Fue el martes 2 de octubre de 2018 pero podría haber sido el siglo pasado. Ese día, el ministro de Cultura del Ecuador, Raúl Pérez Torres, dio una conferencia titulada Breves apuntes sobre la literatura ecuatoriana en la edición 41 de la Feria Internacional del Libro de Montevideo, en la que Ecuador es el país invitado. El verbo está en presente porque la feria se acabará el 14 de octubre, así que todavía quedan algunos días más.

De acuerdo al apartado de la agencia EFE, Pérez Torres —quien, de acuerdo a la visión periodística, encabeza la delegación– “ofreció en una conferencia abierta un repaso por la historia de la literatura de su país, que comenzó por Eugenio Espejo (1747-1795), quien desde 1770 desde panfletos, libros y periódicos ‘asumió su valiente actitud anti-colonialista» que le costaría la vida’. La conferencia de Pérez decía que en el siglo XX, en el Ecuador el realismo mágico tomaría dos caminos: “el realismo social y el psicológico”. Allí, destacó al escritor Pablo Palacio (1906-1947), quien marcaría el «derrotero de toda la literatura posterior» en Ecuador, con su libro Un hombre muerto a puntapiés (1927).

En Uruguay dijo Pérez que cada vez más, la literatura ecuatoriana se vería inmiscuida por los asuntos externos, como la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la Revolución cubana, entre otras circunstancias mundiales del siglo XX. «En nuestra América, asesinaban al hombre nuevo. Moría el Che Guevara, masacraban a Salvador Allende, se instalaban las dictaduras más sanguinarias y crueles, pero poetas y pensadores no dejaban de cantar». En este sentido, el ministro ecuatoriano aseguró que la literatura y el arte «siempre estarán para contradecir, para polemizar, subvertir y revalorizar» a la dignidad humana.  “Por mi parte, he decidido concentrar mi vida en la literatura” dijo Raúl Pérez Torres “Y a veces pienso que más vivo cuando escribo que cuando vivo realmente», comentó”.

Las palabras y posiciones del Ministro resultan obvias y, en muchos casos, caducas. Pero bueno, así es esto. No toda conferencia funciona.

Sin embargo, una vez que pudimos acceder a su texto en la web del Ministerio de Cultura —en la parte de Biblioteca, dentro de los discursos del Ministro— salta el problema y la razón por la que con varias personas del arte y cultura del país hemos firmado una carta que pueden leer haciendo clic acá.

En el texto completo hay desde errores de puntuación hasta el horror de decir que Horacio Quiroga es argentino. Sí, en una conferencia, en la que el presidente de la Cámara Uruguaya del Libro, Álvaro Risso, presentó a Pérez Torres, el ministro dijo que el insigne autor uruguayo, el genio detrás de Los buques suicidantes, nació en Argentina.

Pero eso es accesorio y hasta gracioso.

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Lo complejo de la conferencia del ministro Pérez Torres radica en que es un texto que presenta una versión absolutamente desactualizada de la literatura del Ecuador. Una en la que literariamente el país solo ha sido territorio masculino; en la que se ignora el rol de escritoras como Dolores Veintimilla, Aurora Estrada y Ayala, Elysa Ayala, Lupe Rumazo y Alicia Yánez Cossío —de quien coloca la novela Bruna, soroche y los tíos, pero sin poner su nombre—, entre otras.

La del ministro es una literatura que solo importa en función de un compromiso ligado a circunstancias políticas e ideológicas. Una literatura que no pasa de los años setenta, que de manera consciente ignora el gran momento actual que viven las letras de Ecuador gracias a autoras como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero y Sabrina Duque. Ignora el trabajo de editoriales independientes que están apostando por otro tipo de autores y generando otras dinámicas de mercado para nuevos lectores.

El Ministro no entiende la actualidad y quizás no es su obligación entenderla. La literatura hoy es algo distinto, sus motivaciones son menos claras, porque no es necesariamente el resultado de lo que la generación de los setenta publicó. Es decir, hay algo de eso, pero no solo eso. Y en su decisión de ignorarlo, Pérez Torres muestra que no es capaz, ni siquiera, de interesarse por entender lo que no está en su radar.

Esto podría ampliarse con la certeza de que su conferencia no es un texto nuevo. El escritor Mario Campaña, desde un post en su cuenta de Facebook, dejaba en claro que ha encontrado hasta seis reediciones del mismo discurso, desde 1997. La última de ellas publicada en 2016 y que, si se compara con la que acaba de leer en Uruguay, es la misma.

No tengo dudas de que al Ministro no le interesa comprender el momento actual.

Y bueno, no está obligado a entender la actualidad, pero sí está obligado, debido a su cargo, a visibilizarla, a mostrarla inclusive desde su discurso. No solo desde su despacho o a través de decretos ministeriales o invitaciones a ferias.

Porque su conferencia, que recuerden, se tituló Breves apuntes sobre la literatura ecuatoriana puede verse también como una ofensa a autores y autoras invitados por el Ministerio a Uruguay —algunas de estas personas han consignado su apoyo a la carta—,  o como una nueva prueba de que la deuda del Estado con el tema cultural y artístico seguirá siendo insalvable. Porque cultura es lo de antes, literatura es lo que se leía antes y al parecer ese pasado no puede, ni debe, dialogar con el presente.