La tarde del 30 de junio de 2018, el orgullo de ser diversos recorrió las calles de Quito. Miles de personas salieron con tambores, colores y consignas para gritar por la igualdad y los derechos en una marcha que celebra la memoria de la primera protesta de la comunidad LGBTI que, hace casi cincuenta años, se organizó para protestar la represión y excesos en la redada policial contra el bar de Stonewall Inn en Nueva York.

Cinco décadas después del reclamo inicial, los derechos de la comunidad LGBTI no son plenamente respetados. En algunos países, como el Ecuador, el marco legal insiste en catalogarlos como ciudadanos de segunda clase, al negarles acceso al matrimonio y la adopción. La lucha está, sin duda, aún vigente.

Y a pesar de que la pelea no se detiene, la marcha de 2018 —titulada OrguYO— sirvió, también, para celebrar. No solo la diversidad sexual y sus múltiples manifestaciones, sino, también, los logros de los meses recientes. En enero,  la Corte Interamericana de Derechos Humanos  reconoció el derecho a la identidad sexual, cambio de sexo, matrimonio y unión de hecho a las personas LGBTI, como parte del derecho a la igualdad y no discriminación. Es un paso gigante en el camino hacia la igualdad que sirvió para otro hito en el triunfo de los Derechos Humanos: la Corte Constitucional del Ecuador ordenó que la hija de Helen Bicknell y Nicola Rothon sea inscrita con los apellidos de ambas madres.

En días pasados, marcas y organizaciones de alcance nacional lanzaron campañas a favor de la diversidad, y los llamados a boicots por grupos antiderechos no han sido escuchados. Por primera vez en mucho tiempo, el viento de la igualdad empieza a soplar con mucha más fuerza en el Ecuador.

Por eso la celebración en las calles el sábado 30. Pero, también, ante la constante amenaza que esos avances enfrentan, los recordatorios y alertas de la marcha.

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*Este ensayo fotográfico es un trabajo de Edu León en colaboración con La Periódica