El 8 de agosto, al menos 300 mujeres se reunieron afuera de la embajada argentina en el centro norte de Quito a las cuatro de la tarde. Tenían pañuelos verdes —con las palabras “aborto libre” escritas en blanco— amarrados al cuello o en las muñecas. Ese día, desde las nueve de la mañana, el Senado argentino debatía el proyecto de ley que permitiría la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 14 semanas de gestación y plazos superiores si es que hay riesgo para la madre, el feto, o el embarazo es causa de una violación. Las mujeres argentinas a favor de la despenalización del aborto se manifestaron afuera del Senado, en Buenos Aires, pidiendo que sea ley. Y, para apoyarlas, se convocó a un ‘pañuelazo’ internacional, una vigilia donde mujeres de todo el mundo se manifestaron afuera de la embajada de Argentina de sus países.
En Quito, los gritos y cantos de las mujeres se sintieron como una sola voz. Con frases como ‘hay que abortar, hay que abortar, hay que abortar este sistema patriarcal’ y ‘aborto legal en el hospital’ mujeres de todas las edades —desde niñas de 8 años hasta señoras de setenta y tantos— saltaban, bailaban y alzaban sus puños al aire. Con una larga tela verde que decía ‘aborto libre’ cerraron la Avenida Amazonas, colocando la tela como pared frente a los taxis, buses, motocicletas y autos que pasaban por ahí. Una media hora después llegó la Policía a intentar intimidarlas con el ruido del motor de las motocicletas, pero las mujeres no se retiraron. Unas se sentaron en la calle, otras seguían saltando, todas bajo un solo lema: que sea ley.
Aunque horas más tarde del pañuelazo el Senado no aprobó el proyecto de ley, ese día se sintió una victoria en las calles de Argentina, Ecuador, Bolivia, México, y otros países del mundo.