Conversaba con estudiantes sobre lo que implica el periodismo y lo que significa la ética profesional en ese campo. Cuando hablo con ellos los escucho, discutimos, conversamos alrededor de los distintos criterios que aparecen en el salón. Las conclusiones suelen ser interesantes, especialmente porque surgen de ese diálogo, que también es parte del periodismo. El periodismo, antes que el mejor oficio del mundo —un lugar común a estas alturas—, es una experiencia comunitaria. Por eso, en clase discutimos que la ética sobrepasa a ‘decir la verdad’, contar ese mundo objetivo, presentar los hechos como son. La ética es siempre. Es hacer el trabajo. Entender que tratamos con seres humanos y buscamos informar a seres humanos. Que somos seres humanos en ese nivel. Ética periodística es comprender la dimensión de lo que hacemos, su importancia y la responsabilidad que nos endilga. Ética es también tener un buen manejo del lenguaje, por ejemplo —tal como lo ha recomendado Javier Darío Restrepo—, es manejar las herramientas, es no cambiar una coma para alterar el sentido de una oración. El periodismo es ética.

Esa ética nos vuelve responsables con el acto de contar el mundo. La ética nos lleva a pensar en los rigores del oficio, en el esfuerzo necesario para ser un buen profesional, en el compromiso de ir a lugares o espacios complicados para contar lo que está sucediendo. Esa ética nos obliga a buscar ese por qué profundo.

Hablamos sobre la posición en que eso nos coloca como seres humanos. Cómo la profesión nos interpela todo el tiempo. Cuán necesario es que el periodista cuestione sus ideas y no crea que tiene la única versión posible de las cosas. Hablamos sobre que el mejor periodista es el que duda y el que busca resolver esa duda a través de la investigación. Y me dijeron que eso también significaba que ejercer el oficio nos expone como personas.

No lo había pensado así. No en ese nivel. La realidad más cercana no nos daba razones para verlo de esa manera.

Hasta el martes, cuando nos levantamos con la noticia de que un equipo periodístico de diario El Comercio, compuesto por tres personas, había sido secuestrado en la frontera con Colombia, en la zona de Mataje, provincia de Esmeraldas. Zona que, es evidente, ya no está en control de las autoridades ecuatorianas.

Varias bombas, enfrentamientos, amenazas de bombas, heridos y fallecidos. La situación es para nada sencilla, pero debe ser informada, contada, reconstruida a partir de sus pedazos para volverse periodismo.

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Discutimos el secuestro en clase, si es que se puede discutir algo sobre este hecho noticioso sin sentirnos afectados. Hay riesgos en la profesión y ahora son más reales en el país. Y la exigencia al Gobierno sigue siendo fuerte, porque deben volver los tres, deben estar ya aquí entre nosotros. Antes estas cosas parecían tan lejanas, ahora las tenemos a la vuelta de la esquina.

¿Se puede enseñar periodismo en estas circunstancias? ¿Cómo quitar el temor en el rostro de jóvenes que te miran como si no pudieran creer lo que está pasando? No lo sé.

Solo entiendo que el periodismo se vuelve mucho más necesario en circunstancias así. Existe.

El periodismo está junto a nosotros cuando lo necesitamos. El periodismo es real cuando nos muestra el mundo, no lo que alguien quiere que se vea —ni siquiera tu jefe o editor—, sino los hechos. Por eso no hay mucho sentido en que ayer, en la rueda de prensa que dieran autoridades del país sobre el tema, el ministro del Interior, César Navas, hiciera referencia a que a los periodistas de El Comercio se les advirtió del peligro que corrían al estar en esa zona. No tiene sentido porque esa es una advertencia que no está en el ADN de la profesión, la escuchamos, tomamos recaudos, pero debemos ir. No interesa el resto. Hay que sacar datos, mostrar lo que pasa ahí.

Un Estado responsable le da resguardo a los periodistas en espacios así, para reducir cualquier posibilidad de peligro real. Las advertencias no importan. Las advertencias nos dicen que lo que sucede en Mataje debe contarse con profundidad. Incluso hoy con más fuerza, cuando tres colegas están retenidos en contra de su voluntad.

Entendemos esa responsabilidad, hacer periodismo es algo que les debemos por ese esfuerzo y este terrible momento que están pasando ahora tres colegas. Hay que ser más periodistas.

El periodismo es ahora.

Debemos ser ese periodista que entienda que es un ciudadano más, que está en capacidad de exigir a las autoridades que esto se solucione rápido. Un periodista que cuente qué está pasando en la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública de hoy, 28 de marzo, que nos revele las razones detrás del secuestro, si es o no ‘alias Guacho’ —el líder de este grupo disidente de las FARC— el responsable.

Solo el periodismo se salva con más periodismo.

Nuestros colegas regresarán. Deben regresar. El periodismo necesita que estén entre nosotros.

Hablar de periodismo con los estudiantes te hace pensar de mejor manera en la profesión. Entenderla desde el idealismo, que es lo que nos queda en estos momentos de miedo.