Ser niña en América Latina significa estar siempre en riesgo. En riesgo de que te viole tu padre tu hermano tu tío tu abuelo, de que por esa violación quedes embarazada y tu familia no te crea y te rechace. Que te digan que fue tu culpa, que tú, a los ocho o nueve años lo provocaste, o que te estás inventando, que no te creen, como a la mayoría no le creen.
Significa que ocho de cada diez delitos sexuales sean en tu contra. Ser niña en América Latina es estar doblemente en riesgo: por edad y por género. Ser niña en América Latina significa que te obliguen a ser madre, que tu cuerpo no resista un embarazo para el que no está preparado y mueras.
Romantizar la infancia es una vieja práctica de nuestros países, pero esa versión rosa y acaramelada es, en buena parte, para la gran mayoría, mentira, porque la verdad es que ser niña en América Latina es terriblemente duro, mortalmente complicado.
Periodistas de seis países de la región recopilaron estadísticas sobre la situación de las niñas. En el caso de Ecuador fue casi imposible obtener información porque la burocracia cree que separar los delitos por género no es importante. Las niñas en la estadística, y por tanto, en la política pública, son insivibles.
Este cuadro comparativo demuestra la doble vulnerabilidad —de género y edad— que ellas sufren.
Este gráfico es parte de Ser niña en América Latina, un esfuerzo regional en seis países para exponer y denunciar la desigualdad y la violencia de género en América Latina.