El arresto de Julian Assange en Londres ha generado una larga lista de preguntas serias sobre la libertad de prensa y los alcances de la justicia estadounidense.

No obstante, ya hemos escrito sobre esos cuestionamientos. Lo que queda por analizar es una pregunta frívola pero ampliamente hecha: ¿qué le pasó a su gato?

Es una preocupación para las decenas de miles de personas que son seguidoras del Gato de la Embajada en Twitter e Instagram, que observaron durante más de un año cómo un gatito indiscutiblemente adorable se subía al hombro de Assange y se sentaba durante las reuniones con sus visitantes. Sin importar la opinión que uno tenga sobre Assange, el gato, que vivió en la embajada de Ecuador con el fundador de WikiLeaks mientras se refugiaba para evitar su captura, era una estrella nata de las redes sociales.

Por supuesto, las cuentas de redes sociales del gato eran una extensión de la política de Assange, al promover sus causas y ser utilizado para vender camisetas a favor de un hombre que conocía profundamente la cultura de las celebridades y el internet. Sin embargo, si el propósito del gato era poner una cara adorable a la política peligrosa de un fugitivo internacional, funcionó en gran medida. Las redes sociales estaban llenas de personas que el 11 de abril preguntaban sobre el destino del gato.

Poco se sabe ahora sobre el paradero de la mascota o si podemos seguir sus actividades en Instagram. La embajada ecuatoriana en Londres no respondió a un correo electrónico para solicitar información sobre qué pasó con el gato. Sin embargo, varios informes publicados en meses recientes indican que el gato dejó la embajada desde hace meses.

El periódico italiano La Repubblica informó en noviembre que Assange lo había regalado “para evitar al gato un aislamiento que se volvió intolerable y permitirle tener una vida saludable”.

El medio estatal ruso Sputnik escribió el 11 de abril que al gato se lo llevó un asociado de Assange y que no estaba en la sede diplomática desde septiembre.

“No está aquí”, dijo un representante según citó el periódico. “No somos una tienda de mascotas, así que no queremos tener mascotas aquí”.

El gobierno ecuatoriano, entre un conjunto de nuevas reglas entregadas a Assange el año pasado, solicitó que cuidara mejor de su gato y amenazó con enviarlo a un refugio para animales si Assange no obedecía.

El gato era conocido como el Gato de la Embajada, pero Assange dijo en una entrevista en 2017 con The New Yorker que lo llamaba Michi o Cat-stro (un juego de palabras con las palabras cat, gato en inglés, y Castro).

Desde sus primeras publicaciones en mayo de 2016, la cuenta no pudo resistirse a hacer bromas con gatos, aunque no se alejaba de lo básico. Les deseó a sus seguidores una buena “miauñana”, quería beber “miaus leche” y exigía acción “inmiaudiata”. Buscaba la “prrrfección” y estaba interesado en “contramiaugilancia“.

La cuenta de Instagram no ha subido ninguna foto nueva desde marzo de 2017 y la cuenta de Twitter no ha estado activa desde marzo de 2018.


©The New York Times 2019