La llegada del covid-19 ha cambiado uno de los rituales más significativos para las personas: despedirnos para siempre. Las prácticas, que suelen ser muy concurridas por amigos y familiares, se han trastocado y hasta prohibido: los velatorios son cerrados y ver o tocar a esa persona amada que se fue está prohibido. El impacto emocional de una pérdida que no ha sido resuelta por falta de un adiós adecuado podría impedir superarla y asimilarla. Por eso, en estas épocas de distanciamiento social y aislamiento, hay recomendaciones para enfrentar la muerte y no dejar un duelo irresuelto.

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El duelo es importante. “Poder sentir, poder estar triste es necesario”, dice el psicólogo Felipe Landázuri. Cuando un ser querido muere, entramos en un momento de profunda duda. “Empiezan a invadirnos preguntas como:hubiera sido de llamarla más, era de escribirle, por qué no le dije esto, por que no entendí esta otra cosa”, explica Landázuri, “El fallecimiento de una persona cercana es un momento de crisis y depende de cómo lo afrontemos podemos tener una elaboración de duelo más eficaz o menos eficaz” Cuando no existe, la persona queda atrapada en una pérdida y se crea un “duelo patológico”, explica Landazuri. 

Ahora, cuando fallece un ser querido estamos delante de protocolos necesarios,sin duda, pero que podrían quebrantar un momento tan íntimo. En Ecuador, el Protocolo para la manipulación y disposición final de cadáveres con antecedente y presunción COVID-19 Hospitalario establece medidas estrictas: restringe el acceso de los familiares por el peligro exponencial que implica acercarse o tocarlo. María Fernanda Andrade dice que un deudo puede pensar “mi ser querido es visto físicamente como un desecho para la sociedad, para la salud pública”. Las regulaciones son, entonces, entendidas no como una medida de  salud pública sino como un acto de crueldad.  

Las velaciones o ceremonias que involucren reuniones en grupo están proscritas. “en el velorio tenemos esta posibilidad de pensar de que los demás se enteren, de que los demás se despidan, de que los demás nos acompañen”, dice Landázuri. Sin embargo, en las actuales circunstancias, al no ser posible realizarlos, estos espacios tan íntimos quedan desarticulados. “El tránsito de decirle adiós a nuestro ser querido se vea interrumpido”, dice Landázuri. Dar un cierre a la vida con una despedida digna es una práctica en todas las culturas humanas. Son, siempre, mucho más necesarias para quienes siguen vivos que para quien acaba de fallecer. 

La llegada del coronavirus hizo que llevar un luto pueda ser mucho más complejo y difícil de asumir. La psicóloga clínica María Fernanda Andrade dice que en estos eventos globales es mucho más intenso. “No solo opera en la mente del familiar el asombro, el miedo, la tristeza por el abandono, por ausencia, sino también una impotencia y una angustia que impulsan a la desesperación”, dice Andrade. La muerte de un familiar que fallece por coronavirus “supone un nivel multiplicado de devastación psíquica”, explica. Según Heather Conway, profesora de la de la Queen’s University de Belfast, el doliente tiene “que lidiar con el trauma adicional de no poder darles una ‘despedida’ adecuada”. El dolor es más intenso porque la muerte se da en medio del confinamiento que impide el contacto físico y afectivo. 

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Pero hay medidas que se pueden tomar para aliviar un poco la tristeza de perder a alguien en épocas de covid-19. Sentirse golpeado, bajoneado o deprimido porque se perdió a alguien querido “no solo es natural sino que es necesario”. Landázuri dice que puede ser mucho más peligroso cuando “nos ocultamos de sentir esas emociones, esos afectos que tienen derecho a ser”. O cuando el dolor “se prolonga y sobre todo es demasiado agudo por más de seis meses”. En ese caso, hay que buscar ayuda profesional pues podríamos encontrarnos en “un proceso de una depresión o un duelo mal elaborado”. 

Los expertos sugieren, además, evitar aislarse. Aunque estamos en una situación en la que es casi imposible no hacerlo, existen alternativas para poder sentirnos acompañados por nuestros amigos o familiares en momentos tan duros. No hacerlo podría provocar que los sentimientos de soledad y dolor sean más intensos y dificultar el procesamiento del duelo, dice la profesora Conway. Felipe Landázuri recomienda construir alguna especie de ceremonia o rito más pequeño. Por ejemplo, dice, poder “reunirse con la familia por medios virtuales, poder hablar de lo que está pasando, no encerrarse, expresarlo”. 

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Acostumbrarse a una nueva realidad sin nuestro ser querido puede ser doloroso e incluso abrumador. Pero organizar nuestros días puede ayudarnos a sobrellevar y, con el tiempo, superar el luto. Conway dice que se debería tratar de tomar aire o luz todos los días. Pequeñas acciones como abrir una ventana puede ayudar. Crear una rutina, como levantarse, vestirse, comer a la hora acostumbrada o hacer ejercicio podría ser útil para no perder el control de la situación. Tampoco hay que ponerse una fecha o pensar que en determinadas meses o semanas uno va a sentirse mejor: el tiempo para poder superar o tramitar un duelo es subjetivo.