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Exactamente un año después de ser elegida presidenta de la Asamblea General de Naciones Unidas, María Fernanda Espinosa, compareció ante la Asamblea Nacional, para defenderse de un juicio político. Dos pantallas mostraban a Espinosa, desde su despacho en Nueva York, de traje gris, los labios rojos y el pelo sobre los hombros, la primera canciller que tuvo Lenín Moreno, escucho, sin mucha tensión, el informe de la Comisión de Fiscalización que terminaría con su censura o absolución política.

Era la primera vez en la historia ecuatoriana que un funcionario se defendía de una moción de censura política en un videoconferencia. El juicio político es una recurso constitucional que permite destituir al presidente, vicepresidente, ministros y otros funcionarios de alto rango. También puede censurar a exfuncionarios hasta un año después de haber salido de sus cargos, imposibilitando su participación en la vida pública por dos años.

A Espinosa la acusaban la socialcristiana Cristina Reyes y el asambleísta de CREO Fernando Flores de incumplir sus funciones la crisis en la frontera norte, desatender a los ecuatorianos en Venezuela, nacionalizar a Julian Assange, el impasse diplomático con Honduras por la candidatura de Espinosa a la presidencia de la Asamblea General de la ONU, y por el caso de Mariela Rea Fajardo —una ecuatoriana cuya hija con un eslovaco es retenida en ese país a pesar de que la justicia ha fallado en favor de la madre y el padre debería haber devuelto a la niña.  

Durante dos horas y cuarto, la excanciller se defendió. Dijo que en su contra había un caso “inexplicable de acusaciones y persecución política”. Por el movimiento de sus ojos al hablar parecía leer un discurso, aunque a veces sonreía ligeramente. Dijo que ya tiene sucesor en la ONU, el nigeriano Muhammad-Bande. Según Espinosa, la elección del nuevo Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas ha sido festejada en su país sugiriendo, quizás, que eso no ocurrió en el Ecuador cuando ella fue electa. Dijo estar llena de vergüenza porque “importantes personalidades del mundo escuchen las ofensas, las referencias discriminatorias y machistas y los argumentos pobres que se repiten en mi contra”. También dijo que le preocupa la imagen que proyecta el país, de inestabilidad y persecución. Repitió varias veces que el cargo que desempeñará hasta septiembre es el más alto en la política mundial.

Se presentó como perseguida, habló de la ética en la política y del país que “aún podemos construir juntos”; del bien común que debería guiar a los representantes de los pueblos; invitó a quienes la oían a que se cuestionen si el juicio político en su contra responde a los intereses colectivos del país. Cuestionó el trabajo de los legisladores: que por qué le dedican tiempo a su juicio político en lugar de legislar para mejorar la educación técnica o discutir los acuerdos financieros internacionales y sus repercusiones. Dijo que en las 2778 hojas que los acusadores presentaron no hay ninguna prueba, que 711 hojas no corresponden a su gestión, que se incluyen copias simples solicitadas a Cancillería y que muchos de esos documentos están mutilados. Que eso demuestra la falta de rigor de quienes la llevan al juicio político.

Justificó su actuación como canciller pausadamente, apelando a normas internacionales, a la Constitución, a la legalidad. No perdió la calma. Insistió en sus habilidades como canciller, enumeró sus acciones, casi como si de una rendición de cuentas se tratara. Mientras recitaba sus atributos como si de un poema se tratara, mantenía su sonrisa, ajena a la preocupación que podría significar un juicio político.

Cuando terminó, cerca de dos horas y cuarto después, Cristina Reyes se puso de pie. Agitaba con vehemencia unas hojas. “No le voy a llamar doctora como a usted le gusta porque ya sabemos que es puro cuento lo de su título”, dijo Reyes en tono socialcristiano.Se refería a los cuestionamientos hechos en redes sociales sobre la veracidad del título de PhD de la excanciller.

Dijo que la política internacional jamás debió estar “en manos de una farsante”. Que el juicio político no se trataba de odios ni de persecución. “Usted no va a venir a darnos clases de ética”, le increpó. De lo único de lo que Espinosa era víctima, según Reyes, era de su soberbia.

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En las pantallas, Espinosa parecía indiferente. Su expresión impávida, contrastaba con la de Reyes, que tenía la frente y las mejillas cubiertas de una fina capa de sudor que el maquillaje no terminaba de disimular.  

“Qué papelón hace en el momento en el que señala que se le persigue por su condición de mujer. Qué vergüenza y mediocridad de declaración” le gritó. Reyes sacó un breviario de lugares comunes:.dijo que Espinosa no conocía la lucha de las mujeres que han escrito la historia de este país, mujeres aguerridas, de a pie. “A las ecuatorianas nos caracteriza dar batallas, no abandonar los espacios, dar la cara, no escondernos detrás de una pantalla, no poner pretextos, peor victimizarnos en nuestra condición de mujer”.

Reyes insistió, como lo hizo varias veces, que Espinosa es una servidora pública pagada por los contribuyentes ecuatorianos. Cuestionó que se llame progresista cuando defiende “a dictadores como a Ortega y Rosario Murillo que han masacrado a cientos de jóvenes en las calles”. La acusó de haber intentado de todas formas, evitar el juicio político. “La cuentera de la Quinta Avenida le dirán en su nuevo lujoso barrio.” le dijo Reyes. “El mejor título que puede tener una persona es ser honesta y parece que de eso usted sabe muy poco”, le dijo agitando las hojas.

Cada tanto, Reyes se pasaba su mano por detrás de la oreja, como intentando acomodarse un mechón de pelo. Luego la pasaba por su cara, queriendo borrarse el sudor que le producía su calentura retórica.

La socialista Silvia Salgado la interrumpió desde el otro extremo de la sala con un grito y un aspaviento de brazos. “Señora Salgado cálmese, yo sé que usted sale en defensa de la señora interpelada pero cálmese por favor.”, le contestó la exaltada Reyes. “No se quede en evidencia. Usted siempre del lado de la impunidad”.  Frunció el ceño, contrajo los labios, y retomó su discurso.

Dijo que Espinosa no estuvo en la coordinación de las acciones relacionadas al secuestro de los periodistas de El Comercio en 2018. Recordó que los familiares del equipo periodístico, durante su comparecencia en la Asamblea, dijeron que la entonces canciller no activó todas las vías diplomáticas, que fueron ellos quienes debieron gestionar la intervención de la Cruz Roja Internacional. Que no tuvo empatía, que le dio prioridad a una candidatura que únicamente le interesaba a ella. Hizo un recuento de los países a los que Espinosa viajó durante la crisis en la frontera.

Antes de terminar su intervención, de casi cuarenta minutos, dijo que el parlamento está desprestigiado por los escándalos políticos. “Después de tantas revoluciones” que ha tenido el país, dijo, aún no había una revolución ética. Al final pasó un video en el que la madre y la pareja de Paúl Rivas, uno de los tres periodistas asesinados. “Ya el país entero le falló a Javier, Paúl y Efraín, ¿les van a fallar también en la búsqueda de justicia”, dijo Yadira Aguagallo, su pareja. Fue el único momento en que el rostro de la excanciller se tensó: miró hacia otro lado, las manos le cubrieron durante un momento la boca.

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Habían pasado más de siete horas desde que empezó la sesión cuando intervino el asambleísta de CREO, Fernando Flores. A él, como había anunciado Cristina Reyes, le correspondería argumentar el incumplimiento de funciones de Espinosa en la atención a los ciudadanos ecuatorianos en Venezuela.

Al igual que Reyes, insistió en que hubiese querido que la excanciller esté en la Asamblea. Dio un largo discurso, que a ratos parecía perderse del objetivo principal: juzgar la actuación de la exministra. Habló sobre la situación de Venezuela y sobre los ecuatorianos que allí residen. Aunque dijo que no juzgaría la situación política, sí lo hizo. “No por Venezuela, mi preocupación principal es los ecuatorianos que viven en ese país y que no están recibiendo la atención que tienen que recibir.”, dijo.

Llevaba ya casi cuarenta minutos de intervención y en el pleno empezaban a distraerse. “ Sé que este tema no es de mucho interés para la mayoría de ustedes y digo esto por la bulla que yo escucho en el pleno de la Asamblea Nacional”, dijo, como un resignado profesor aburrido que justifica la relevancia de su clase:“Los ecuatorianos en Venezuela están siguiendo de cerca este juicio político.” Dijo que censurar a Espinosa era enviar un mensaje a los funcionarios y a los ciudadanos: nadie está sobre la ley.

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María Fernanda Espinosa volvió a hablar. Durante 20 minutos repitió los mismos argumentos. Dijo que conoce el sufrimiento de las familias de los desaparecidos, que ella lo vivió hace cuarenta años. Que el dolor de las familias no puede ser una herramienta de presión política. Que la crisis en Venezuela merece ser resuelta pero no a través de la intervención militar porque eso estaría en contra de nuestra Constitución sino a través del diálogo. Que el informe de la Contraloría reitera que todos los viajes que hizo estaban previamente planificado, que no hubo improvisaciones ni viajes para una campaña. Dijo que no entendía por qué no han sido llamados a juicio los exministros de Defensa y del Interior por la crisis de la frontera. Aclaró que no estaba sugiriendo que los enjuicien, pero que si a ella le llaman por qué a ellos no. “Porque soy mujer”, dijo.

Luego hablaron 18 asambleístas más. Entre ellos, Doris Solís y  José Serrano, ambos exministros del gobierno de Rafael Correa.

Solís dijo que aunque Espinosa los traicionó —se quedó del lado morenista cuando Alianza País se dividió— la bancada correísta no se prestaría para usar a la fiscalización como venganza política. Le pidió a Espinosa que use su cargo para para denunciar lo que según ella ocurre en el país: persecución política Lo dijo casi dándole la bienvenida a una especie de club de supuestos perseguidos. Su bancada aplaudió. “Aquí ha habido señalamientos fuera de lugar”, dijo. “Una serie de argumentos misóginos y machistas, que le acusan por haber conquistado un alto cargo en la política internacional. Jamás podemos estar de acuerdo con ese tipo de argumentación”, enfatizó alzando el dedo índice.

Solís dijo que Espinosa honró la protección de Julian Assange. Más aplausos de su bancada. Que Venezuela sufre un “criminal bloqueo de Estados Unidos que hace que haya carencia de alimentos y medicinas”. Dijo que se alegraba de que Espinosa haya cumplido con su “responsabilidad” de denunciarlo a nivel internacional, y que la Asamblea no ha hecho nada sobre los que tuvieron “verdadera responsabilidad política sobre la crisis de la frontera norte”. José Serrano estuvo de acuerdo: “¿Dónde está el Ministro del Interior para responder por esas omisiones y acciones que provocaron la muerte de nuestros cinco compatriotas?” se preguntó, retomando el argumento de la excanciller.

A las nueve y cuarto de la noche doce asambleístas ya no estaban en la sala para votar. Había 125 presentes. 87 votaron a favor —cinco menos de los necesarios para condenar políticamente a Espinosa. La salvaron 36 abstenciones y dos votos en contra.

María Fernanda Espinosa supo a quién agradecer. En un tuit, que luego borró: “Mi agradecimiento a @BancadaRC y algunos compañeros del @BloqueAP35 que en un solo #FrenteProgresista no sucumbieron a los chantajes y presión y han dicho basta a la persecución política. Gracias! #JuicioPoliticoEspinosa”.

Reyes también reaccionó a través de su cuenta de Twitter, sugiriendo que en una eventual candidatura para las elecciones presidenciales, el expresidente Rafael Correa podría participar con una candidatura conjunta con la excanciller.“¡Indígnante! Correístas y parte del morenismo reiteraron su larga tradición de impunidad en el juicio político a @mfEspinosaEc. Ya sabemos de qué sinvergüenza pretende ser binomio @MashiRafael. Aunque la salven, #Ecuador ya censuró a esta farsante.”

Unos días antes, la excanciller había dicho que no  descarta ser presidenta de la República y que el juicio político tenía un solo objetivo: “en Ecuador hay elecciones presidenciales en el 2021 y hay un afán en la oposición de descartar, desarmar y eliminar a todas persona que pueda representar una amenaza política en el futuro”. Con los votos que la salvaron, sus aspiraciones, de ser genuinas, siguen intactas. Las especulaciones entre algunos políticos señalan desde ahora a Rafael Correa como una posibilidad. Aunque su situación jurídica le dificultaría participar, en la política ecuatoriana hasta lo menos probable es posible.