Durante la crisis humanitaria causada por el covid-19 hemos sido testigos del resurgimiento de prácticas de desmonetización y de la revalorización de los oficios básicos como una alternativa de vida más digna y equitativa.
En Cuenca, Ecuador, viven Tatiana, Gemma y Fanny, quienes, inspiradas en la cosmovisión andina, a partir de la pandemia, encontraron en el trueque una solución para sustentar su economía. De acuerdo a esta práctica ancestral, propia de las comunidades indígenas, cuando alguien recibe algo, no puede quedarse con esa gratitud sino que se debe demostrar con ayni (reciprocidad y ayuda mutua en lengua Quichua).
El trueque ha surgido en varias ciudades como una respuesta orgánica a la emergencia sanitaria y a la crisis económica.
Gemma Rosas, de 45 años, es escritora e ilustradora de cuentos infantiles, y perdió su trabajo por la pandemia y se quedó sin ingresos. Así empezó a intercambiar sus cuentos por diversos productos y servicios para mantener a sus tres hijos.
Tatiana Rodríguez, agropecuaria especializada en productos de los Andes y gastrónoma, tiene el restaurante la Chichería. Su negocio quebró durante la pandemia y empezó a buscar alternativas de subsistencia. A través del trueque logró reactivar su negocio, tener una casa donde vivir y generar una red donde intercambia productos y servicios constantemente.
Fanny vive a las afueras de Cuenca en una granja llamada Learnaya, y para sostener a su familia produce alimentos orgánicos que después intercambia con otros productos y servicios: desde objetos reciclados para sembrar plantas o para utilizar como envases de sus productos, hasta objetos utilitarios como zapatos, ropa, utensilios de cocina. También los intercambia por servicios para su vida cotidiana y diaria como, por ejemplo, una asesoría jurídica a cambio del arreglo de un jardín.
Durante la pandemia acogió a tres viajeros quienes se quedaron en Cuenca, imposibilitados de regresar a sus países de origen. Ellos a cambio de la estadía, trabajaron en la huerta.
Estas fotografías muestran sus historias.
Paula Cornanchione empacando la horchata para repartir en las canastas que entrega Fanny. La horchata es una infusión de hierbas de la zona, muchas de las plantas que contiene esta infusión son medicinales. Al otro lado, Fanny elaborando los aceites esenciales de eucalipto que produce con las hojas de los árboles de la granja. El diseño y las etiquetas de los aceites los hará un amigo con el que hará trueque.
Huevos runas que serán entregados a Lucía Astudillo junto con el almuerzo. Lucía Astudillo, investigadora cultural e historiadora, en la ventana de su dormitorio. Es propietaria de una casa antigua donde funcionaba El Museo de los Metales en Cuenca. Desde la pandemia todo se detuvo, el museo dejó de funcionar, ella y su pareja no volvieron a salir, entonces llegaron a un acuerdo con Tatiana para permitirles vivir y tener su restaurante en una zona del museo; a cambio Tatiana les entrega a domicilio: alimentación diaria, objetos de primera necesidad y realiza trámites bancarios para ellos.
Fabián Toral (uno de los fundadores y miembro de la red de intercambio Jurupi) alimentando a sus gallinas. Jurupi comenzó en Cuenca, y ahora está en proceso de conexión con otras provincias del Ecuador, con el propósito de ofrecer una plataforma virtual de intercambio, consumo local e integridad entre sus miembros. Maria Emilia Toral sosteniendo una de sus plantas que cultiva en su invernadero. Durante la pandemia intercambió semillas y plantas por los cuentos infantiles de Gemma.
Una esquina de la granja Learnaya. Nahuel Tomasín es un viajero argentino que desde antes de la pandemia se hospeda en la granja de Fanny Tenorio. Nahuel ha tenido que quedarse más tiempo de lo que planeó. En la granja dice sentirse cómodo y seguro.
Fotografías de Fabiola Cedillo, Fernanda García y Alessandro Bo.
*Este ensayo fue realizado gracias al fondo de emergencia para periodistas de National Geographic.