadas con deudas o problemas legales.
Aunque esas prácticas están reguladas, pueden usarse mecanismos que cruzan información de distintas fuentes, como procesos judiciales o antecedentes penales, sin que la persona lo sepa.
Aceptar cookies es ceder una parte de tu privacidad. Aunque no es necesariamente peligroso, es importante saber qué estás autorizando. “Las cookies ayudan a que el internet sea más personalizado, pero también permiten formas de vigilancia digital cada vez más sofisticadas”, concluye Christian Pazmiño. Por eso, la próxima vez que veas ese aviso, vale la pena detenerse un segundo antes de hacer clic.
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