Relatos en primera persona de aquellos que aún buscan los cuerpos de sus seres queridos que murieron durante la emergencia del covid-19.

Diolinda Baque

Este es el testimonio de Diana Flores, sobrina de Diolinda Baque, fallecida el 26 de marzo de 2020 por un paro cardiaco.  

Diolinda Baque

Diolinda Baque falleció el 26 de marzo de 2020 por un paro cardiaco.

Mi tía Diolinda tenía 76 años cuando murió.  Ella padecía de Colostomía, una enfermedad que provocó que le extirparan un tramo del tracto intestinal.  Después de un viaje que hizo a inicios de marzo para visitar a sus hijos que viven en Manta, regresó con una fuerte infección intestinal, que le generó diarrea y fiebre. Mi tía no tenía tos, su garganta no estaba mal, sus pulmones no estaban mal.  

Después de la muerte de mi tío —el esposo de mi tía Diolinda— el 22 de marzo de 2020 presuntamente por covid-19, ella seguía con la infección, y le pusimos un suero. Le tuvimos que mentir sobre la muerte de mi tío por la situación en la que se encontraba. No queríamos dejar que se entere al menos hasta que se reponga o hasta que los hospitales se reabran para llevarla en caso de una emergencia. 

El lunes 23 se puso mal otra vez. La infección se le había quitado, pero no quería comer porque decía que quería ver a su esposo.  El miércoles se enteró de la muerte de él por la llamada de un familiar, empezó a llorar, a agitarse, y la llevamos a la cama. En  la cama ya no podía respirar. 

Llamamos a una ambulancia del 911 pero no llegó. Como vivimos a lado de los bomberos fuimos a llamarlos pero nos dijeron que mientras no les traigamos una orden de un doctor, ellos no podrían ayudarnos. Fuimos al Centro de Salud de Bastión Popular, pero ahí nos dijeron que no podían darle los primeros auxilios.  

En el 911 nos decían que la ambulancia ya mismo llegaría. Pero nunca llegaron y finalmente mi tía dejó de respirar el 26 de marzo. Unos vecinos que me ayudaron a cuidarla y yo, nos pusimos mal. Salimos a la calle, esperando que alguien pase para llevar el cuerpo, pero nadie pasó. 

Eran las tres de la mañana del 27 de marzo, y nosotros seguíamos esperando una ambulancia que nunca llegó. Pasó un patrullero y vieron al vecino llorando en la vereda y le llamaron la atención al muchacho por irrespetar el toque de queda. Hablé con ellos y les dije: ‘Tenemos una muerta en esa casa y ni siquiera alguien es  capaz de venir a verla, cuando necesitamos primeros auxilios ustedes no aparecen’.

Uno de ellos respondió que iba a llamar a los policías responsables de esa área para que nos ayuden. Al siguiente día mi tía seguía muerta en mi casa. Llamé a todas partes: policía, morgue, municipio, 911 y amistades, pero nadie venía a ayudarnos. 

Hasta que un amigo me pidió permiso para subir la foto de mi tía en Facebook y de esta manera hacer que el Municipio haga algo por el cadáver. Yo creo que esa imagen hizo que la gente del Municipio viniera a verlo. Cuando vino el personal de levantamiento de cadáveres, me avisaron que la causa de muerte había sido por paro cardiaco y me preguntaron quién soy para ella. Les expliqué que soy su sobrina política y que sus familiares directos están en Manta. Y me dijeron: ‘no se puede levantar el cuerpo hasta que no firme un permiso algún familiar directo de ella’. Así el cuerpo pasó en mi casa hasta el martes 31 de marzo, 5 días en total, hasta que encontré un primo lejano de mi tía que pudo firmar el documento.

Cuando vinieron los forenses a retirar el cuerpo me preguntaron si quería llevarlo a algún lado. Entonces llamé por última vez a los familiares de mi tía en Manta y ellos me dijeron que no estaban preparados para esto, que se la lleven y que cuando pase todo, ellos irían  a retirar el cuerpo en donde esté. Los forenses me dijeron que llevarían el cuerpo a los congeladores del Hospital Abel Gilbert Pontón. El miércoles 1 de abril a las diez de la noche hicieron el levantamiento del cuerpo.

Luego de un mes hice la petición para la devolución del cadáver. Llamé al número que me habían dado los forenses, y me dijeron que habían pasado los cuerpos a la Policía Judicial (PJ), a unos contenedores. Que tenía que esperar. 

El sábado 6 de junio me contactó el Doctor Miguel Ángel Moreno, un antropólogo forense de la PJ y me pidió que le dé especificaciones de cómo mi tía estaba vestida para poder hacer el respectivo reconocimiento del cadáver. Le di todas las especificaciones, el color de su cabello, su fisionomía. Además, le comenté que ella tenía una fundita en el abdomen, producto de una intervención quirúrgica por la Colostomía. Él fue muy amable y me dijo que harían todo lo posible para poderla encontrar y que en 15 días me llamaría. 

En 20 días me llamó y me dijo que habían encontrado dos cadáveres con una ropa similar y que necesitaban que vaya al hospital a reconocer el cuerpo. Cuando fui a la Policía Judicial de la avenida Rodríguez Bonilla y vi los cuerpos, me asusté. Eran solamente huesos, no tenían ya carne, no tenían piel, era como que usted abre un ataúd después de varios años y solo ve un esqueleto. Eran prácticamente irreconocibles. Me explicaron que se debía a que los contenedores no tienen la refrigeración necesaria para mantener a los cuerpos.

Me mostraron tres cuerpos y ninguno llevaba la ropa de mi tía. Entonces me explicaron que procederían a hacer un examen sanguíneo para encontrar el cadáver. Y les pregunté: ¿cómo sé que me van a dar el cuerpo de ella y no el de otro? Me explicaron que son expertos y que había una máquina que analiza las células y no debía preocuparme porque dentro de un mes me estarían llamando para coordinar la entrega del cadáver. 

Uno de los hijos de mi tía, que vive en Manta, viajó a Guayaquil el 9 de julio para que le sacaran la muestra de sangre. Llamé exactamente un mes después y me atendió la doctora Robalino, encargada de esta investigación. Me dijo que debía seguir esperando, que por favor tenga paciencia y que ya se iba a poner en contacto conmigo por cualquier cosa.

La segunda semana de septiembre les volví a llamar, y me explicaron que todavía hay 110 cadáveres sin identificar y que posiblemente, alguno de ellos sea el de mi tía. Me dijeron ‘denos 15 días más y a ver qué pasa’.  Pronto se cumplirá esa fecha, no me cansaré de insistir.

Si buscas el cuerpo de un familiar fallecido en la emergencia del covid-19, súmalo a esta lista 


Este testimonio fue recogido y editado por Sebastián García.