Es un compendio de aquellas pequeñas historias que cambian el mundo. Esas que no tienen puestos los reflectores, ni reciben el foco de las cámaras, sino la voluntad, la determinación y el acompañamiento. Son vidas inspiradoras que discurren en el día a día; pero que al cambiar una realidad, cambian todas las realidades: abren un mundo de posibilidades antes no previstas; quizá insospechadas.
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La inspiración funciona por ósmosis. Cuando alguien ve que otro pudo, siente que también podría lograr sus sueños. Ese es, quizá, el rol esencial que ha jugado Plan International en sus 60 años en Ecuador: generar las condiciones para que la inspiración fluya, toque a muchos y, de a poco, aquello que parecía inalcanzable, se materialice.
Esas seis décadas de inspiración y logros están recogidas en el libro con el que Plan International Ecuador celebra su trayectoria en Ecuador.
Se llama Vidas que Inspiran. Recoge 34 historias de personas a las que, de distintas formas, Plan International ha apoyado, respaldado y acompañado para que puedan desarrollar sus vidas. Son testimonios narrados en primera persona, con cercanía y calidez. Las 34 historias, prologadas por Rossana Viteri, directora de Plan International Ecuador, son una sonrisa satisfecha con los resultados de una simbiosis fructífera.
1962: punto de partida para la inspiración
Plan International llegó al Ecuador en 1962. Aterrizó en la ciudad portuaria de Guayaquil, para ayudar a niños y niñas de escasos recursos. En ese entonces, la organización se llamaba Plan de Padrinos, porque en su modelo de entonces, un grupo de personas extranjeras hacían un aporte mensual para mejorar la vida de decenas de niños ecuatorianos.
Para 1965, había ya 600 apadrinados. A medida que su trabajo se asentaba en la ciudad, la organización comenzó a desplegar su asistencia humanitaria, especialmente en salud y educación. Fueron miles de guayaquileños quienes recibieron la mano abierta de Plan International.
Dos décadas más tarde, Plan International Ecuador cambió su política, reemplazando su modelo de trabajo por un esquema mucho más participativo. De esa forma, permitía que sus afiliados presentaran sus propios proyectos para ser considerados para financiamiento, al tiempo que continuaba con su apoyo en la generación de infraestructura. Construyó 49 escuelas en zonas marginales de Guayaquil y, también, en la provincia de Bolívar, esto benefició a más de 15 mil niños y a sus familias.
Era un cambio radical en sus vidas: para entonces, apenas dos de cada diez niños de entre 5 y 14 años en áreas suburbanas iba a la escuela. Ir a la escuela es algo que muchas veces, muchos, damos por sentado —pero es importante (vital, acaso) que reconozcamos de forma genuina, y no solo como una frase trillada, que pisar una aula es pisar el camino a un mejor futuro.
Todo esto sucedía mientras, a la par, se gestaba uno de los grandes pasos de la humanidad.En 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció, por primera vez en la historia, los derechos de los niños y las niñas.
Se consagraron en la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Entonces, la semilla que había sembrado Plan International en Ecuador, comenzó a germinar. Serían ellos y ellas quienes serían los protagonistas de su propio destino con el programa Gobiernos Infantiles, implementado en la década de 1990.
Era una estrategia para contribuir a que la niñez se organice y participe directamente en el desarrollo de su comunidad, para hacer efectivos sus recién consagrados derechos. Fue tal el éxito del programa, que en 1999 había 12 gobiernos infantiles; un año después, 142.
En 2006, Plan International Ecuador ajustó el foco de su trabajo, para centrarse en los derechos de las niñas y las adolescentes, consciente de que si bien comparten muchos problemas, desafíos y amenazas, las niñas y las adolescentes suelen estar en situaciones de mayor riesgo. En definitiva, adoptó un enfoque de género que, sin dejar de lado a los niños, se enfoca en la situación de las niñas.
Así, implementó la campaña Por ser Niña, la cual ha tenido varias actividades y resultados, uno de ellos, fue la creación del Movimiento Por Ser Niña, una organización de la sociedad civil impulsada por Plan International que tiene ya más de 600 integrantes y se ha convertido en un movimiento social por derecho propio. Al día de hoy, Plan International Ecuador tiene más de 38 mil niñas y niños patrocinados, 40 proyectos, 2000 mil voluntarios que trabajan en comunidades de 12 provincias de todo el Ecuador.
Ese ha sido el recorrido en años, cifras, cimientos, aportes y porcentajes de Plan International Ecuador. Pero lo mejor del libro son las historias que cuentan sus protagonistas.
La vida siempre cambia en primera persona
Mishel dice que es mujer, femenina, pero disfruta jugar al fútbol. Lo de ella, dice, “es estar adelante”. Una crack. Lo de todas las historias de este libro es eso: estar a la vanguardia —algo para cracks.
La vanguardia que desafía los estereotipos, que rompe con el “esto siempre ha sido así”, con el “así no es esto”. Como Kevin, un joven que es parte de un movimiento que supuestamente solo reúne a niñas —el Movimiento Por Ser Niña de Plan International Ecuador.
Antes de graduarse, dice, fue a su colegio con la camiseta magenta del movimiento, al que se había unido gracias a un proyecto de capacitación sobre derechos sexuales y reproductivos. “Yo estaba muy orgulloso de vestir la camiseta, pero ellos me veían mal”, cuenta en el libro, al recordar la reacción de sus compañeros al verlo con esa prenda. “Me costó mucho hacerles entender que un color no significa nada , que ser parte del Movimiento Por Ser Niña permite la igualdad de género”, dice con palabras claras como un amanecer andino.
Paulet, en cambio, fue alcaldesa de su ciudad por un día. “La denominamos un takeover, toma de poder”, dice en su testimonio. Eso es lo que he hecho durante seis décadas el trabajo de Plan International Ecuador: permitir que los niñas y, especialmente, las niñas y las adolescentes, tomen el poder.
El poder de decidir sobre sus propias vidas, sus cuerpos e ideas. El poder de creer que sus sueños son posibles y que el destino no está escrito en una perentoria aciaga piedra. El poder de reconocerse como actoras sociales y políticas —con voz y voto sobre la vida pública.
El poder de emprender, como Hamilton, que llegó a los 8 años como niño patrocinado de Plan y hoy tiene un emprendimiento llamado H&L Electronic & Robotics, donde da capacitaciones gratuitas y pagadas sobre electrónica. El poder que da la alegría de servir a la comunidad, como dice Mauricio, voluntario de Plan International.
El poder de 6 décadas de un trabajo incansable pero dúctil, que no se estancó nunca, se autoexploró y se redefinió para servir más y mejor a los niños, pero especialmente a las niñas y las adolescentes del Ecuador.