El lugar más importante del planeta del que prácticamente nadie ha oído hablar se llama el Banco Saya de Malha. Es considerada la isla invisible más grande del mundo. Situada en el Océano Índico, entre los pequeñísimos países Mauricio y Seychelles, a más de 200 millas de la tierra, el Banco tiene un área del tamaño de Suiza y es hogar de los campos de hierbas marinas más grandes del mundo, lo que lo convierte en el sumidero de carbono más importante del planeta. El Banco, que en algunos puntos está apenas cubierto por 9,14 metros de agua, tiene una diversidad sin precedentes de hábitats de hierbas marinas para tortugas, además de ser un área de cría para tiburones, ballenas jorobadas y ballenas azules.
Los investigadores dicen que el Banco es una de las áreas menos estudiadas científicamente del planeta, en parte debido a su lejanía. La profundidad impredecible de la zona también ha significado que, a lo largo de los siglos, los barcos mercantes y los exploradores han tendido a evitar estas aguas. Durante mucho tiempo ha sido el tipo de territorio fantástico tan inexplorado que en los mapas antiguos se marcaba como ‘Aquí hay monstruos’. Sin embargo, recientemente, el Banco es recorrido por una diversa gama de personajes, incluidos pescadores de aletas de tiburón, pescadores de arrastre de fondo, mineros de los fondos marinos, pescadores varados, tripulaciones hambrientas, yates de lujo y colonizadores marinos.
La tragedia, sin embargo, es que, como el Banco Saya de Malha se encuentra principalmente en aguas internacionales, donde pocas reglas se aplican, su biodiversidad está siendo sistemáticamente diezmada por una enorme flota de barcos pesqueros industriales que permanecen en gran parte sin supervisión gubernamental. El Banco sigue sin estar protegido por tratados vinculantes importantes, sobre todo por una falta de voluntad política por parte de las autoridades nacionales y una perspectiva de “beneficios ahora, costos después” en los intereses pesqueros. La pregunta ahora es: ¿quién protegerá este tesoro público?
Masacrando un ecosistema
Al igual que los árboles en la tierra, las hierbas marinas, como las del Banco Saya de Malha, absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan en sus raíces y en la tierra. Pero las hierbas marinas lo hacen 35 veces más rápido que la de la selva tropical. Por eso, es crucial para la existencia del planeta. Por su ubicación remota, el Banco está entre las ecorregiones marinas poco profundas menos estudiadas del planeta.
El Banco recibió su nombre, que significa “falda de malla”, hace más de 500 años, cuando los marineros portugueses lo descubrieron en alta mar y notaron olas de hierbas marinas bajo la superficie. En 2012, denominándolo como “único a nivel global”, la Unesco lo nombró como candidato potencial para convertirse en un Patrimonio Mundial Marino por su “potencial valor universal excepcional”.
Las hierbas marinas suelen ser pasadas por alto porque son raras, y se estima que cubren apenas una décima parte del uno por ciento del fondo marino. “Son el ecosistema olvidado”, dice Ronald Jumeau, el embajador de Seychelles para el cambio climático. Sin embargo, las hierbas marinas están mucho menos protegidas que otras áreas costeras. Solo el 26% de las praderas de hierbas marinas del mundo están dentro de áreas marinas protegidas, en comparación con el 40% de los arrecifes de coral y el 43% de los manglares del mundo.

Saya de Malha es uno de los sumideros de carbono más importantes y a la vez más desconocidos del mundo. Fotografía de James Michel Foundation.
Descritas como los pulmones del océano, las hierbas marinas captan aproximadamente una quinta parte de todo su carbono y son el hogar de una gran biodiversidad. Miles de especies, incluidas muchas en el Banco Saya de Malha —algunas aún desconocidas para la ciencia— dependen de las hierbas marinas para su supervivencia. Pero el planeta ha perdido aproximadamente un tercio de ellas desde finales del siglo XIX y cada año se pierde un 7%, lo que equivale aproximadamente a perder un campo de fútbol de hierbas marinas cada 30 minutos.
Las hierbas marinas también limpian el agua contaminada y protegen las costas de la erosión, según un informe del 2021 de la Universidad de California en Davis. Hoy, cuando al menos ocho millones de toneladas de plástico terminan en el océano cada año, las hierbas marinas atrapan microplásticos actuando como una red densa, atrapando escombros y fijándolos en el sedimento, según un estudio del 2021 publicado en la revista Nature. Hoy, cuando la acidificación del océano amenaza la supervivencia de los arrecifes de coral del mundo y las miles de especies de peces que los habitan, las hierbas marinas reducen la acidez al absorber carbono a través de la fotosíntesis, y proporcionan refugio, viveros y zonas de alimentación para miles de especies, incluidos animales en peligro de extinción como dugongos, tiburones y caballitos de mar.
Pero el Banco Saya de Malha está bajo amenaza. Más de 200 barcos de altas aguas, la mayoría de Sri Lanka y Taiwán, se han estacionado en las aguas más profundas a lo largo del borde del Banco en los últimos años para pescar atún, pez lagarto, macarela chuparaco y peces forrajeros que se convierten en harina de pescado rica en proteínas, un tipo de alimento animal. Los conservacionistas marinos afirman que los esfuerzos para conservar las hierbas marinas del Banco no están avanzando lo suficientemente rápido como para marcar una diferencia. “Es como caminar hacia el norte en un tren que va hacia el sur”, dice Heidi Weiskel, directora del equipo de océanos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en Norteamérica.

Los científicos prevén que existen cientos, si no miles, de especies previamente desconocidas para la ciencia que dependen de entornos de praderas marinas como el banco de Saya de Malha. Fotografía de Monaco Explorations.
El 23 de mayo de 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución para declarar el 1 de marzo como el Día Mundial de las Hierbas Marinas. La resolución fue patrocinada por Sri Lanka. En la asamblea, el representante de este país ante la ONU, el embajador Mohan Pieris, dijo que las hierbas marinas eran “uno de los ecosistemas marinos más valiosos de la Tierra” destacando, entre otras cosas, su enorme contribución a la captura de carbono. Pero el reconocimiento es una cosa; la acción es otra. Mientras el embajador pronunciaba su discurso en Nueva York, docenas de barcos de la flota pesquera de su país estaban a 9.000 millas de distancia, raspando afanosamente lo más grandes de esos mismos ecosistemas que él estaba pidiendo al mundo que protegiera.
Protectores y depredadores en desaparición
En noviembre de 2022, varios científicos con equipos de buceo se lanzaron al agua desde un barco de investigación de 134 metros de eslora, enviado al Banco Saya de Mahla. Su objetivo era filmar tiburones. Cuando no buceaban, los científicos sumergieron un submarino teledirigido para explorar la columna de agua. Considerado uno de los barcos de investigación más grandes y avanzados del mundo, este había sido enviado a este remoto lugar por la organización ambiental sin fines de lucro Monaco Explorations para documentar un fondo marino famoso por su exuberante vegetación marina, corales, tortugas, dugongos, rayas y otras especies.

Como la mayoría de los entornos de praderas marinas, el banco Saya De Malha rebosa de vida. Alberga una gran variedad de especies en peligro de extinción, como tortugas marinas, dugongos y tiburones, y es zona de reproducción de ballenas jorobadas, cachalotes y ballenas azules. Fotografía de dominio público, cortesía de The Outlaw Ocean Project.
Durante las tres semanas que el equipo de investigación rastreó las aguas del banco Saya de Mahla, no avistaron ni un solo tiburón. El culpable, según los científicos, fue, probablemente, una flota de más de 200 barcos pesqueros que, en los últimos años tenían como objetivo estas aguas remotas, principalmente de Taiwán, Sri Lanka y Tailandia. Muchos de estos barcos pescan especies como el atún blanco, el atún de aleta amarilla, el listado y la catalufa, pero también capturan tiburones en grandes cantidades.
Los tiburones desempeñan un papel fundamental en el ecosistema como guardianes de las praderas marinas, cazando poblaciones de tortugas y otros animales que, si no se controlan, acabarían con todas las praderas marinas. Capturar tiburones no es fácil, ni suele ser involuntario. En la pesca con palangre de atún, el barco utiliza una línea de microfilamento grueso, con anzuelos cebados atados a intervalos. Muchos palangreros atuneros se dirigen directamente a los tiburones utilizando cables de acero especiales diseñados para no romperse cuando los tiburones, más grandes y fuertes que el atún, intentan liberarse.
Para no desperdiciar espacio en la bodega, los marineros suelen devolver al agua el resto del tiburón tras cortarle las aletas, que pueden venderse por cien veces más que el resto de la carne. Es un proceso derrochador y una muerte lenta, ya que los tiburones, aún vivos pero incapaces de nadar, se hunden en el fondo marino. Para compensar los salarios de miseria que reciben los tripulantes, los capitanes suelen permitir que ellos complemente sus ingresos quedándose con las aletas para venderlas en los puertos, sin registro.

Las praderas marinas actúan como criaderos de tiburones y otras especies de peces, lo que las hace fundamentales para la industria pesquera, sustentando la producción de aproximadamente una quinta parte de las pesquerías más grandes del mundo.
En 2015, más de 50 barcos pesqueros tailandeses, principalmente de arrastre de fondo, llegaron al Banco de Saya de Malha para arrastrar sus redes por el fondo del océano y capturar pez lagarto y macarela chuparaco, muchos de los cuales fueron transportados de vuelta a la costa para ser molidos y convertidos en harina de pescado. Al menos 30 de estos barcos llegaron al Banco tras huir de las fuertes medidas por infracciones pesqueras en Indonesia y Papúa Nueva Guinea. La flota tailandesa capturaba habitualmente tiburones en el Banco de Saya de Malha, según una investigación de la organización Greenpeace.
Dos sobrevivientes de una red de trata de personas que trabajaron en el Banco de Saya de Malha a bordo de dos de los buques —el Kor Navamongkolchai 1 y el Kor Navamongkolchai 8— le dijeron a Greenpeace que hasta el 50% de sus capturas habían sido tiburones. En 2016, un informe del gobierno tailandés reveló que 24 buques que regresaban del Banco de Saya de Malha habían cometido infracciones de pesca, principalmente por falta de licencias válidas para la pesca. “Es probable que el impacto de la pesca de arrastre en los ecosistemas del fondo marino haya sido catastrófico”, dice un estudio de 2022 de la organización ambiental sin ánimo de lucro Monaco Explorations. Desde entonces, la presencia tailandesa en el Banco de Saya de Malha ha disminuido, y en 2024 solo dos buques tailandeses fueron a la zona.
Sin embargo, los esrilanqueses y los taiwaneses han seguido pescando intensamente en el Banco. De los más de 100 barcos de Sri Lanka que han pescado en Saya de Malha desde enero de 2022, cuando la flota del país comenzó a divulgar públicamente la ubicación de sus embarcaciones, aproximadamente la mitad (unas 44) utilizaban redes de enmalle, según la Comisión del Atún para el Océano Índico. Estos barcos con redes de enmalle operan en todo el Océano Índico, y la expedición Monaco Explorations de 2022 identificó varios de ellos en el Banco. Los tiburones son especialmente vulnerables a las redes de enmalle, que representan el 64% de las capturas de tiburones registradas por la Comisión del Atún para el Océano Índico.
El 17 de agosto de 2024, se publicó un vídeo en YouTube que mostraba docenas de cadáveres de tiburones y rayas recientemente descargados de barcos en el puerto de Beruwala, en Sri Lanka. En el video, un hombre descuartiza un tiburón con un machete, mientras la sangre oscura se acumula en el hormigón del puerto y le quita las aletas y extrae las vísceras. En los últimos dos años se han subido a YouTube varios vídeos que muestran escenas similares (cientos de tiburones muertos, algunos sin aletas, siendo descargados de barcos pesqueros y alineados en los puertos de Sri Lanka para su venta a exportadores locales).
Los videos muestran un guiño del auge del comercio que ha diezmado las poblaciones locales de tiburones. Aproximadamente dos tercios de las especies de tiburones y rayas domésticas de Sri Lanka están catalogadas en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Esta amenaza se ha extendido a alta mar, lejos de las costas de Sri Lanka, incluyendo la Saya de Malha, lo que aumenta aún más la presión sobre un ecosistema que la Unesco ha descrito como “único a nivel mundial”, una joya submarina que, de desaparecer, jamás podría ser reemplazada.
Históricamente, las embarcaciones de Sri Lanka han tenido como objetivo la captura de tiburones en aguas nacionales. Entre 2014 y 2016, por ejemplo, el 84% de las capturas de tiburones reportadas provinieron de embarcaciones nacionales, según una investigación publicada en 2021. Sin embargo, a medida que las poblaciones domésticas disminuyeron, las embarcaciones, entre ellas la flota de redes de enmalle, se trasladaron a alta mar, lo que provocó un nuevo auge en el comercio de aletas. Las exportaciones anuales de aletas de Sri Lanka se cuadruplicaron en la última década, según datos de Comtrade de las Naciones Unidas, con 110 toneladas exportadas en 2023, principalmente a Hong Kong, en comparación con tan solo 28 toneladas en 2013.
En 2024, los datos de seguimiento también muestran que más de 40 buques de Sri Lanka no divulgaron públicamente su ubicación mientras se encontraban en el Banco. Esta práctica representa un obstáculo persistente para la conservación de los océanos, ya que oculta la verdadera magnitud de la flota o esconde cuando estos buques planean incurrir en actividades ilegales. Sin embargo, estos “buques ocultos” pueden rastrearse mediante el monitoreo de las señales de sus boyas de pesca. Los buques de Sri Lanka pueden tener hasta una docena de boyas de pesca, cada una con su propia señal de identificación única, según indican los registros pesqueros del país.
Al menos uno de estos barcos “ocultos»” que pescó en Saya de Malha entre marzo y junio de 2024, el IMUL-A-0064 KMN, fue detenido en agosto de 2024 por las autoridades de Sri Lanka con más de media tonelada de cadáveres de tiburón oceánico de puntas blancas, todos con las aletas cortadas. La captura de esta especie de tiburón está prohibida por la legislación de Sri Lanka, al igual que la amputación de aletas de tiburón en el mar. Este no fue un incidente aislado: las autoridades de Sri Lanka han incautado aletas de tiburón extraídas ilegalmente al menos 25 veces distintas desde enero de 2021, según la Guardia Costera de Sri Lanka.
Aunque la legislación taiwanesa no permite a los barcos realizar la mutilación de aletas de tiburón, en la práctica aún se hace. En una muestra de 62 barcos taiwaneses que pescaron en alta mar entre 2018 y 2020, la mitad hizo este tipo de mutilación, según la Fundación para la Justicia Ambiental, que entrevistó a extripulantes de los barcos. Al menos uno de los barcos taiwaneses que pescan en Saya de Malha, el Ho Hsin Hsing No. 601, fue sancionado en mayo de 2023 por tener aletas de tiburón secas en su bodega. El operador del barco recibió una multa equivalente a 123.000 dólares y se le suspendió la licencia de pesca durante un mes. El barco había pescado por última vez en Saya de Malha entre septiembre y octubre de 2022.
Pero ¿por qué debería importarle a alguien la desaparición de tiburones en el Banco de Saya de Malha? Ernest Hemingway describió una vez la bancarrota como algo que ocurre gradualmente… y luego de repente. La extinción de especies es como la bancarrota, y cuando finalmente ocurre, no hay vuelta atrás. Si seguimos drenando del Banco uno de sus recursos más preciados, pronto podría llegar un ajuste de cuentas repentino.
Lejos de los derechos humanos
En octubre de 2022, una pareja británico-estadounidense, Kyle y Maryanne Webb, navegaba en su yate por una zona remota del Océano Índico entre Mauricio y Seychelles, justo al sur del Banco Saya de Malha. Los Webb eran entusiastas de la navegación y habían recorrido decenas de miles de millas en su embarcación, la Begonia, durante años. Al pasar cerca del Banco, vieron una pequeña embarcación pesquera de unos 55 pies de largo, pintada de amarillo vivo y turquesa, con una docena de banderas rojas y naranjas ondeando del techo de su cabina. Era un barco de redes de enmalle de Sri Lanka llamado, en cingalés, el Hasaranga Putha.
Con aspecto demacrado y desesperado, los tripulantes les contaron a los Webb que habían navegado aproximadamente 2.000 millas desde su puerto de origen, en Beruwala, en Sri Lanka. Habían estado en el mar durante dos semanas, dijeron, pero solo habían pescado cuatro peces. Rogaron a los Webb que les dieran comida, refrescos y cigarrillos. Los Webb les dieron lo que pudieron, incluyendo agua potable, y luego continuaron su camino. “Claramente estaban en una situación financiera difícil”, dice la señora Webb. “Me partió el corazón ver los esfuerzos que sienten que deben hacer para proveer para sus familias”.

Un pequeño barco pesquero de Sri Lanka, el Hasaranga Putha, tardó casi seis meses en recorrer las casi 2000 millas hasta el banco de Saya de Malha. Al llegar, tenían una escasez desesperada de combustible, agua y provisiones. Fotografía de Monaco Explorations.
Un mes después, nuevamente cerca del Banco Saya de Malha, el Hasaranga Putha saludó a otro barco, el buque de investigación y abastecimiento oceánico sudafricano S.A. Agulhas II, que se encontraba en una expedición en Saya de Malha para la organización Monaco Explorations. Para ese entonces, la tripulación de Sri Lanka casi se había quedado sin combustible y rogaba por diésel. Los científicos no tenían el tipo de combustible adecuado, pero aun así abordaron un bote auxiliar y les trajeron agua y cigarrillos. Agradecidos, los esrilanqueses les dieron pescado a cambio. El Hasaranga Putha permanecería en el mar otros seis meses antes de regresar a Colombo, la capital comercial de Sri Lanka, en abril de 2023.
A cientos de millas del puerto más cercano, el Banco Saya de Malha es una de las áreas más remotas del planeta, lo que significa que puede ser un lugar de trabajo angustiante para los miles de pescadores de media docena de países que hacen el peligroso viaje para llegar allí. Cuanto más lejos de la costa viajan las embarcaciones y más tiempo pasan en el mar, más aumentan los riesgos. Tormentas peligrosas, accidentes mortales, desnutrición y violencia física son amenazas comunes que enfrentan las tripulaciones en altas aguas. Cada año, una flota de varias docenas de barcos de redes de enmalle de Sri Lanka realiza algunos de los viajes más largos hacia la zona, a menudo en embarcaciones con escasos recursos.
Algunos de los barcos que pescan en el Banco Saya de Malha practican el transbordo, donde descargan su captura en barcos refrigerados sin regresar a tierra, para poder seguir pescando en alta mar durante más tiempo. La pesca es la ocupación más peligrosa del mundo, y más de 100 mil pescadores mueren en su trabajo cada año. Cuando mueren, particularmente en viajes largos lejos de la costa, no es raro que sus cuerpos sean abandonados en el mar.
Los barcos de redes de enmalle de Sri Lanka no son los únicos que realizan viajes peligrosos para llegar al rico y biodiverso Banco Saya de Malha. Los arrastreros de harina de pescado tailandeses también se dirigen a estas aguas, viajando más de 2.500 millas náuticas desde el puerto de Kantang. En enero de 2016, por ejemplo, tres arrastreros tailandeses dejaron el Banco Saya de Malha y regresaron a Tailandia. Durante el viaje, 38 tripulantes camboyanos se enfermaron, y cuando regresaron al puerto, seis ya habían muerto. Los otros tripulantes enfermos fueron hospitalizados y tratados por beriberi, una enfermedad causada por la deficiencia de vitamina B1 o tiamina. Los síntomas incluyen hormigueo, ardor, entumecimiento, dificultad para respirar, letargo, dolor en el pecho, mareos, confusión e hinchazón severa.

En octubre de 2022, el Hasaranga Putha se topó con un catamarán llamado Begonia en el extremo sur de Saya de Malha y pidió ayuda a los estadounidenses a bordo. Fotografía de Kyle Webb / The Outlaw Ocean Project.
Los casos de beriberi son evitables fácilmente pero fatales si no se tratan. Han aparecido históricamente en prisiones, manicomios y campos de migrantes, pero en su mayoría han sido erradicados. Los expertos dicen que cuando ocurre en el mar, el beriberi a menudo es un síntoma de una negligencia criminal. Un médico forense lo describió como “asesinato a cámara lenta” por ser tan fácilmente tratable y evitable.
La enfermedad ha sido más común en los barcos pesqueros de altas aguas en parte porque los barcos pasan mucha cantidad de tiempo en el mar, una tendencia facilitada por el transbordo. Las prácticas laborales que implican trabajo arduo y extensas horas de trabajo causan que el cuerpo agote la vitamina B1 a un ritmo metabólico más rápido para producir energía, concluyó el gobierno tailandés en un informe sobre las muertes. Investigaciones adicionales de Greenpeace encontraron que algunos de los trabajadores fueron víctimas de trabajo forzoso.
Hoy en día, menos barcos de la flota tailandesa viajan al Banco Saya de Malha, pero algunos aún hacen el viaje, y persisten las preguntas sobre sus condiciones laborales. En abril de 2023, uno de esos barcos, el Chokephoemsin 1, un arrastrero azul vivo de 90 pies, fue al Banco Saya de Malha con un tripulante llamado Ae Khunsena, quien abordó el barco en Tailandia, para un hacer una gira de cinco meses, según un informe de Stella Maris, una organización sin fines de lucro que ayuda a los pescadores. Como es típico en los barcos de alta mar, las horas eran largas y agotadoras. Khunsena ganaba 10.000 baht, o unos 288 dólares, por mes, según su contrato.
En una de sus últimas llamadas a su familia a través de Facebook, Khunsena dijo que había visto una pelea que dejó más de un muerto. Dijo que el cuerpo de un tripulante que fue asesinado fue traído de vuelta al barco y guardado en el congelador. Cuando su familia insistió en detalles, Khunsena dijo que los contaría más tarde. Les dijo también que otro tripulante tailandés que presenció el asesinato fue amenazado de muerte y, por eso, huyó del barco mientras aún estaba cerca de la costa tailandesa. La familia de Khunsena habló con él por última vez el 22 de julio de 2023. Un funcionario de la compañía dijo que no hubo ninguna pelea y que había un observador del Departamento de Pesca a bordo del barco, quien habría informado sobre el incidente si hubiera sucedido.
El 29 de julio, mientras trabajaba en aguas cerca de Sri Lanka, Khunsena cayó por la borda, desde la popa del barco. Su caída fue captada por una cámara de seguridad. Un Chaiyapruk Kowikai, que aparecía como empleador de Khunsena en su contrato, le dijo a la familia de Khunsena que él se lanzó al agua. El capitán del barco pasó un día buscándolo en el área para rescatarlo, antes de regresar a la pesca, según Kowikai.
El barco regresó al puerto en Tailandia aproximadamente dos meses después. La policía, los funcionarios de la compañía y el seguro concluyeron que la muerte de Khunsena fue probablemente un suicidio. Esta afirmación parecía estar respaldada por las imágenes a bordo, que no mostraban a nadie cerca de él cuando cayó por el costado del barco.
En septiembre de 2024, un equipo de reporteros de The Outlaw Ocean Project visitó la aldea de Khunsena. Fundada por agricultores de arroz hace un siglo, Non Siao está en el distrito de Bua Lai, en Nakhon Ratchasima, a unas 200 millas al noreste de Bangkok. El equipo entrevistó a la madre y el primo de Khunsena, al inspector laboral local, al jefe de policía, a un trabajador de ayuda y a un funcionario de la empresa propietaria del barco. Mientras que la policía y los funcionarios de la compañía dijeron que la muerte probablemente fue un suicidio, la familia de Khunsena no estuvo de acuerdo. “¿Por qué se habría tirado?”, dijo Palita, la prima de Khunsena, explicando por qué dudaba mucho que se hubiera quitado la vida. “No tenía problemas con nadie”. Sentada en el suelo bajo un cielo nublado, mientras hablaba con el reportero en una videollamada, Palita se quedó en silencio y miró hacia abajo en su teléfono. “Él quería verme”, dijo la madre, Boonpeng Khunsena, quien también dudaba de su suicidio, ya que él seguía diciendo en sus llamadas que tenía la intención de estar en casa para el día de la madre. En cambio, su familia especuló que Khunsena probablemente había presenciado un crimen violento y, para silenciarlo, lo obligaron a saltar al mar.
Como suele suceder con los crímenes en el mar, donde las pruebas son limitadas y los testigos son escasos y, a menudo, poco confiables, es difícil saber si Khunsena murió por un acto criminal. Tal vez, como especuló su familia en entrevistas con The Outlaw Ocean Project, había sido testigo de un crimen violento y, como consecuencia, lo habían forzado a saltar al mar. Tal vez, en cambio, él saltó voluntariamente del barco, un gesto suicida probablemente impulsado por problemas de salud mental. En cualquiera de los dos escenarios, el fondo sigue siendo el mismo: estos barcos de altas aguas viajan tan lejos de la costa que las condiciones laborales y de vida son brutales y, a veces, violentas. Y estas mismas condiciones probablemente están teniendo resultados siniestros.
Y sin embargo, la tragedia humana que atraviesa este remoto tramo de alta mar no está sólo vinculada a los pescadores. El Banco Saya de Malha también se ha convertido en una ruta de tránsito para migrantes que huyen de Sri Lanka. Desde 2016, cientos de esrilanqueses han intentado hacer el peligroso viaje en barcos pesqueros hasta la isla de Reunión, en el Océano Índico, algunos de ellos partiendo directamente desde Saya de Malha.
Aquellos que logran llegar a Reunión suelen ser repatriados. En un caso, el 7 de diciembre de 2023, un barco de Sri Lanka que había pasado los tres meses previos pescando en Saya de Malha, el Imul-A-0813 KLT, ingresó ilegalmente a las aguas alrededor de Reunión. Los siete miembros de la tripulación fueron detenidos por las autoridades locales y repatriados a Sri Lanka dos semanas después. En el vuelo de repatriación les acompañaron tripulantes de dos barcos pesqueros de Sri Lanka que habían sido detenidos previamente por las autoridades de Reunión.
Con sobrepesca de poblaciones cercanas a la costa en Tailandia y Sri Lanka, los propietarios de los barcos envían a sus tripulaciones cada vez más lejos de la costa en busca de una captura rentable. Eso es lo que hace que el Banco Saya de Malha, tan alejado de la tierra, mal monitoreado y con un ecosistema abundante, sea un objetivo tan atractivo. Pero los pescadores obligados a trabajar allí viven una existencia precaria, y para algunos, el largo viaje hacia Saya de Malha es el último que harán.
Explotación de la riqueza del fondo marino
Durante la última década, la industria minera ha argumentado que el fondo oceánico es una frontera esencial para los metales preciosos necesarios en las baterías utilizadas en teléfonos móviles y computadoras portátiles. A medida que las empresas buscan los mejores parches de océano para encontrar los preciados sulfuros y nódulos, conocidos ampliamente como “trufas del océano”, las aguas cercanas al Banco Saya de Malha han surgido como un objetivo atractivo.
La mayor parte del Banco es demasiado poco profunda para ser un candidato para este tipo de minería. Pero algunas de las aguas que rodean el Banco, en particular las que están fuera del área de las hierbas marinas en la meseta más amplia de Mascarene, alcanzan profundidades superiores a los 9.000 pies y son muy adecuadas para la minería. Esta es una de las razones por las que varias empresas ya han firmado contratos de exploración a largo plazo para minar la zona en busca de metales preciosos, entre ellos titanio, níquel y cobalto.
Para extraer los preciados nódulos, se necesita una extracción industrial mediante excavadoras masivas. Generalmente 30 veces el peso de las excavadoras normales. Estas máquinas son levantadas por grúas sobre los costados de los barcos y luego bajadas a varios kilómetros bajo el agua, donde se desplazan por el fondo marino, succionando las rocas, triturándolas y enviando una mezcla de nódulos pulverizados y sedimentos del lecho marino a través de una serie de tuberías hasta el barco de arriba. Después de separar los minerales, los barcos mineros devuelven al mar las aguas procesadas, los sedimentos y los “finos” mineros, que son las pequeñas partículas del mineral de nódulo triturado.
En 1987, estudios en la Cuenca de Mascarene, una zona del Océano Índico que incluye el Banco Saya de Malha, encontraron depósitos que posiblemente contenían cobalto sobre un área de aproximadamente 11.500 kilómetros cuadrados. Corea del Sur tiene un contrato de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, la agencia internacional que regula la minería del fondo marino, para explorar los respiraderos hidrotermales en la Dorsal Central del Índico. Este contrato comenzó en 2014 y finalizará en 2029, y las exploraciones en la zona ya están en marcha. India y Alemania también tienen contratos de exploración para un área situada a unos 1.300 kilómetros al sureste del Banco Saya de Malha.
Toda esta actividad podría ser desastrosa para el ecosistema del Banco, según los investigadores oceánicos. La actividad minera y de exploración levantará sedimentos del fondo marino, reduciendo el acceso de las hierbas marinas a la luz solar de la que dependen. Las nubes de sedimentos provenientes de la minería pueden viajar cientos o incluso miles de millas, lo que podría interrumpir toda la red alimentaria en la columna de agua y afectar a especies importantes como el atún.
El fondo marino en sí también se recupera lentamente de la actividad minera. En 2022, científicos enviaron un dron submarino frente a la costa de Charleston, en Carolina del Sur, y encontraron que aún eran visibles las huellas de una prueba de minería en el fondo marino que se había realizado allí medio siglo antes, según un informe del Post and Courier, un periódico local. Las áreas entre las huellas estaban desprovistas de peces, esponjas o nódulos. Una investigación publicada en 2023 encontró que un año después de que se realizara una prueba de minería del fondo marino que perturbó el lecho marino en aguas japonesas, la densidad de peces, crustáceos y medusas en las áreas cercanas se redujo a la mitad.
Los defensores de la minería en el fondo marino profundo destacan la creciente necesidad de estos recursos. En 2020, el Banco Mundial estimó que la producción global de minerales como el cobalto y el litio tendría que aumentar en más de un 450% para 2050 para satisfacer la creciente demanda de tecnología energética limpia. “Es una carrera entre países para adelantarse unos a otros en tecnologías emergentes y de vanguardia”, dice Arvin Boolell, ex ministro de Relaciones Exteriores de Mauricio, agregando que, con tales recursos agotándose en tierra, “el fondo marino se ve como la próxima frontera”.
Sin embargo, los escépticos de la industria sostienen que la tecnología de baterías está cambiando tan rápidamente que las que se usen en un futuro cercano serán diferentes de las que se utilizan ahora. También afirman que las empresas pueden confiar en recuperar y reciclar baterías usadas. Otros críticos ven la minería como una especie de esquema Ponzi destinado a atraer inversión de capital de riesgo, pero que en realidad tiene pocas posibilidades de generar ganancias a largo plazo.
Estos escépticos dicen que debido a las largas distancias de transporte y las condiciones corrosivas e impredecibles en el mar, el costo de la minería de nódulos en el mar será mucho mayor que el precio de hacerlo en tierra. Además, muchas de las mayores compañías de automóviles y tecnología han declarado públicamente que no están interesadas en los minerales del fondo marino. Un mejor diseño de productos, el reciclaje y la reutilización de metales ya en circulación, la minería urbana y otras iniciativas de economía ‘circular’ pueden reducir considerablemente la necesidad de nuevas fuentes de metales, dijo Matthew Gianni, cofundador de Deep Sea Conservation Coalition.

La Saya de Malha es uno de los mayores sumideros de carbono del mundo. Al igual que los árboles terrestres, las praderas marinas absorben dióxido de carbono, principal responsable del cambio climático antropogénico, y lo almacenan en sus raíces y suelo. Fotografía de Monaco Explorations.
En julio de 2024, un grupo de investigadores oceánicos presentó una queja ante la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. alegando que The Metals Company, el principal accionista de la minería en el fondo marino, había engañado a los inversores y reguladores. Más recientemente, The Metals Company ha comenzado a alejarse de su enfoque en las baterías y, en su lugar, afirma que los metales son necesarios para misiles y fines militares.
Algunos políticos de Mauricio están ansiosos por aprovechar la oportunidad financiera que parece representar la minería del fondo marino. En 2021, Mauricio organizó un taller con la Unión Africana y Norad, la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo, para explorar las perspectivas de la minería en el fondo marino. Los funcionarios del gobierno de Mauricio y Seychelles han dicho que están adoptando un enfoque “precautorio” hacia la minería en el fondo marino profundo, pero aún así siguen adelante con la búsqueda de recursos en sus aguas a pesar de las advertencias sobre una catástrofe ecológica. En septiembre de 2024, los dos países acordaron un pacto para iniciar la exploración de petróleo en los alrededores del Banco Saya de Malha, una región que gestionan conjuntamente.
En todo el mundo, el escepticismo sobre este tipo de minería ha aumentado. Más de 30 países pidieron una moratoria o una pausa precautoria sobre la minería en el fondo marino profundo, según Deep Sea Conservation Coalition, un colectivo de organizaciones no gubernamentales e institutos de políticas que trabaja para contrarrestar las amenazas al fondo marino.
En 2021, Greenpeace, miembro de la coalición de conservación, eligió el Banco Saya de Malha como el lugar para la primera protesta subacuática contra la minería en el fondo marino. Como parte de esa protesta, Shaama Sandooyea, una bióloga marina de 24 años de Mauricio, se sumergió en las aguas poco profundas del banco con un cartel que decía “Youth Strike for Climate” (“Huelga Juvenil por el Clima”). Ella tenía un mensaje simple: que la búsqueda de minerales del fondo marino, desentendiendose de las consecuencias, no era el camino hacia una transición ecológica. “Las hierbas marinas han sido subestimadas durante mucho tiempo”, dijo.
La reportería y escritura de este texto tuvo la contribución de parte del equipo de Outlaw Ocean Project como Maya Martin, Joe Galvin, Susan Ryan, Ben Blankenship, y Austin Brush.
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