Por más de un siglo vivió Isabel Robalino Bolle, defensora de derechos humanos y laborales y una de las mujeres que transgredió las normas impuestas de su época. A raíz de un accidente en 2011, se fracturó la pierna y eso la obligó a usar una silla de ruedas. Según una reseña de Plan V, los padres dominicos le acogieron desde ese año en el convento de San Francisco, en donde vivió la última década de su vida.
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Isabel Robalino nació en Barcelona, España, el 14 de octubre de 1917. Su papá Luis Robalino Dávila fue un escritor y diplomático quiteño, por lo que Isabel viajó a diferentes partes del mundo y del Ecuador. Su madre fue Elsbeth Bolle, de nacionalidad alemana. Robalino creía que el apoyo de su madre fue uno de los pilares para que ella alcanzara todas las metas que se había propuesto, según dijo en una entrevista a Ecuavisa, en 2017.
Desde joven sentó precedentes por sus acciones y fue una de las primeras mujeres que se graduaron en el tradicional colegio Mejía, que aunque había sido constituido como un colegio mixto, en la práctica era solo masculino. Ella era la única mujer en un aula llena de hombres.
En 1938, cuando tenía 21 años, Robalino apoyó la fundación de la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas (CEDOC); también, impulsó al Frente Unitario de Trabajadores (FUT) —organización que existe hasta la actualidad y aboga por los derechos de los trabajadores—.
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Su compromiso por la justicia la llevó a estudiar Jurisprudencia en la Universidad Central del Ecuador, donde fue la primera mujer en graduarse de abogada, en 1944. Dos años después, en 1946 se convirtió en la primera mujer concejala de Quito. Las organizaciones obreras la eligieron como su representante en la Asamblea Constituyente de 1966 y dos años después, en 1968, se convirtió en la primera senadora en la historia del Ecuador. En la entrevista con Plan V, Isabel Robalino aclaró que llegó a estas designaciones fueron “gracias a su trabajo incansable a favor de las luchas obreras” y recalcó que “su especialidad es el derecho laboral”.
Según el historiador Enrique Ayala Mora, en la década de 1960, Isabel Robalino junto a Julio César Trujillo —quien fue parte del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio, entre 2018 y 2019— lucharon contra un grupo de empresarios para lograr la amnistía a los obreros de la Fábrica Textil Imbabura. En 1965 se anunció que la fábrica cerraría— por una posible mala administración— lo que generó la molestia de cientos de trabajadores que organizaron una de las huelgas más grande de esa época. Entre los reclamos de los obreros se encontraban que los sueldos eran bajos y tenían malas condiciones y exigían que se respete sus derechos. Pese a las protestas no tuvieron respuesta de la justicia, quien falló en favor de los dueños.
Sin embargo, los empresarios se habían comprometido a pagar lo que adeudaba a los obreros, pero el día pactado para el pago no se cumplió y los trabajadores ofuscados reclamaron a un inspector de trabajo, pero este se marchó por no poder llegar a un acuerdo.
Los obreros entraron a las oficinas de la Fábrica Textil, donde se encontraba un técnico que gozaba de la confianza de los dueños, para reclamar que se les pagara sus sueldos. Sin embargo, la situación se volvió insostenible y violenta, por lo que el técnico disparó para intentar controlar a los enfurecidos trabajadores, pero esta acción provocó el efecto contrario y técnico murió después de que fue brutalmente golpeado por algunos trabajadores. Tras el hecho se buscaron a los responsables pero la Policía capturó a los dirigentes de la protestas sin evidencia de que ellos fueran los responsables. En este contexto, los activistas Robalino y Trujillo defendieron los derechos de esos obreros que habían sido capturados.
Según el historiador Robalino también se enfrentaría al poder del ex presidente,León Febres Cordero, ya que años más tarde ella también participó en la huelga organizada por los más de 5.000 trabajadores despedidos durante la alcaldía de Febres Cordero en Guayaquil, entre diciembre de 1991 y agosto de 1992.
Isabel Robalino, en sus cargos públicos, logró algunos cambios en el Código de Trabajo, como que se respeten las ocho horas laborales. También defendió la contratación colectiva y el derecho a la huelga. Además, fue profesora universitaria por más de 20 años en las universidades Central y Católica.
En las últimas décadas, en 2015 formó parte de la Comisión Nacional Anticorrupción. Como consecuencia de su trabajo, en 2017, a sus 100 años, fue sentenciada a prisión por el delito de calumnia contra el general del Estado, Carlos Pólit. Tras la sentencia, Pólit desistió de la demanda “para contribuir a la paz” y pidió la extinción del juicio. “Esto es un juego de paja política para decir que yo, contralor desistió de la acción, y eso hemos considerado que es ofensivo”, dijo Robalino tras la audiencia.
Daniela Salazar, jueza constitucional, fue una de las tantas personas que se pronunciaron en redes para lamentar la muerte de Robalino. Salazar dijo en su cuenta de Twitter: “Conmovida con la partida de Isabel Robalino, a sus 104 años. En 2017 escribí: no puedo imaginar mi vida ‘si todas las puertas por las que he cruzado no estuviesen ya abiertas gracias a esa primera mujer abogada, profesora, senadora, luchadora’. A seguir su ejemplo de honestidad”.
Robalino organizó cerca de 3 mil sindicatos y comités de empresa; escribió libros sobre sindicalismo y trabajo y fue tildada de comunista. “Ella quería el desarrollo de la gente pobre, del obrero, del trabajador, ella pretendía que se unan esas personas para exigir sus derechos”, dijo su sobrina, Laura Arcos en un reportaje de Ecuavisa.
Era, además, cercana a la Iglesia Católica. En el reportaje de ese medio televisivo, Robalino decía que aún iba a misa y que a veces se confesaba. Nunca se casó ni tuvo hijos. “La vida matrimonial no era mi vocación”, dijo en ese reportaje y dijo también que está preparada para la muerte, que la mira con tranquilidad y que espera que después de la muerte encuentre “la salvación para siempre”.