Para Eustaquio Sinisterra el cacao es un negocio familiar. Él a sus 70 años, es la cuarta generación de su familia que cultiva, cosecha y comercializa cacao en el cantón Eloy Alfaro, en la costera provincia de Esmeraldas. No lo hace solo. Su hijo Ramiro —uno de los siete que tiene Eutiquio Sinisterra— trabaja con él. Juntos trabajan para implementar y mantener estrategias de cultivo y cosecha orgánica del cacao. Lo hacen gracias a Ayuda en Acción, una organización internacional que ha capacitado a los agricultores de esta zona, a través de su Escuela Nacional del Cacao, para que implementen técnicas de producción de cacao sostenibles que sean amigables con el medioambiente y que velen tanto por la salud de los consumidores como de los agricultores.


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Eustaquio Sinisterra dice que gracias a estas técnicas han cambiado su forma de pensar sobre el cultivo de cacao y otros productos. “Nos hemos dado cuenta que fumigar la finca es hacerle un daño a la tierra por muchas razones. Por eso ya estamos en la línea del proceso del cambio”, dice Sinisterra bajo la sombra de un árbol frutal frondoso. La tecnificación de los agricultores comenzó con la Asociación de Productores de Cacao del Norte de Esmeraldas (Aprocane) que desde hace más de 25 años lleva ayudando a los productores de cacao a tener precios justos para la exportación, y así poder vivir del cacao. Sinisterra dice que en los últimos años gracias al apoyo de Ayuda en Acción quienes forman parte de Aprocane pueden pensar en un futuro y que “esto va para largo”. 

Eustaquio Sinisterra

Eustaquio Sinisterra trabaja en las plantas de cacao de su finca en Esmeraldas. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Ramiro Sinisterra, que trabaja en la finca de su padre 6 días a la semana, dice que están trabajando por mantener la certificación de productores de cacao orgánico que obtuvieron gracias a las capacitaciones de Ayuda en Acción. Él dice que el trabajo en conjunto con la organización internacional ha sido “muy bueno” porque ha podido complementar su experiencia de campo con conocimientos técnicos sobre agricultura. 

El principal aprendizaje, dice Ramiro Sinisterra, fue el impacto negativo que tiene la fumigación para la tierra, los cultivos y la salud. Gracias a las capacitaciones que recibió, dice que ahora siempre piensa en que “el producto orgánico es bueno para la salud y para la tierra”. 

Joel Peralta tiene 29 años y asistió a  la Escuela de Cacao que Ayuda en Acción. Ahí Peralta aprendió los conocimientos básicos del cultivo de cacao, pero también la preparación de insumos, a hacer compost y otras técnicas para garantizar que el producto sea sano. 

Ahora, gracias a Ayuda en Acción, Peralta es el encargado de revisar la trazabilidad de las fincas que —como la de Eustaquio Sinisterra— están certificadas como productores orgánicos. Al describir su función dice que es “el ente regulador que verifica que el productor esté haciendo las prácticas adecuadas”. Esas prácticas incluyen que no se apliquen herbicidas, que no se queme ni que se tale las plantaciones. 

Si es que una finca de cacao orgánico incumple una de las prácticas, debe pasar 3 años sin fumigar ni quemar su tierra para volver a certificarse como tal. También, Peralta se encarga de monitorear a las fincas que no están certificadas como productoras de cacao orgánico, y  que son conocidas como “tradicionales”. El objetivo, dice, es que esas fincas pasen a estar certificadas como orgánicas, así que Joel Peralta las está acompañando en ese proceso. 

No tener cultivo de cacao orgánico tiene consecuencias económicas para los productores. Sinisterra dice que “los compradores europeos ponen las reglas y no quieren comprar a quien fumiga, maltrata la tierra y no cuida el agua”. Luego se corrige, y dice que tal vez sí paguen por el cacao de tierra fumigada, pero aclara que “lo van a comprar a precio de gallina apestada para hacer algún abono o algo así”. 

Además de los beneficios económicos, Joel Peralta dice que tener productos orgánicos hace que se cuide la salud de quienes cultivan, de sus familias y de sus consumidores. Peralta dice que gracias a estas prácticas ellos tienen nuevas oportunidades y que están comercializando “un producto de buena calidad, útil y apto para la persona que lo consuma”. 

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Eustaquio  tiene alrededor de 3.500 plantas de cacao, porque siembra 700 por hectárea. Su finca tiene más de 8 hectáreas, pero solo 5 están destinadas a la siembra de cacao. En el resto están sembradas plantas de plátano verde, coco, limón, zapote, naranja, mandarina, entre muchos otros productos agrícolas. Esos cultivos también han sido beneficiados por los cambios en las prácticas. Sinisterra dice que cuando fumigaban las mazorcas de maíz y los verdes eran pequeños. Y el tiempo de vida de los frutos era más corto. 

De esas 5 hectáreas, Eustaquio Sinisterra saca entre 8 y 10 quintales por cosecha mensual. 

familia de Eustaquio Sinisterra

La familia de Eustaquio Sinisterra también trabaja en la finca de cacao en Esmeraldas. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Como es un negocio familiar. Su hijo Ramiro se encarga de podar, limpiar, injertar y cosechar. A veces también en la finca de Eustaquio trabaja su nuera, Aleska, y las hijas de ella. Van cuando se necesitan manos extra para partir y desgranar el cacao. Después, el cacao de la finca de Sinisterra —y de las otras que conforman Aprocane— se lleva a los centros de acopio en los que son procesados y clasificados.

En el centro de acopio de Maldonado, una parroquia rural del cantón esmeraldeño de Eloy Alfaro, hay adolescentes que están almorzando. Ellos son parte de otro programa de Ayuda en Acción, en el que los estudiantes de secundaria hacen pasantías para aprender cómo es la producción de cacao y adquirir experiencia en el sector. “Esto ha hecho que las siguientes generaciones también se preocupen por el cuidado de la tierra”, dice Eustaquio Sinisterra. 

En este centro de acopio, llegan los quintales de cacao de las fincas y pasan a cajones fermentadores por 4 días. Después se secan al aire libre por entre 4 y 6 días, dependiendo del clima. El siguiente paso es que se lleven al cuarto donde está un sistema de secado artificial que reduce la humedad hasta el 7%, gracias a eso pueden guardar el cacao por hasta dos meses si es que es necesario. Aquí se dividen por los sectores donde estaban las fincas y las fechas en las que llegaron, este es un paso importante para mantener la trazabilidad en caso de que algún lote tenga problemas. 

Joel Peralta dice que el cacao pasa del centro de acopio de Maldonado al de San Mateo, una parroquia rural del cantón Esmeraldas, en donde se clasifica y desinfecta. Cuando ese procedimiento termina, se empaqueta para enviar al puerto de Guayaquil y desde allí se exporta a Europa, principalmente a Suiza. 

cacao orgánico se seca

El cacao orgánico se seca al aire libre por entre 4 y 6 días. Fotografía de Diego Lucero para GK.

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Al centro de acopio de Maldonado llegan entre 50 y 200 quintales de cacao semanales, dependiendo del éxito de la cosecha. De ese total, el 95% se exporta, pero el otro 5% se queda en Maldonado para hacer derivados como barras de chocolate.  

Virginia Borja, es una de las dos personas encargadas de la planta de elaboración de barras chocolate de la marca Zambaje, un emprendimiento también impulsado por Ayuda en Acción. La planta de producción nació con la idea de darle valor agregado a la venta de cacao. “Yo siempre digo que el nombre lo indica, la organización viene a ayudar a tomar las acciones que a veces no podemos desarrollar solas”, dice Borja. Ella y otras mujeres de la zona han recibido capacitaciones sobre liderazgo, emprendimiento, comercialización y producción de chocolate fino de aroma a través de Ayuda en Acción. Con esa formación ellas han podido fortalecer su negocio e introducir nuevos productos en el mercado. 

Además, Borja dice que Ayuda en Acción fue clave en el proceso de regularización de su negocio, ya que les guiaron para conseguir registro sanitario para sus productos, y han financiado en varias ocasiones el mantenimiento de sus máquinas y el equipamiento de su negocio. 

La organización internacional también las ha llevado a ferias y eventos para que se conecten con otros productores y compradores. Adicional, las capacitó sobre cómo aprovechar la cáscara del cacao, que antes desechaban, para convertirla en empaques biodegradables para sus chocolates. Ese proyecto piloto, dice Borja, es su experimento más reciente. 

empaque del chocolate Zambate

El empaque del chocolate Zambate es biodegradable. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Sin embargo, una de las principales formas de apoyo de Ayuda en Acción fueron los cambios en la planta de producción de chocolate. “Al inicio pensamos que bastaba tener un techo de zinc, tablas, una parrilla y así”, dice Virginia Borja. Sin embargo, cuenta que cuando les visitaron personas encargadas del control de salubridad en alimentos les dijeron que eso no era lo adecuado. Por eso, Ayuda en Acción intervinó para mejorar y acondicionar su espacio. Ahora el piso es de baldosa y las zonas de las máquinas están debidamente identificadas y bajo los estándares de sanidad. 

Todavía hay mucho por hacer, dice Borja. Por ahora no tienen clientes fijos, pero hacen barras de chocolate por encargo. A veces decenas, otras cientos; depende del pedido. Están avanzando en la búsqueda de clientes nuevos a través de eventos, ferias y su sitio web.

Estas historias nos muestran que a las personas no les faltan ganas, les faltan oportunidades, por eso es importante que organizaciones como Ayuda en Acción sean ese puente que les conecta hacia ellas.

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