Tan pronto Zoila Chávez entrega la leche que ordeñó en la mañana, empieza una breve reunión de socios y productores lácteos de Las Nieves, en el cantón Pucará, al suroriente de Azuay. En el centro de acopio del lugar se concentra a diario la producción de leche para hacer una variedad de quesos que se venden en las parroquias aledañas. Desde hace un par de años, este proceso productivo ha dado un giro significativo gracias a las intervenciones de la organización internacional Ayuda en Acción. Su gestión en la zona empezó con la implementación de un sistema de suministro de agua potable y, a su vez, trabajan en el fortalecimiento de las cadenas productivas. Gracias a eso, hoy las personas de esta zona tienen más ingresos y mejores oportunidades.


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Cada paso del proceso productivo lácteo de Las Nieves  se hace entre los 15 socios de la planta. Desde hace dos años, cada uno de ellos está siendo capacitado para mejorar cada parte del proceso: desde el cuidado del ganado hasta la comercialización del producto final. 

Para construir futuro, cada paso cuenta

En Las Nieves, a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar, últimamente no ha llovido y en esta zona mayormente ganadera, la provisión de pasto se ve afectada. Como consecuencia de la falta de lluvias, disminuye la producción láctea a casi a la mitad, explica Zoila Chávez mientras camina junto a una “bestia” –un caballo–  que carga los bidones para la segunda jornada de ordeño del día. 

Zoyla Chávez

Zoyla Chávez ordeña hasta 40 litros de leche al día. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Al bajar una pendiente por alrededor de 10 minutos, se encuentran 7 vacas y un par de terneros. En breve Zoyla se prepara para ordeñar: amarra las patas traseras, limpia las ubres y, ágil, en unos cinco minutos llena un balde mediano. Toma una manta limpia y filtra la leche en uno de los bidones. Inmediatamente se acerca a la vaca y sella las ubres colocando yodo a través de un vaso especial para esa función. “Así es como cuidamos las ubres de las vacas”, dice muy segura de cada paso que sigue y, por supuesto, respaldada por el acompañamiento técnico que da Ayuda en Acción.  

Las capacitaciones para el cuidado del ganado se dan, precisamente, para fortalecer las cadenas de valor de las comunidades Las Nieves, Shagli, Santa Teresa y Pelincay del cantón Pucará. A su vez, impulsan el trabajo y el liderazgo de las mujeres productoras, es decir, las principales operadoras ganaderas de la zona. A través de donaciones de equipos, insumos y de acompañamiento técnico, esta organización con más de 37 años de trabajo en Ecuador, apuesta por un mejor futuro para las personas de zonas rurales.  A poco más de dos años de intervención con este último componente, las mejoras son evidentes. 

Para empezar se hizo un diagnóstico a través del que se identificó las áreas a intervenir. Es decir, ganado, cuyes y plantas de lácteos, explica Álvaro Ordóñez, técnico del proyecto.  En una primera etapa, se trabajó sobre la producción de ganado y cuyes. Se capacitó sobre la incorporación de cercas eléctricas y la aplicación de inseminación artificial. También se donaron kits básicos de cercos eléctricos y otros implementos para mejorar la tenencia de los animales. Se mejoró y equipó 4 Plantas de derivados lácteos lo que incrementó en un 135% los ingresos familiares de quienes se dedican a dicha producción.

Los cercos eléctricos, por ejemplo, son vallas de alambre acerado y piola electroplástica que produce ligeras descargas eléctricas al contacto. Incorporarlas beneficia a todo el proceso productivo, dice Ordóñez. Esta técnica consiste en apartar al ganado en amplias extensiones para garantizar la correcta disposición de agua y hierba. 

Antes, los productores usaban cercos con alambres de púas lo que, usualmente, lastima las ubres afectando la asepsia del ordeño. Asimismo, las vacas permanecían amarradas en un solo sitio por largos períodos, limitando su movilidad. El productor, por su parte, debía visitar el lugar varias veces para mover al animal y asegurar que tuviera alimento suficiente durante el día. 

Al incorporar cercas eléctricas se libera significativamente el tiempo del productor, “un trabajo hecho en su mayoría por mujeres”, recalca Ordóñez. Además, con este proceso, las vacas sufren menos estrés lo que incrementa significativamente los niveles de producción. 

Entre otras capacitaciones y bajo asesoría técnica, el primer año de intervención se hicieron 35 inseminaciones artificiales con una efectividad del 56%. Muchas de estas crías ya nacieron y esto permite la mejora del ganado, dice Ordóñez. A su vez, con el acompañamiento técnico obtuvieron registros sanitarios, notificación sanitaria y regulaciones para la transformación y exportación de sus productos, además de vincularlos con nuevas productoras de leche para estandarizar los procesos de producción.

Para la planta de la comunidad Las Nieves, por ejemplo, se donó una olla pasteurizadora, baldes para amasar el queso y moldes de acero inoxidable. También se intervino en la estructura de la planta cambiando un desgastado piso de baldosa por una cubierta de pintura epóxica, que es un material aislante y antideslizante, fácil de limpiar y no contaminante. 

Encaminados a mejorar aún más la producción, se planea estandarizar las recetas para las cerca de 90 libras de quesos que se producen al día en Las Nieves. Para concretar el ciclo, se intervendrá para convenir mercados fijos y de venta periódica del producto. 

La crianza de cuyes también tiene potencial 

En otro sector de Pucará, en la parroquia San José de la Betania, vive Flora Márquez junto a su esposo Milton. Desde siempre esta familia ha dedicado su vida a la agricultura, ganadería y a la crianza de cuyes. Flora Márquez, quien en mayor medida se hace cargo de los cuyes, admite que esta actividad se hacía de forma artesanal. Simple: los cuyes se criaban en el piso de un galpón y se alimentaban de hierbas que se recolectaban en la zona. 

Con la implementación del sistema de suministro de agua potable en La Betania por parte de Ayuda en Acción, también se iniciaron intervenciones para el fortalecimiento de la crianza de cuyes, un producto con alto potencial en la zona, según el equipo técnico de la organización. En los últimos 3 años, sólo en Azuay, más de 490 personas se han beneficiado del proyecto de cadenas de valor del cuy y más de 600 de la producción de lácteos.

En un renovado galpón de unos ocho metros de largo, paredes de madera y techos que permiten la entrada de luz natural, Flora Márquez cría alrededor de 70 cuyes. Los tiene cuidadosamente separados, por edades, sexo, tiempos de reproducción. “Yo quisiera llegar a tener de 500 a 1.000 cuyes”, dice Márquez, contemplando en medio de la cuyera, con orgullo, cada esfuerzo puesto. 

cuyes

Flora aspira llegar a tener de 500 a 1000 cuyes. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Flora Márquez cuenta que atravesó por un problema de salud que por un momento la hizo desistir de seguir con la crianza de cuyes. Sin embargo, sus cuatro hijos, motivados por el apoyo de Ayuda en Acción, le ofrecieron ayuda económica para renovar el galpón de acuerdo con las recomendaciones de los técnicos del proyecto. Motivados, todos aportan para que el negocio familiar crezca cada vez más. 

El 25 de julio, cuando se celebran las fiestas de Pucará, esta familia se organiza para la venta del tradicional plato criollo que consiste en cuy asado, mote y lechuga. Cada platillo puede llegar a costar hasta veinte dólares, dice Márquez, pues todo depende del tamaño del cuy. Según ella, hay cuyes que pueden llegar a pesar hasta siete libras si la alimentación es adecuada. Este último año, Flora pasó de vender 10 cuyes al mes a vender 500 al año.

Oportunidades que cambian vidas

En la comunidad de Tipoloma, a 10 minutos de La Betania, un técnico de Ayuda en Acción explica a 10 mujeres que se dedican a la crianza de cuyes sobre cómo alimentarlos. 

“Qué pasa si dan un producto nuevo al cuy?”, pregunta a las asistentes. “Se muere”, responde una mujer que escucha atenta mientras hila lana de oveja en una vara de madera. Inmediatamente, el técnico explica que para dar un nuevo alimento se debe introducir de a poco para evitar que el cuy enferme. Esta vez el técnico dona dos bolsas de suplemento alimenticio que recomienda dar una cucharada por día. 

Una de las asistentes, Rosa Indaura, explica con claridad que ahora sabe que el cuy puede estar listo para la venta a los tres meses y no en ocho como lo hacían antes de que Ayuda en Acción intervenga. Para ello, lo alimentan en un 80% con hojas largas mezcladas con un 20% de hojas anchas que siembran en parcelas especiales, destinadas exclusivamente para la alimentación del cuy. Esta técnica fue implementada tras las capacitaciones y las semillas de las hierbas fueron donación de la organización, dice Rosa. 

Además, para incrementar la producción e ingresos de las familias, Ayuda en Acción construyó un Centro de Faenamiento de cuyes. Y con su acompañamiento, más de 180 Productoras de cuyes han incorporado mejoras en su galpón y en sus procesos de crianza de cuy, incrementando sus ingresos económicos en un 30%. 

En medio de su cuyera que contiene 60 animales divididos por secciones, Rosa muestra un plato de “chanca” –maíz molido– con el que complementa la alimentación de los cuyes. “Nosotros no les damos otros balanceados porque nos enseñaron que eso cambia el sabor del cuy”, dice mientras roza ligeramente el ojo de una cría que al parecer tenía una basura que le impedía ver. 

El cuidado que se les da es minucioso. Ahora que ha mejorado la genética de los cuyes, gracias a las capacitaciones, en ocasiones nacen hasta 5 crías de una misma hembra. En esos casos, Rosa cuenta que prepara leche de fórmula para alimentarlos por al menos 15 días y así asegurarse de que sobrevivan en buenas condiciones. Cuando el cuy está listo se vende o se hace un trueque con algún otro producto. Rosa al igual que el resto de productoras espera pronto incrementar la cantidad de cuyes y establecer mercados de comercialización fijos. 

Tan pronto termina la capacitación, las mujeres productoras se apresuran, sacan ollas, abren mantos y colocan sobre la mesa quesos, huevos cocidos, papas, mote, aguas aromáticas y café. Es momento de compartir, de dar y recibir. En este instante único, no solo se comparten alimentos, sino también risas, bromas y gratitud. Expresan agradecimiento, conscientes de que la verdadera riqueza radica en la generosidad compartida. Estas mujeres y hombres productores no solo han aprendido habilidades prácticas, sino que también han cultivado la esperanza. Saben que se han abierto puertas hacia oportunidades transformadoras, que sus vidas tienen potencial y que el camino hacia una vida mejor ya empezó.

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