A finales de la década de 1950 y durante la de 1960 en el campo ecuatoriano, sobre todo en la serranía, existía un descontento generalizado de campesinos y agricultores. En la sierra norte del Ecuador existían agrupaciones que luchaban por la reivindicación de los pueblos campesinos, como la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) que estaba liderada por figuras como Ambrosio Lasso, Jesús Gualavisí, Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, Virgilio Lechón, Miguel Lechón y Neptalí Ulcuango, según el libro Reforma Agraria y Movimiento Campesino Indígena, de Fernando Velasco. El movimiento campesino del Ecuador se organizó en esas épocas y se ha caracterizado por su lucha por reivindicaciones de tierras y pagos más justos para los agricultores.
La FEI fue la primera organización campesina, fundada en 1944. Tenía como principal objetivo la lucha por la Reforma Agraria—un conjunto de medidas políticas, económicas, sociales y legislativas impulsadas con el fin de modificar la estructura de la propiedad y producción de la tierra y la supresión del sistema de explotación de los indígenas.
Ecuador se caracterizó por el predominio de grandes extensiones de tierra concentradas en pocas manos, que se abastecía de la fuerza de trabajo que le proporcionaban los campesinos que supuestamente usufructuaban parte de sus recursos, dice Velasco en su libro.
Estos campesinos eran conocidos como huasipungueros, que vivían y trabajan en la tierra de sus patrones. Los campesinos recibían de un lote de terreno que era poco fértil o inservible ubicado dentro de la misma hacienda del patrón. Lo que producía debía compartirse con el señor feudal y el salario que percibía el huasipunguero era inferior al de los peones libres. En muchas ocasiones, simplemente no les pagaban a cambio de saldar la deuda que adquiría con el señor feudal por su tierra.
A cambio de estos supuestos beneficios, el huasipunguero debía trabajar semanalmente entre 4 y 6 días en la empresa patronal. Además, periódicamente las mujeres de sus familias hacían de huasicamas —atendían, por ejemplo, la casa de hacienda o cuidaban el ganado. Era un modelo de producción colonial y se basaba en que el hacendado tenía grandes extensiones de tierra mientras los campesinos tenían poco o nada.
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A inicios de 1960, la agitación social era evidente en el campo, tanto en la Sierra como en la Costa: los sindicatos se volvieron visibles y las huelgas y exigencias sociales se tornaron frecuentes. Según Velasco, en esa época se vivía una efervescencia impulsada y articulada fundamentalmente por el Partido Comunista, a través de la Federación Ecuatoriana de Indios en la Sierra y la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral.
La tensión se agudizó en 1962. En mayo de ese año, varios indígenas del Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo protestaron en rechazo al Censo Agropecuario. La violencia de esos días dejó 12 muertos, explica Velasco.
En octubre y noviembre hubo más enfrentamientos, que dejaron tres muertos y varios heridos. Diario El Comercio, reportaba que la agitación rural era un síntoma más que demostraba la necesidad urgente de una Reforma Agraria; prácticamente todos los conflictos que plantearon los campesinos serranos se centraron en dos reivindicaciones: la tierra y el pago de salarios. Los huasipungueros, dice Velazco, por su mayor vinculación a la hacienda de los patrones, se convirtieron en “el eje de la acción campesina”.
Primera reforma agraria
La reforma agraria fue concebida y ejecutada por la Junta Militar de Gobierno en 1963, con el propósito de restaurar el orden y generar las transformaciones socioeconómicas. Sin embargo, recién se puso en práctica el 11 de julio de 1964.
En términos concretos, la Ley de Reforma Agraria “siempre estuvo orientada a la redistribución de la propiedad de la tierra en la Sierra ecuatoriana”, según el ensayo Movimiento campesino y reforma agraria en la Costa del Ecuador de Rafael Guerrero. Según el autor “el latifundio era el símbolo de dominación en el campo”.
En la Costa, en cambio, a pesar de que también era necesaria esta reforma, la protesta se centraba contra los sectores comercial y bancario, a pesar de que, en ese año, las plantaciones de cacao —que hasta inicios del siglo XX fue el mayor producto de exportación ecuatoriana— se encontraban semiabandonadas.
La exposición de motivos de la Ley de Reforma Agraria apuntaba a una deficiente distribución de la tierra, que había ocasionado problemas económicos y sociales. Económicos, pues era, según Velasco, “la causante de una lenta expansión de la producción agrícola destinada al mercado interno, lo cual conlleva presiones inflacionarias y de balanza de pagos, además de ser la responsable de una irracional devastación de los recursos naturales. Sociales “por haber marcado con su sello de ineficacia y de privilegio las diversas instituciones de la sociedad ecuatoriana”, decía el autor.
Guerrero afirma que la Reforma Agraria tuvo varios efectos: “aceleró la formación de grupos de campesinos que demandaron tierras apoyándose en las disposiciones de la ley contra la redención de sembríos” y “desató una ola de desalojos de finqueros y sembradores de arroz, como una medida de todos los grandes propietarios para protegerse de la posibilidad de la expropiación”.
Después de la primera Reforma Agraria, en 1973 existió un proceso para una segunda reforma que incluyó algunos conceptos que se mantienen hasta la actualidad como el de “invasión” de la tierra, que se considera un delito. Sin embargo, en esta segunda reforma se eliminaron las causales de expropiación por inobservancia a la legislación laboral y se evitó la reversión de las tierras. De esta forma, terminó el proceso de reforma agraria que se había iniciado en la década anterior.
¿Qué ha pasado desde ese momento hasta ahora?
Raúl Borja Núñez, en su libro Los Movimientos Sociales en los 80 y 90, afirma que después de que la reforma agraria quedó truncada, en los años setenta y ochenta nacieron las organizaciones indígenas campesinas más fuertes del país, que perduran hasta la actualidad.
En 1972, en Chimborazo, nació la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari).
Esta organización tuvo un trabajo formativo y organizativo previo de monseñor Leonidas Proaño, junto con curas, monjas y militantes de izquierda cristiana animados por la Teología de la Liberación, una corriente filosófica y política dentro de la iglesia católica que postula una interpretación de las escrituras bíblicas a través de la crisis económica de los pobres.
Los verdaderos seguidores de Jesús, según la teología de la liberación, deben trabajar hacia una sociedad justa, lograr un cambio social y político, y alinearse con la clase obrera en lo que se conoce como la “opción preferencial por los pobres”, uno de los principios esenciales de esta teología (que fue denunciada como marxista y combatida fuertemente por el papa Juan Pablo II).
La Ecuarunari se fundó sobre la convicción de que los indígenas valoran la tierra como emblema de su dignidad humana y hábitat de quienes trabajan en ella, a diferencia de las visiones tradicionales que le consideran un factor o medio de producción, según Borja. En 1984 nacieron dos importantes instancias de coordinación: el Consejo de Nacionalidades Indígenas (Conancnie) y la Coordinadora Campesina e Indígena. El Conancnie solo existió por dos años. Fue, según Borja, una instancia de transición de una alianza estratégica entre Ecuarunari y la Confeniae, que agrupa a las nacionalidades y pueblos indígenas amazónicos.
En noviembre de 1986 se fundó la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que agrupaba entonces a la Ecuarunari, Confeniae. Según Borja, la Conaie marcaría un “parteaguas” en la historia de los movimientos indígenas y campesinos, tanto por su postura ideológica y programática, como por su incursión en el campo de la disputa del poder político.
Para la Conaie, el Ecuador es un país multiétnico y pluricultural, los indígenas conforman etnias, aunque también se habla de “pueblos”. Esta organización sostiene que el país no es una Nación-Estado, sino un Estado Plurinacional (una condición que se acogería en la constitución de 2008).
Esta definición marca la diferencia en la lucha por la tierra, el territorio, el estatus jurídico de los pueblos indígenas y la caracterización del Estado ecuatoriano. Con esas particularidades entró la Conaie a la arena política en la década de 1990, explica Borja.
En esa esa década, los pueblos indígenas y campesinos lucharon contra gobiernos que consideraban neoliberales. En 1994, el gobierno de Sixto Durán tuvo que ceder ante la movilización indígena y campesina en uno de sus más importantes proyectos: la aprobación de la Ley Agraria conforme el texto que habían planteado las cámaras de agricultura del país, según Borja. La ley aprobada finalmente por el Congreso tuvo aportes tanto de las organizaciones sociales en pugna, como de los gremios de empresarios del campo.
En 1996, la Conaie decide en un congreso que participaría en las elecciones presidenciales y ese año se funda el Movimiento de Unidad Plurinacional Nuevo País Pachakutik, que hasta hoy es el brazo político del movimiento indígena ecuatoriano, aunque en los últimos años ha habido un distanciamiento entre ambas organizaciones.
En 2002, en una asamblea de la FEI, se decidió que esta organización pasaría a llamarse Confederación de Pueblos y Organizaciones Indígenas Campesinas del Ecuador pero se conservaron las siglas FEI para no olvidar su origen. Según José Agualsaca, presidente de la FEI, que ha dirigido esta organización por 19 años, han luchado por el acceso a las tierras y producción agraria por parte de asociaciones y comunidades campesinas.