Cuando le preguntaron a M. Night Shyamalan cuál era el giro de trama más grande de su vida, el director hizo una pausa, pensando detenidamente.

La respuesta de Shyamalan —cuyo nombre es sinónimo de giros narrativos desde éxito inicial, El sexto sentido (1999) —fue regresar a donde inició. A hacer películas en su natal natal Filadelfia, de vuelta a los thrillers que llevaron a Newsweek a llamarlo, en 2002, el “próximo Spielberg”.

“Solo quiero hacer películas de suspenso”, dijo Shyamalan, de 48 años, en una entrevista telefónica. Después de años de filmar otro tipo de películas, agregó, regresar a lo que más amaba hacer le trajo una revelación: “Wow, desde un principio tuve todo lo que quería”.

Por eso, es apropiado que Glass, que se estrenó en enero de 2019, complete otro tipo de ciclo. Después del éxito de su predecesora, Split (2017), la película concluye una trilogía original de superhéroes. Comenzó en 2000 con Unbreakable, una historia originaria que llegó, quizá, demasiado pronto.

La sabiduría convencional decía entonces que una historia de superhéroes original no se vendería. Shyamalan dijo que Disney, que produjo Unbreakable, lo alentó a no comercializarla como una película de cómic, una estrategia impensable hoy. (Un presagio de la cultura que vendría, X-Men, lanzado ese mismo año, recaudó casi 300 millones). Unbreakable hizo dinero, pero quedó muy lejos de El sexto sentido. Tampoco logró resonar como Shyamalan esperaba.

Aun así, su instinto resultó estar en lo cierto: la licra se hizo comercial y Unbreakable —favorita entre los críticos— amasó una base de fanáticos leales, empezando con los asistentes a la Comic Con. Después, Shyamalan sorprendió a los fanáticos con Split, una secuela de terror protagonizada por James McAvoy. La película —con un presupuesto de 9 millones— recaudó más de 278 millones. Después de una racha de fracasos para los críticos, entre ellos The Last Airbender, The Happening y After Earth, se hablaba de un resurgimiento.

Ese ímpteu puso presión sobre Glass. Según Shyamalan, la película —con un presupuesto de 20 millones de dólares y un extenso guion—, fue la más difícil que ha hecho. Vía telefónica desde Europa, habló sobre el filme y sobre otras ideas del universo de Unbreakable. Además, habló sobre la posibilidad de dirigir una película de La guerra de las galaxias. Estos son fragmentos editados de la conversación.

Cuando filmaste Unbreakable, el mercado de las películas de superhéroes no se parecía en nada a lo que es hoy. ¿Por qué crees que tienen tanto éxito en Hollywood actualmente?

Tiene sentido. Me siento feliz de haber estado en la vanguardia y decir: “Oigan, hagamos una película basada en cómics, un filme acerca de cómics”. Y que todos respondieran: “Ese es un mercado muy marginal. No es una idea comercial. La gente común no va a ver ese tipo de películas”. Ahora están por todas partes.

Lo entiendo. Es una mitología que inspira confianza en sí misma en la gente. Son dioses entre nosotros. Son historias de gente normal que se convierte en un dios, básicamente, dicho de una manera común.

Naciste en India. Te criaron como hindú, pero fuiste a escuelas católicas. ¿Cuál es tu nivel de espiritualidad actualmente? ¿Ha cambiado desde El sexto sentido?

Se ha vuelto más claro en mi mente. Creo que me definiría más como un creyente ahora, en el sentido de que, después de El sexto sentido, siempre he creído en algo. Simplemente no podría ponerle una etiqueta más precisa.

Has sido agnóstico.

Así es. No soy religioso en lo absoluto. Me parece problemática la especificidad de la religión organizada y el tribalismo que invoca. Pero soy alguien que cree en algo, como quieras llamarle, el universo y nuestro lugar en él.

Cuando estás con tus familiares y amigos, ¿eres el comediante del lugar?

Sí, soy el que hace tonterías, claro. Pero me pongo muy serio cuando hablamos de cine. No soy muy divertido cuando sale ese tema. Si vas a ver una [mala] serie de televisión, no quieres verla conmigo. Vas a pasártela muy mal porque estaré haciendo muecas y comentarios. Para mí, es un arte. El cine debe honrarse. Esos ingredientes deben pensarse y entenderse como sagrados.

Se habló de The Visit y Split como si esas películas fuesen ‘resurgimientos’ tuyos. ¿Te resultó eso frustrante?

No. Tu carrera no se trata de lo que los demás digan sobre ti. No es posible. Eso te quita todo el poder. Ahí no es donde debería estar tu energía, sino en todas las cosas que controlas. Como escritor, tienes control sobre muchísimas cosas.

Después del estreno de Unbreakable, hablaste sobre cómo no creó una conexión con la audiencia de la manera en que esperabas. ¿Crees que sería diferente en la actualidad?

Sí, creo que le habría ido mejor ahora. Le habría ido incluso mejor cuando la estrenamos si la hubiéramos anunciado como una película de cómics.

M. Night Shyamalan

“Wow, desde un principio tuve todo lo que quería”. Fotografía Tom Jamieson para el New York Times.

Unbreakable y Split tuvieron tonos drásticamente diferentes. Una era una película de cómics y la otra de terror. ¿Cómo uniste ambas en Glass?

Piénsalo de este manera: el tono de Unbreakable coincide con su protagonista, David Dunn [Bruce Willis], que tiene una suerte de epifanía sombría, introspectiva y progresiva. Después tenemos al protagonista de Split, un personaje cinético y pirotécnico que es violento, aterrador, divertido y extraño —además de amenazador. Tiene la vibra de una película de suspenso muy oscura, casi de terror, así que coincide con su protagonista.

Además, Glass representa a su personaje principal, el señor Glass [Samuel L. Jackson]. Es muy filosófico. Juega una partida de ajedrez, además de tener una sonrisa muy irónica. Así que espero que cada película represente a su protagonista.

El personaje de James McAvoy en Split y Glass secuestra adolescentes y a veces se las come. Sobre todo en Split, algunas de las escenas son bastante grotescas. ¿Qué tipo de actitud debes adoptar para crearlas?

He tenido más ganas de hacer cosas impactantes y de contrastar eso con la emoción o el humor de una secuencia. Es gracioso porque siento que los tonos que me interesaban, cuando estaba pensando en hacer la trilogía, son más apropiados en el cine de ahora que en el de 1999.

Apoyo mucho a mis personajes. Me dedico por completo a ellos. Quizá hagan algo espantoso, pero, en general, les demuestro mi apoyo. Me muestro comprensivo con ellos. A medida que la historia de Glass llega a su cierre, es posible sentir mucha empatía por todos los personajes.

Después de Split, el personaje de James McAvoy recibió críticas por parte de los profesionales de la salud mental, pues decían que estigmatizaba a las personas que sufren del trastorno de identidad disociativo. ¿Crees que fue justo?

Fue algo menor. De hecho, creo que esta es la mención más grande al respecto. Fue alrededor del uno por ciento del uno por ciento de las personas que hicieron esa crítica. Pero hubo una reacción muy positiva a la película. Obviamente, cuando ves Glass, se vuelve evidente la representación increíblemente positiva del personaje, su esencia y todo lo que sufre.

Cuando estabas filmando Split, ¿tenías idea de cómo querías que terminara Glass?

Así es. Tenía un par de ideas sobre dónde podría estar el punto de unión. Así que estuve jugando con esas ideas. Pero entre el momento en que terminé Split y su fecha de estreno —casi cuatro meses— estuve escribiendo Glass, y me dediqué a perfeccionar todos los detalles.

Cuando se estrenó Unbreakable, dijiste: “Esta vez tuve más control, pero sin divertirme”. ¿Te divertiste filmando Glass?

No me divierto mucho filmando mis películas. Me estreso mucho todo el tiempo.

En el pasado, bromeaste sobre dirigir una película de La guerra de las galaxias, así que hablemos en serio. ¿Dirigirías una?

Ay, Dios. Creo que lo mejor es que me dedique a hacer películas originales y trate de mantener el acento cinematográfico que me resulta más cómodo. Hay cineastas que no se ajustan fácilmente al sistema. Quizá yo soy uno de ellos. La idea de perder tu esencia es perder la noción de quién eres.

Por eso creo que esa es, quizá, la mejor manera de pensarlo. Pero nunca digas nunca.