Un sistema dinámico y eficaz de pagos electrónicos le haría mucho bien a la sociedad y la economía del Ecuador, pero a tres meses del lanzamiento al mercado de BIMO (siglas de Billetera Móvil), el sistema operado por la banca privada, sus resultados dejan mucho que desear. 

La aplicación de BIMO es básica y muy limitada en funcionalidad.  Permite el envío de pequeñas cantidades de dinero (el saldo máximo es de cincuenta dólares) entre sus usuarios. Su usabilidad no es la mejor: abrir una cuenta y cargar la billetera puede resultar frustrante. Pero su limitación más importante es la falta de puntos de venta que acepten la app como forma de pagos.

Los dos beneficios principales de tener dinero electrónico son: ayudar a bajar los costos del mantenimiento físico de los dólares y bancarizar al 50% de la población que no tiene con servicios financieros formales. Se propuso por primera vez en el gobierno de Rafael Correa y el sector privado, en general, y la banca, en particular, se opusieron a que el gobierno central tenga un monopolio sobre el sistema. 

Las objeciones que esbozaron en su momento los banqueros giraban en torno al peligro de que el gobierno decida “emitir” moneda virtual sin un respaldo real en dólares. El dinero electrónico implicaría el primer paso hacia la desdolarización, argumentaban. ¿Por qué crear un monopolio estatal, supervisado y operado por el Banco Central, si en dolarización el Central debería dedicarse a ser una especie de banco de segundo orden y prestamista de última instancia, y no un banco comercial con clientes individuales? 

La conclusión lógica era que el gobierno planeaba desdolarizar la economía para poder emitir moneda libremente. El proyecto nunca tomó vuelo. En el gobierno de Lenín Moreno pasó a ser administrado por las entidades del sistema financiero nacional como BIMO. Pero esa tampoco ha despegado. 

Muchos de sus problemas se venían venir desde antes de su lanzamiento. La banca decidió que desarrollaría y mantendría su propia aplicación. Le asignó la tarea a Banred, la empresa compartida por los bancos que sirve como switch de pagos del gremio. Pasamos de tener un monopolio estatal a uno privado. 

Pero la banca ecuatoriana debería saber que para lograr que una innovación, como una billetera digital, tenga éxito económico no es suficiente tener un mercado cautivo. La innovación tiene que brindar valor a sus usuarios, especialmente cuando está compitiendo con alternativas existentes, como las tarjetas de débito o el efectivo.

Masificar el uso del dinero electrónico no es una cuestión sencilla. Para el que desarrolla y lanza al mercado una billetera móvil, el éxito dependerá de la cantidad de transacciones que se puedan realizar fácilmente con la aplicación. Se trata de crear un mercado de al menos dos lados. 

La magia de estos tipos de negocios consiste en lo que se conoce como el “efecto de red”, donde cada nuevo participante proporciona un efecto multiplicador al resto de participantes de la red. La ley de Metcalfe (bautizada con el apellido de Robert Metcalfe, el pionero que descubrió esta particularidad de las redes) estipula que el valor de una red es el producto del número de nodos en la red al cuadrado. Es decir cada nuevo participante en la red ofrece un valor mayor al resto de participantes. Piensen en WhatsApp. La razón por la que es tan útil es porque todos mis contactos ya están usando WhatsApp. Y a la medida que más gente ingresa al sistema, más útil se vuelve. Una billetera móvil es una red como WhatsApp, pero dos lados. 

Lo difícil de crear mercados de dos lados es que, para que funcionen, hay que lidiar con el dilema del huevo o la gallina. Para atraer usuarios, hay que tener muchos negocios listos para brindar los servicios o productos que los clientes buscan ya en la plataforma. Pero para que los negocios encuentren valor tienen que haber muchos potenciales clientes listos a usar esa plataforma. 

En el caso de las billeteras móviles y otras formas de pago electrónico, lo lógico es empezar a conseguir la oferta primero. Es decir, lo primero que hay que hacer es crear una red amplia de locales y servicios que la aceptan como forma de pago. Luego hay que llegar a los consumidores vía promociones, propaganda y marketing digital para que se descarguen y activen la billetera. 

No es un problema solo local. La dificultad para lograr que las billeteras electrónicas sean adoptadas por el público ha sido notoria. En Estados Unidos por ejemplo, a Apple Pay le tomó más de tres años volverse más popular que la app de pagos de Starbucks, y todavía menos del 50% de los usuarios de iPhone usa la aplicación. En otros países su adopción se ha dificultado porque tienen que competir con la facilidad y conveniencia de usar tarjetas de débito o crédito. En el Ecuador y Latinoamérica porque deben competir contra la facilidad, conveniencia y —en algunos casos— por el anonimato que ofrece el efectivo. 

A todo lo anterior, hay que sumarle otros errores en la forma en que está concebido todo el proyecto de BIMO. Según alguien con conocimiento de causa —que me pidió que no publique su nombre— los incentivos que creó el gobierno no son los correctos. Por un lado, las tarifas aprobadas por la Junta Monetaria —45 centavos para retiros y 9 para transacciones— benefician a los bancos que cuentan con redes de corresponsales no bancarios como Pichincha, Guayaquil y Pacífico (Mi Vecino, Banco del Barrio y Tu Banco Banco Aquí). 

Pero además, dice esta persona, a los bancos no les interesa promover un sistema de pago que compita con las redes de procesamiento de tarjetas de débito o crédito. El principal problema es que los bancos son dueños de las redes procesadoras de tarjetas, donde gozan de altos márgenes. 

En lugar de ver a BIMO como una oportunidad para crecer el tamaño de mercado y de llegar a nuevos consumidores y negocios, los bancos ven a las billeteras electrónicas como una amenaza para sus operaciones de en tarjetas de débito y crédito. En esas circunstancias, es muy difícil que el proyecto del dinero electrónico manejado por la banca privada del Ecuador, realmente despegue. 

Pero aún es temprano para cantar derrota: si bien BIMO no ha sido un éxito comercial, el uso de billeteras móviles todavía es posible. Es cuestión de que la Banca deje de lado su interés de actuar como monopolio y abra el sistema a startups tecnológicas que puedan competir por brindar un mejor servicio a los consumidores.

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Fernando Rivera Zepeda
(Estados Unidos, 1971) Emprendedor y ejecutivo tecnológico. Invierte en startups. Ex CTO de ETF.com. Es managing partner en Buen Trip Ventures. Tiene un Bachelor of Arts en Filosofía, Ciencias Políticas y Economía de Pomona College.
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