Relatos en primera persona de aquellos que aún buscan los cuerpos de sus seres queridos que murieron durante la emergencia del covid-19.

Julio Amable Rendón

Este es el testimonio de Julio Rodolfo Rendón, hijo de Julio Amable Rendón, fallecido el 29 de marzo de 2020  por una neumonía viral durante la crisis sanitaria.

Julio Amable Rendón

Julio Amable Rendón falleció el 29 de marzo de 2020 por una neumonía viral durante la crisis sanitaria.

Mi papá se llamaba Julio Amable Rendón. Él falleció el 29 de marzo de 2020 a los 65 años en el Hospital de Los Ceibos en Guayaquil.  Estuvo tres días en el hospital porque tenía problemas del pulmón, problemas respiratorios y se ahogaba constantemente. En el hospital le hicieron una resonancia magnética de los pulmones por sus síntomas y vieron que tenía una infección pulmonar, por lo que los médicos dijeron que posiblemente era covid-19. Sin embargo, cuando mi papá falleció, en el acta de defunción del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) los médicos pusieron que fue por una “dificultad respiratoria y neumonía viral” y no se confirmó si fue o no covid-19. El mismo día que falleció a las seis de la tarde, me dieron el acta de defunción del INEC. 

De la morgue me dijeron que busque una caja para el cuerpo, y que cuando tenga la caja, vuelva para poder sepultarlo inmediatamente, porque no podía ser velado por las posibilidades de que mi papá haya estado en contacto con el virus, y para evitar contagios. Entonces fui a buscar una funeraria, fui a una que conocía, pero me dijeron que no estaban trabajando. Para el miércoles 1 de abril logré conseguir una caja. La conseguí cerca de la Isla Trinitaria donde vive mi hermano, una caja sin pintar, sin tela, sin nada, solamente la caja y con eso regresé al hospital a retirar finalmente a mi papá, después de tres días. 

Sin embargo, cuando llegué al hospital el guardia de seguridad me dijo que se habían llevado, en un contenedor, todos los cuerpos fallecidos entre el 29 de marzo y el 31 de marzo al Parque de la Paz de la Aurora. Me explicaron que se los llevaron ahí porque estos pacientes eran afiliados al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y que el Gobierno se iba a encargar de la sepultura de los cuerpos para evitar contagios.  

Apenas me dijeron esto, me fui al Parque de la Paz de la Aurora para preguntar si es que era cierto que allí estaba sepultado mi papá, y verificar el número de nicho y toda la información de donde iban a sepultarlo. Pero cuando llegué me dijeron que el cuerpo de mi papá no estaba identificado porque había muchos cuerpos que llegaron desde el hospital sin la debida identificación.

En el Parque de la Paz de la Aurora no sepultaron los cuerpos que no estaban correctamente identificados, y del Parque mismo nos dijeron que para identificar dichos cuerpos iban a venir los antropólogos de la Policía Judicial (PJ), que  eventualmente se llevaron los cuerpos sin identificar a criminalística. Fue en este momento que yo digo que empezó la verdadera búsqueda del cuerpo de mi papá.

En los días siguientes fui al hospital. Del hospital al cementerio. Del cementerio a la Policía Judicial (PJ). A todo lado buscando algún tipo de información. Durante todo abril, nadie me daba nada de información. Me decían que el cuerpo estaba perdido, pero ninguna respuesta concreta.

A mediados de mayo un grupo de abogados liderados por uno de apellido Vanegas se contactó conmigo y un grupo como de 140 de personas quienes aún no hallábamos los cuerpos. Nos proporcionaron ayuda para agilitar los procesos. Con el abogado Vanegas empezamos a insistir a las instituciones respectivas para que empiecen los procesos de reconocimiento de los cuerpos. 

Entonces a mediados de mayo el personal de criminalística empezó a llamar a las personas que teníamos el problema de los cuerpos, y nos dijeron que en la PJ iban a hacer tres tipos de pruebas: antropológica, dactilares y de ADN. Primero fue la prueba antropológica. Nos llamaron a la PJ para identificar los cuerpos por medio de fotografías.  Yo me acerqué y me mostraron fotos de algunos cadáveres, para ver si yo podía reconocer a mi papá por la ropa con la que falleció. Pero no, mi papá no estaba ahí. 

Cuando terminó la prueba antropológica, a final del mes de mayo, empezaron las pruebas dactilares para aquellos que aún no hallábamos los cuerpos. Este proceso duró hasta mediados de junio. Tampoco apareció mi papá. 

El siguiente proceso fue la prueba de ADN, más o menos desde el 5 de julio. Para esto nos pidieron que vayamos a sacarnos una muestra de sangre porque con esto podían verificar si los cuerpos que aún tenían en criminalística y en los hospitales eran compatibles con nuestro ADN. No nos llamaron hasta agosto. Ahí recién de criminalística empezaron a llamar a algunas personas cuyos cuerpos habían identificado. A mí no me llamaron. 

Yo los llamé a mediados de agosto a preguntar  porqué no aparece mi papá y me dijeron, los de la PJ, que el proceso se demora, que aún no tienen resultados, que lo que pasa es que llevan las muestras a Colombia y que recién de ahí tienen que traer los resultados poco a poco. 

Yo supongo que toda esta confusión es porque como no identificaron bien los cuerpos desde el inicio, es posible que estén mezclados y tal vez mi papi ya está sepultado, pero con otro nombre, porque eso ha pasado. 

Desde la prueba de ADN en julio estamos a la espera. Junto al abogado Vanegas hemos hecho también algunos plantones, y el abogado va a demandar también a los encargados del manejo de los cuerpos. 

Estos cinco meses han sido un martirio. Imagínese perder a un padre, no poder llorarlo o sepultarlo en paz. Igualmente, el tener que ir a las pruebas antropológicas y ver las fotos de cadáveres, a mí me daban pesadillas, han sido tiempos muy fuertes. Son cinco meses que han sido duros también para la familia, mi mamá que es de la tercera edad, ha tenido mucha angustia, malestar y hasta molestias del cuerpo como consecuencia de esta interminable búsqueda. 

Todo esto es algo que todavía no podemos comprender. Ahora ya con el tiempo estamos un poco más tranquilos, pero estos cinco meses han sido una pesadilla completa. Nunca imaginamos que algo así iba a sucedernos en nuestras vidas.  Aún no encuentro a mi papá y para mí es importante contar esta historia, que llegue a más personas y vean que esto no se ha acabado. 

Si buscas el cuerpo de un familiar fallecido en la emergencia del covid-19, súmalo a esta lista 


Este testimonio fue recogido y editado por Joaquín García