La Plaza Grande de Quito recibió, como tantas otras veces, como tantos otros años, como durante décadas, a los familiares y amigos de personas desaparecidas. El lunes 9 de julio de 2018, decenas de personas se juntaron frente al palacio de Carondelet, sede presidencial del Ecuador, para pedir por María José Ponce y su hija Lirio Sofía.

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Desde hace más de quince días, ambas desaparecieron sin dejar más rastro que un correo electrónico donde decían que no volverían. Para su madre, hermanos y allegados, el mensaje era extraño y, desde entonces, han tratado al caso como una desaparición forzosa.

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Ese mismo día, la fiscal Edith Arévalo habló sobre el caso. Dijo que de las investigaciones preliminares, no se podía “hablar de un delito”. El jefe de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Extorsión y Secuestros (Dinased), Víctor Arauz, precisó que la desaparición fue el 23 de junio, pero la denuncia se habría puesto 5 días más tarde. “Tanto la madre como la niña no están en riesgo”.

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Hacia el final de la tarde de ese mismo lunes, María José Ponce y su hija aparecieron en un video de Facebook Live sin audio y durante el cual ella respondía a quienes comentaban su enlace. También publicó un estado en esa red social diciendo que estaba bien, y que había decidido hacer su vida sola. “Si bien mi familia está aterrada quiero que sepan que estoy bien y que regresaré cuando esté lista pero por el momento me tomaré alrededor de tres meses para estar con mi hija trabajando.”

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Tras ambas publicaciones, su familia reaccionó y en un comunicado insistió en la desaparición de María José Ponce y su hija. El documento dice que hay inconsistencias en el video, “muy probablemente pregrabado, sin audio”, e identificaban alertas gestuales “según comentarios de especialistas en psicología, los gestos tanto de María José como de Lirio denotan miedo”.

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También alertaban sobre la presencia de un tercero —que filmó el video y que escribía mientras éste se reproducía— y la precariedad del ambiente del video. Dijeron que era falso que hayan tenido comunicación con ambas, como se aseguraba en la publicación. Para su familia y amigos, decía el boletín, continúan desaparecidas —y las publicaciones en redes, lejos de calmarlos, han aumentado su desesperación.

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Pidieron a las autoridades resultados concretos —como lo hicieron unas horas antes en la Plaza Grande de Quito que los recibió, como tantas otras veces, como tantos otros años, como durante tantas décadas, como a tantos otros familiares y amigos de personas desaparecidas.

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