La venta de animales es uno de los negocios más antiguos de la humanidad. Y es una de las principales actividades económicas de Otavalo, en la provincia de Imbabura. Todos los sábados, a las cuatro de la mañana inician las adecuaciones del espacio —en las afueras de la ciudad— para el comercio; a las cinco comienzan a llegar los compradores y vendedores. El lugar es polvoriento y desordenado: no existe separación clara entre las áreas de bovinos, porcinos y aves. Los vendedores llegan y se ubican donde pueden. El caos de los espacios no definidos aumenta con los agudos chillidos de los chanchos: como resistencia a ser trasladados o movidos de un lugar a otro, se tumban en el suelo para no caminar, sus dueños deben halar con fuerza para levantarlos y en esa ‘negociación’ aumentan los guarridos.

El ruido puede ser abrumador en este encuentro que, cada fin de semana, acoge entre 800 y mil visitantes.

Está previsto que para fines de mayo la feria se traslade a la comunidad Quinchuquí porque el lugar actual ya no alcanza. Según el municipio de Otavalo, en este nuevo mercado de animales esperan recibir 1200 comerciantes.

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Los caballos son los animales que menos se venden y compran en la feria.

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Detenerse a comparar animales mantiene a los vendedores distraídos de la espera.

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La vista panorámica del mercado incluye el cerro Imbabura.

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Los cuyes son parte de los animales más comercializados.

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El área de los bovinos se reconoce por los mugidos.

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Hay animales como las cabras que se venden por su carne, su leche y derivados.

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Los pollos en la feria se venden desde un dólar

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Los visitantes aumentan a medida que avanza la mañana.

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Las ovejas son quizás los animales más tranquilos de la feria.

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Los animales que no fueron comercializados, son llevados nuevamente la siguiente semana.