*El cuerpo de Luis Enrique Ayala fue encontrado en uno de los contenedores de los hospitales públicos
Mi papá se llamaba Luis Enrique Ayala Campoverde y falleció el 30 de marzo de 2020, a sus 70 años de edad, por covid-19 en su casa en Guayaquil. Once días antes de su muerte, empezó a tener síntomas de covid-19: fiebre y problemas respiratorios.
Cuando mi papá presentó los primeros síntomas, nosotros llamamos varias veces a una ambulancia pero la atención médica fue pésima. La ambulancia llegó dos días después de insistir constantemente al 911, y cuando llegaron, no quisieron llevarlo a un centro médico porque según ellos ya no había camas. Hasta nos dijeron que quizá lo de mi papá no era covid. No se lo llevaron y por eso mi papá falleció en casa. Cuando murió, seguimos llamando repetidamente al 911. Llamaron mis hermanos, mi cuñado y mi esposo, y lo único que nos decían era que tengamos ‘paciencia, paciencia y paciencia’.
En una de las llamadas, una señorita del 911 nos dijo que iba a estar complicado que lo vengan a retirar y que si nosotros teníamos algún patio o algún lote donde podamos sepultarlo, porque la situación estaba difícil. Con mi familia hasta pensamos en sepultarlo en un parque al frente su casa, pero no lo hicimos porque seguramente íbamos a tener algunas molestias de los vecinos. Además, los recursos no nos alcanzaban porque todo se puso triplemente caro. Imagínese que aquí nos querían vender una caja para el cadáver en 2 mil dólares.
El 2 de abril, tres días después de fallecido, llegaron los de Medicina Legal y nos dijeron que se lo iban a llevar a unos contenedores que estaban en el Guasmo. Nos dijeron que nosotros nada más teníamos que esperar porque en ese entonces todo estaba colapsado: funerarias, cementerios. Nosotros no podíamos hacer nada, teníamos que esperar a que aparecieran los datos de mi papá en la página del gobierno, donde aparecen los nombres de las personas fallecidas por covid, y el lugar donde están sepultados.
Todos los días revisábamos la página web. En los siguientes 22 días en dos ocasiones agentes de la policía llamaron a mi hermana a preguntarle datos: con qué ropa estaba vestido mi papá al momento que falleció, si tenía alguna cicatriz, cuál era su color de cabello, todos sus rasgos físicos. Hasta que el 24 de abril apareció el nombre de mi papá en el registro del gobierno. Como nosotros vimos en la página esta información supusimos que el cuerpo de mi padre ya estaba enterrado y hasta lo fuimos a visitar algunas veces en el cementerio de Pascuales, pensando que este capítulo de búsqueda finalmente había terminado.
Casi cuatro meses después, en la primera semana de agosto, mi hermana recibió una llamada de criminalística en la cual le indicaron que tenían alrededor de 200 cadáveres sin identificar y que creían que uno de esos coincidía con los datos que tenían de mi papá, y que el que estaba enterrado quizá no era él.
Los de Criminalística nos pidieron que vayamos el 13 de agosto a revisar los datos de mi papá. Ese día nos mostraron en una computadora unas fotos de la persona que supuestamente es mi papi, pero nosotras estamos seguras que esa persona no es. Primero por la ropa que se veía en las fotos, que no coincide con cómo estaba vestido cuando se lo llevaron, y tampoco las sábanas en las que estaba envuelto. Yo conozco perfectamente las sábanas con las que envolvimos a mi papá, incluso lo envolvimos en un plástico negro, y lo que vimos no coincidía. Y segundo, el cuerpo de la persona que nos enseñaron tenía cal, lo cual no coincide porque a mi papá nosotros no le pusimos cal.
En criminalística nos dijeron entonces que para comprobar si ese era el cuerpo, nos iban a hacer una prueba de ADN.
El lunes 17 de agosto, nos citaron para tomarnos la muestra de sangre y ese día nos dijeron que los resultados pueden tardar hasta dos meses más, porque creo que para estas investigaciones van hasta exhumar el cuerpo que está en el cementerio de Pascuales para hacer la prueba de ADN y constatar realmente si es que es mi padre el que está en el cementerio o no.
La verdad que estamos muy confundidos con esta situación porque mire, ya han pasado casi cinco meses desde que falleció mi papá y que de un momento a otro nos llamen y nos digan que no es, que mi papá está en otro lado, es algo que no sé ni cómo explicar ahorita. No sé ni siquiera como explicar todo lo que hemos tenido que vivir en estos meses. Confusión, dolor.
Estuvimos un tiempo tranquilos, pensando que finalmente habíamos encontrado el cuerpo y que él estaba sepultado en paz, y de un momento a otro recibir una llamada así, diciendo que quien está enterrado quizá no es él y que quién sabe dónde está. La verdad todo esto pasó tan rápido que parece que fuera mentira, todavía no lo podemos creer.
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Este testimonio fue recogido y editado por Joaquín García