El primer recuerdo de niñez que tiene María José Endara es en el campo. “Amando la tierra”, dice. Tenía solo 5 años cuando acompañaba a su mamá a cortar hierba para dar de comer a los cuyes. 

Después, atrapaban algunos de estos animales y los llevaban a vender en alguna feria cercana. Hoy, a sus 32 años, María José es madre de dos niños, se dedica a la agricultura, a la crianza de animales menores como chanchos, gallinas, cuyes. También lidera una asociación de pequeños productores en su natal Natabuela, parroquia del cantón Antonio Ante, en la provincia de Imbabura.


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“Nos dicen pequeños productores, pero en realidad el trabajo es grande”, reflexiona mientras rasguña un pequeño callo en la comisura de su dedo anular. A partir de los 20 años, cuando María José se casó y tuvo su primer hijo, se dedicó de lleno a la agricultura y a la crianza de animales. Con los años, entre familiares, amigos y vecinos productores sintieron la necesidad de unirse y formar la Asociación Abriendo Nuevos Surcos San Francisco de Asís Natabuela. 

En un principio les sugerían que se unan a algún mercado mayorista, pero eso no era posible porque su producción no era tan grande para aquello. Con el tiempo consiguieron carpas y tableros. Luego, gracias al apoyo de las autoridades de la parroquia Antonio Ante, el 18 de febrero de 2018 abrieron la feria de pequeños productores en el Parque Central Natabuela.

Empezaron a vender sus productos todos los domingos. En 2020, como todos, tuvieron que enfrentar la crisis del covid-19. “La pandemia nos unió más”, cuenta María José. Aunque dejaron de vender sus productos en la feria de pequeños productores, se movilizaron en bicicletas o llevando los productos en carretillas para ser los proveedores de alimentos de la zona.

Ya pasado lo peor de la crisis sanitaria, han vuelto a la feria. Además, una vez al año, reúnen a más de 200 pequeños productores de toda Imbabura y hacen una feria del trueque. 

Mujeres productoras de Natabuela

María José Endara es una de las mujeres productoras lideresas en el cantón Natabuela, en Imbabura. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.

El camino recorrido por esta asociación es un ejemplo para otros  productores de la Agricultura Familiar y Campesina del Ecuador. “Nunca imaginé que nuestro trabajo fuera un modelo para otros”, dice con una sutil risa nerviosa. Ella explica que cuando se asociaron recibieron capacitaciones por parte del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), y también del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés). “Gracias  al trabajo de esta organización sabemos que estamos creciendo, que nuestro trabajo está siendo reconocido y que estamos respaldados”, afirma. 

En la vida, como en la tierra, fortalecer las raíces y colaborar da frutos. 

Hoy María José es parte de las 71 productoras, productores, técnicos y técnicas que participan del evento “Raíz de la igualdad: intercambio de experiencias”, organizado por el Programa Mundial de Alimentos  y el MAG para compartir prácticas agroecológicas y generar, de manera conjunta, nuevas estrategias de comercialización. Es en este evento en el que el trabajo de la asociación a la que representa María José Endara fue un ejemplo de éxito.

Cerrar brechas, una de las prioridades para el Programa Mundial de Alimentos

A través de su amplio trabajo en territorio, el Programa Mundial de Alimentos, conoce de cerca el rol que desempeñan las mujeres para el desarrollo de las comunidades. Es por ello que fortalece y acompaña el trabajo de las productoras y productores a través del “Programa conjunto sobre enfoques de género transformadores en favor de la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y la agricultura sostenible”. 

Esta agencia de la ONU, busca entre otras cosas, la sostenibilidad de los medios de vida de poblaciones vulnerables. Trabaja con el MAG para fortalecer las capacidades de más de 400 productores y productoras campesinas, 40 técnicos y técnicas  y 22 mil participantes indirectos. Piensan conseguirlo hasta finales de este año. Al mundo lo mueven los propósitos benéficos y ambiciosos. 

Para ello, han conformado 22 comunidades de aprendizaje en Imbabura, Manabí y Azuay, cuyo objetivo es potenciar los conocimientos y experiencias de productores y productoras para transitar a una producción más limpia. También hicieron diagnósticos de las ferias solidarias y, para este 2023, se priorizarán estrategias de vinculación a nuevos espacios de venta, a través de la conformación de una red interprovincial de mujeres para la comercialización. 

Parte del trabajo del Programa Mundial de Alimentos  es promover el empoderamiento económico de las mujeres partiendo de datos alarmantes como que el 62.8% de mujeres rurales ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Para ello, desde 2021, se han realizado 46 talleres con enfoque de género transformador, que han contado con la participación de 1.785 personas, 1.193 mujeres y 592 hombres. En Manabí se concretó la conformación de la Mesa Provincial de Mujer Rural con la participación de productores y autoridades de la provincia, para incidir en el diseño de políticas públicas.  

Historias frondosas, como una planta que crece sana

A sus 51 años, Savina Sánchez tiene una fructífera historia de resiliencia labrada en el campo. Ella nació en la parroquia San José de Raranga, un poblado ubicado a una hora de Cuenca y al que describe como un amplio paisaje montañoso, nublado, siempre lluvioso y muy tranquilo. 

Esta mujer y madre de un niño de seis años, es el único sustento de su hogar. Sus actividades están repartidas entre la ganadería y, en menor medida, la agricultura. “Nosotros sembramos casi que para no comprar, como lo hacían mis padres y abuelos”, dice, mientras arregla su amplia pollera morada con coloridos bordados florales. En sus terrenos alberga cuarenta cabezas de ganado y algunos huertos de papas, lechugas, cebollas, entre otras. “Los sembríos son para consumo propio y para compartir con los vecinos”, dice.  

Hace unos 8 años, Savina Sánchez atravesó una profunda tristeza que describe como una depresión. Todo comenzó cuando se divorció de su esposo y al poco tiempo murieron sus padres. “No sé cómo me ve la gente, yo me río, hago bromas pero nadie sabe lo de uno. Yo me curé en el campo”, dice con la voz un poco quebrada. 

Cuenta que cuando se separó de su esposo, tras ser víctima de violencia, tenía tan solo 4 vacas. En medio de la adversidad, fue el momento de volver a empezar.  La constancia y el duro trabajo en las madrugadas fue dando frutos y poco a poco fue creciendo hasta el punto de llegar a tener 40 cabezas de ganado en 20 hectáreas de terreno. “Yo sola ordeño y saco hasta 100 litros de leche en una hora”, dice. Es una mujer fuerte. 

Mujeres productoras de Azuay

Savina Sánchez es una de las mujeres productoras de la parroquia San José de Raranga en Azuay. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.

Su familia y amigos le dicen que ahora la ven muy bien; renovada, fuerte y poderosa. “A veces perdemos, pero también ganamos. Los malos momentos me enseñaron a vivir fuerte”, repite, mientras respira profundo para evitar que el llanto se apropie de su momento. Junto a 11 productoras de la comunidad trabajan en conjunto y se turnan para, a través de mingas, sacar adelante las tierras de cada una de ellas. 

En el evento “Raíz de la igualdad: intercambio de experiencias”, Savina Sánchez se siente emocionada: aprendió una nueva forma de hacer bocashi o abono, una composición orgánica para fortalecer los sembríos. Esta mujer productora reflexiona que, a pesar de que es difícil dejar sus actividades en el campo, el aprendizaje de nuevas técnicas que hace posible el Programa Mundial de Alimentos es importante para su trabajo y para seguir creciendo. 

Mujeres productoras y solidarias 

Mónica Loor, productora manabita y madre de tres hijos, tiene claro que las mujeres son el pilar fundamental en la economía del hogar. A sus 48 años de edad, es una de las socias fundadoras de la Asociación de Mujeres Comunitarias del cantón Tosagua, de donde es oriunda. En este camino ha visto de cerca el empoderamiento de sus compañeras gracias a las capacitaciones con enfoque de género que han recibido. “Tenía compañeras a quienes sus parejas les hacían elegir entre ellos o la asociación”, recuerda. Por fortuna, pudo ver como esas mujeres alzaron la voz y cuestionaron esas actitudes. 

Muchas de ellas se separaron de sus parejas. En la asociación, además de pretender la prosperidad de sus socios y socias también buscan su bienestar. Sin titubear, Mónica asegura que nació para ayudar a otras personas. “Muchas veces las mujeres solo necesitamos ser escuchadas, darnos una palabra amiga y para eso estamos aquí”, dice. Cooperar y estar es parte de su forma de ayudar. 

Desde su asociación, que ya cumplió 16 años y que está conformada por 82 socios —63 son mujeres—, se llevan a cabo tres emprendimientos: uno de maní, de fibra de algodón y de maíz en grano duro. Estos productos se siembran, cosechan y producen en Tosagua, desde donde son distribuidos a Manabí y algunas provincias de la Sierra. 

Según Mónica Loor, los logros de la asociación que están compartiendo en el evento “Raíz de la igualdad: intercambio de experiencias” no habrían sido posibles sin sus aliados: la academia, los ministerios y el Programa Mundial de Alimentos. “Gracias a ellos mejoramos la calidad de nuestra  alimentación y  entendemos el valor real de nuestra labor desde casa y en el campo”, dice Mónica Loor. 

Mujeres productoras de Manabí

Mónica Loor es una de las 63 mujeres productoras de Tosagua, Manabí. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.

Así, gracias al aporte, en diversos aspectos, de todos los involucrados en la asociación se creó un fondo solidario para beneficio de los socios y también de la comunidad a la que pertenecen. Inclusive ofrecen servicios exequiales. Próximamente, gestionarán capacitaciones en temas de primeros auxilios y pretenden crear una tienda de la organización para comercializar sus productos. 

Lo importante, dice Mónica Loor, es garantizar un crecimiento colectivo y eso se ha reforzado con el proyecto del huerto comunitario que llevan a cabo desde 2021 bajo el acompañamiento del Programa Mundial de Alimentos. Aparte, como asociación, tienen 40 huertos de donde obtienen productos para vender en las ferias locales. 

“Somos las mujeres, somos nosotras las que le ponemos luz y vida a nuestras tierras”, concluye Mónica quien desde 2019 se dedica de lleno a su asociación como asesora. Dice que así puede aplicar y replicar todo lo aprendido en las capacitaciones que ha recibido en todos estos años. También se mantiene pendiente para brindar la mano a quien lo necesite, para ayudar a otras mujeres, reitera. 

Seis de cada diez alimentos, producidos por mujeres

Durante el evento “Raíz de la igualdad: intercambio de experiencias”, Matteo Perrone, Representante del Programa Mundial de Alimentos en Ecuador, expresó sentidas palabras de agradecimiento a las mujeres productoras que aseguran la alimentación de los ecuatorianos y ecuatorianas. Perrone afirma que el 60% de los alimentos que consumimos son producidos por pequeños productores. 

Esto es importante porque solo en Ecuador hay 2,4 millones de personas en inseguridad alimentaria —una forma técnica de decir que comen una vez al día o menos. “Estas son las manos que alimentan al Ecuador”, dice Perrone mientras reconoce a las mujeres productoras parte del Programa conjunto sobre enfoques de género transformadores en favor de la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y la agricultura sostenible. 

María José Endara extiende su mano. Como las de sus compañeras, no son precisamente delicadas, dice. “No tienen el manicure perfecto”, afirma. Más bien, reflexiona, son duras porque así es el trabajo en el campo: duro. Por eso, explica María José Endara, que como lideresa de su asociación, constantemente les recuerda a los agricultores que sus ojos siempre deben regresar a ver al campo, porque eso es lo que nos da de comer. “El campo es nuestra mina de oro”. 

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