Todos hemos visto la publicidad: un niño feliz come papilla de frutas. Es una imagen casi tan vieja como la publicidad misma: de hecho, Gerber fue una de las primeras marcas de alimentos en tener un anuncio en la televisión estadounidense, en 1951. La escena siempre se ha asociado al cuidado y calor del hogar a los niños. Pero, ¿qué pasa cuando está contaminada con plomo?
En 2024 es una pregunta recurrente en el Ecuador. No solo en las compotas o papillas de frutas y vegetales, sino en salsas de tomates, embutidos, quesos rallados y otros alimentos de comercialización masiva.
El plomo es un metal pesado que se encuentra en la naturaleza. Está, de forma natural e inofensiva, en muchas de las cosas que comemos, los suelos que pisamos, las montañas que visitamos.
Pero, en ciertas cantidades, puede ser tóxico para los seres vivos. Se almacena en los huesos. Puede causar graves consecuencias: la intoxicación por plomo es un envenenamiento que puede enfermarnos gravemente y, en el peor de los casos, causar condiciones mortales. Por eso, muchos países han limitado el uso de plomo. Las pinturas y las gasolinas ya no pueden contener altos niveles de plomo, porque envenenaron a millones de seres humanos.
Incluso, en 1983 el geólogo canadiense Jerome Nriagu argumentó en dos libros que la exposición al plomo, principalmente a través de tuberías de agua y utensilios de cocina, contribuyó al declive físico y mental de la población del Imperio Romano, desencadenando su desenlace.
Aunque la teoría ha sido ampliamente debatida y criticada, señalando evidencia de que los romanos eran conscientes de los peligros del plomo y tomaron medidas para mitigarlo, es claro que este metal ha sido parte consustancial de nuestras vidas desde hace miles de años.
La discusión sobre cómo nos puede enfermar se reavivó en noviembre de 2023, cuando cuatro niños estadounidenses fueron hospitalizados por “niveles elevados de plomo en sangre” por haber consumido de forma continua purés de manzana con canela de una marca ecuatoriana de ‘snacks saludables’”.
La primera bandera roja se flameó en noviembre de 2023. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos emitió una alerta sobre la posible “presencia de plomo” en purés de manzana y canela de una empresa ecuatoriana. Además, pedía a los padres no dar a sus hijos estos productos y que estuviesen atentos a cualquier signo de alarma: fiebre, vómito, diarrea, entre otros.
El anuncio desencadenó análisis en laboratorios de Estados Unidos y Ecuador para identificar el origen de esta contaminación. La conclusión fue que el ingrediente que estaba contaminado con plomo era la canela usada en la preparación del producto.
La Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) —que se encarga del control de calidad y los permisos sanitarios de en el Ecuador—, emitió un comunicado en el que decía que estaban trabajando con la FDA en el retiro de las bolsas de puré en Estados Unidos por la alerta. También anunció que el producto no había sido distribuido en el Ecuador.
Además, publicó una lista con los números de los 27 lotes contaminados.
Desde entonces, más productos han engrosado la lista. Entre ellos, lotes de canela en polvo, morcilla tipo 1, premezcla para preparar conos con sabor a vainilla, nuez moscada molida, salsa de tomate y canela molida.

Varias universidades ecuatorianas han analizado y alertado sobre la contaminación de alimentos por metales pesados desde hace años. Fotografía de Nicole Carrera para GK.
En el primer trimestre de 2024, Arcsa anunció que había encontrado contaminación en lotes de: salsa de tomate, arroz risotto, arroz blanco y agua embotellada.
En enero de ese año, investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), hicieron un análisis aleatorio a “ocho salsas de tomate y especies disponibles en estanterías ecuatorianas”.
El resultado reveló que dos marcas de salsas de tomate y otra de barbecue estaban contaminadas con plomo. El bote del aderezo parrillero que analizaron estaba en el refrigerador de una de las investigadoras.
Otra investigación de la PUCE, que analizó doce salsas de tomate de diferentes marcas, una muestra de barbecue, dos de comino, dos de pimienta, dos de cúrcuma y dos de canela arrojaron como resultado que en seis de ellas había “niveles elevados de plomo”. Es decir, que estaban sobre el permitido para el consumo humano.
El plomo parecía ser el elemento predominante en nuestras vidas.
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Fue cuando empezaron a surgir las dudas y preocupación en la ciudadanía, ¿estoy contaminado?, ¿mi comida tiene plomo?, ¿toda la canela está contaminada?, mi hermano come salsa de tomate todos los días ¿está enfermo?
Para saber si una persona está contaminada, debe hacerse un examen de plomo en sangre. Pero lo primero que debemos hacer es chequear el número del lote—entre la fecha de elaboración y de vencimiento— del producto que sospecha que podría estar contaminado con plomo. Además, depende de la cantidad de ese alimento que se consume. Un par de gotas salsa de tomate en el arroz una vez por semana no sería peligroso, pero bañar el arroz con pollo de todos los días con este aderezo, podría generar una intoxicación.
Todos los lotes de los productos en los que se encontró plomo en exceso fueron incinerados por Arcsa. Además, publicó los números de lotes para que la gente pueda revisar en sus casas si tenía alguno de los productos contaminados, se clausuraron plantas de procesamiento de alimentos y más.
Sin embargo, el caso de la canela, se supo después, era el resultado de una adulteración maliciosa.
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A raíz de la alerta de la FDA, la periodista Janeth Hinostroza, en el programa Visionarias, investigó de dónde venía la canela con plomo. A lo largo del especial, denominado La ruta de la canela, Hinostroza entrevistó a científicos, laboratoristas, representantes de las marcas en cuyos lotes de canela se encontraron altos niveles de contaminación, e inclusive al director del Arcsa, Daniel Sánchez.
En el programa del 11 de diciembre de 2023, Hinostroza dijo que la canela en polvo que viene de la India era mezclada en ese país “con plomo y cromo para que pese más y venderla más cara”.
“O se tinturó la canela en el país de origen o llegó acá en perfecto estado y aquí se la tinturó”, me dijo Hugo Navarrete, director de investigación de la PUCE. Apuntó, además, que los científicos elucubran que para tinturar “en el momento que se muele, la mezclan con otra madera”. Luis Ramos, docente investigador de la Universidad de las Américas (UDLA), dice que hay canelas cuyo color es más oscuro. Y, para que sean más llamativas, algunos comercializadores usan “ciertos pigmentos como el cromato de plomo”. Además, explica Ramos, el cromato de plomo “da un poco más de peso y como la canela se comercializa por peso, sale más económico”.
Según Arcsa, hasta el 14 de junio de 2024 seis casos de contaminación de plomo han sido remitidos a la Fiscalía para que se investigue si son parte de delitos. Están en la etapa de investigación previa.
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No es solo la salsa de tomate o la canela. Otros alimentos también pueden estar contaminados. Puede suceder desde el cultivo de sus ingredientes más básicos hasta que llegan a las perchas en los supermercados. Los suelos del Ecuador son volcánicos y tienen un alto nivel de metales en su composición, lo que podría hacer que el plomo de un vegetal o fruta sea más elevado que el tolerable para los humanos.
Universidades, como la PUCE, han hecho en los últimos seis años varios estudios sobre contaminación en los alimentos por metales pesados. Hasta mediados de 2024, la Academia ha publicado más de 15 artículos sobre contaminación en alimentos. Desde verduras hasta mariscos.

Para analizar los alimentos en el laboratorio quitan la parte física de la comida y luego mediante una máquina separan las proteínas y los metales. Fotografía de Nicole Carrera para GK.
Han encontrado contaminación por metales pesados en lechuga, cacao, banano, leche, tomate, arroz y pescados, dice Hugo Navarrete, director de investigación de la PUCE. En ellos, han detectado plomo, cromo, cadmio, mercurio y arsénico. Según Navarrete, la contaminación puede venir desde el origen, es decir, natural y antropogénicamente hay presencia de estos metales en el suelo y en el agua.
Gabriela Yánez, experta e investigadora en el centro de estudios aplicados en química de la misma universidad, dice que han encontrado altos niveles de contaminación de mercurio en conchas y pescados como el toyo, dorado y picudo.
En el cacao han encontrado altos niveles de cadmio, en el arroz, de arsénico, y en la lechuga y el tomate, de plomo y cadmio. El arsénico en cantidades más altas de las tolerables puede provocar una intoxicación aguda: vómitos, dolor abdominal y diarrea, según la Organización Mundial de la Salud.
Investigadores de la UDLA tomaron muestras al azar de canela en polvo y en rama de once provincias del Ecuador, dijo Luis Ramos en enero de 2024. Los resultados revelaron que en cuatro de las 150 muestras había concentraciones que superan los niveles máximos permitidos para plomo.
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Inevitablemente, la mayoría de personas ya tenemos un grado de contaminación por metales pesados en nuestro organismo. Por años, hemos consumido productos que superan los límites porcentuales que la FDA considera sanos.
Según los investigadores, el nivel de contaminación en las personas depende de la frecuencia de consumo, los pesos corporales y de quién lo consume. Es decir, en niños, mujeres embarazadas o adultos mayores, consumir de forma regular algún alimento que tenga algún metal pesado en alta cantidad, representa un riesgo mayor.
Luis Ramos explica que comer alimentos que tienen metales pesados genera problemas gastrointestinales. Sin embargo, dice que los efectos suelen verse a largo plazo, porque estos metales “tienen la característica de quedarse en el cuerpo”. Específicamente, en las partes grasas. Se alojan en el hígado, los riñones y la sangre. Así van, poco a poco, alterando procesos fisiológicos. Por ejemplo, el plomo al alterar la formación de hemoglobina —permite transportar el oxígeno— causa un tipo de anemia por intoxicación.
Ramos también dice que los metales pesados se van acumulando y afectan el sistema nervioso e incluso pueden generar demencia —de ahí nació la teoría, ya cuestionada, de que la Antigua Roma cayó enloquecida por el plomo. Hugo Navarrete explica que el plomo y el mercurio tienen efectos importantes en el sistema nervioso central y también en los huesos. Dice que si un niño está expuesto por mucho tiempo a altas cantidades de plomo “va a tener un desarrollo intelectual menor y su sistema nervioso también no se va a desarrollar adecuadamente”.
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Entonces, ¿qué se puede hacer?
Primero, estar pendientes de algunos síntomas. Diarrea, dolor de cabeza, dolor de estómago, vómito o desorientación que pueden demostrar una posible intoxicación o envenenamiento por metales pesados. Navarrete explica que el problema con estos síntomas es que como en nuestra vida “hemos consumido plomo aunque sea en pequeñas cantidades ya nos hemos acostumbrado a sentirnos así”.
Además, Ramos explica que para cuidarnos debemos reducir el consumo o evitar alimentos que pueden estar contaminados, estar pendientes a los lotes que publica el Arcsa, revisar en las etiquetas de los productos que haya en casa el número de lote al igual que al comprar productos.
Por otro lado, en el caso de la presencia de mercurio en los mariscos, Gabriela Yánez dice que el consumo de pescado dorado no debe sobrepasar más de una vez a la semana. El de picudo y toyo, “deben ser eliminados de la dieta por los altos niveles de mercurio y porque no tienen muy buenos ácidos grasos”.
Navarrete afirma que en sus investigaciones han encontrado que la corvina, por ejemplo, “prácticamente

Con los resultados del laboratorio se compara con los límites permitidos de los metales en los alimentos para saber si cumplen o no. Fotografía de Nicole Carrera para GK.
no acumula nada de mercurio” y que los peces pequeños en general son seguros para comer. Los peces grandes como el atún (entre ellos, la albacora) pueden estar más expuestos a altos niveles de contaminación.
Yánez explica que, al final, hay que entender que siempre va a haber una contaminación, porque el suelo como tal ya tiene metales, pero si hay algunas acciones que se pueden seguir. Una de ellas es controlar las frecuencias de consumo: “no vamos a comer todos los días salsa de tomate sabiendo que puede estar contaminada”, explica.
La presencia de plomo en nuestro plato es inevitable. Sin embargo, hay que moderar las alarmas: es el consumo excesivo lo que nos pone en riesgo, y existen medidas para mitigar nuestra exposición a los metales pesados, y para remediar una potencial intoxicación.
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