La Balsa de los Sapos es un espacio de conservación y estudio de estos anfibios. Es allí donde el científico Santiago Ron ha pasado los últimos años de su carrera: cuidando, coleccionando, analizando ranas para generar más conocimiento sobre estos animales. La balsa es un laboratorio, dentro de la Universidad Católica, con decenas de cajas plásticas transparentes, habitadas por ranas de diversos colores, tamaños y formas.

La vocación de Ron por estos animales comenzó desde muy chico. Recuerda cuando era niño, encontró un sapo en el patio de su caso y supo que debía cuidarlo. Ese gesto infantil se convirtió en trabajo de toda una vida para conservarlos. Dentro de la Balsa de los Sapos hay especies que solo existen en cautiverio porque se han extinguido en su hábitat natural.

Según Ron, en el Ecuador la destrucción de ambientes naturales es cada vez más alarmante. Y este descuido de hábitats pone en riesgo la supervivencia de los anfibios, que son muy importantes para la preservación de los bosques ya que forman parte de la cadena de flujo de energía en el ecosistema. Si desaparecen los anfibios, habrían graves consecuencias medioambientales.

Para el científico, los sapos que están en la ciudad son poco agraciados e incomprendidos por eso es difícil que los citadinos «se conecten» con estos animales. Para esto, Santiago  recomienda salir de esa imagen poco atrayente de las ranas y pensar en las más atractivas: «Por ejemplo las ranas de cristal, las arbóreas en general son hermosísimas. Cuando las conocen, la gente se da cuenta que los anfibios son muy diversos en apariencia y también en formas, en colores. Y aprenden a apreciarlos».