Todos los domingos de elecciones son iguales: calurosos, desordenados, impropios de un día inventado —dice la tradición judeocristiana— para descansar. Los políticos aparecen antes del mediodía en sus recintos electorales y votan, como han votado desde que se acabó la última dictadura: sonrisa de piedra recién blanqueada, pulgar en alto, papeleta descubierta. Se reemplaza un nombre por otro, el caudillo se actualiza a su versión más reciente. Hoy, 4 de febrero de 2018, el Ecuador ha pasado la mañana votando en la duodécima consulta popular de su historia republicana (y la cuarta convocada en los últimos diez años). Es un domingo de elecciones más.

Muy temprano, a las seis y media de la mañana, María Alejandra Vicuña inauguró la jornada electoral. Vicuña lleva menos de un mes como Vicepresidenta de la República: el 6 de enero, día de Reyes, la Asamblea Nacional la eligió para reemplazar a Jorge Glas, preso por asociación ilícita en la trama de corrupción Odebrecht. “La democracia es la razón que hoy nos congrega a todos y a todas”, dijo en su discurso, con una obviedad y tibieza propia de las formalidades. Nubia Villacís, presidenta del Consejo Nacional Electoral, la siguió con unas líneas igual de evidentes: “la democracia no es una meta que se haya alcanzado sino un proceso inagotable de permanente mejora”. Nadie esperaba que cualquiera de las dos dijera lo que varios analistas, como Norman Wray, sostienen: que la consulta es un proceso de consolidación de la base política del presidente Lenín Moreno, o como dijo el imprudente Eduardo Mangas, el cierre de la transición hacia el poscorreísmo. Minutos después, se abrieron los recintos electorales que esperaban a más de 13 millones de ecuatorianos, custodiados por 80 mil militares y policías, y en los que en 2 de cada 10 no había delegados de los partidos y movimientos registrados como ‘actores políticos’ en esta consulta.  

La mañana pasó sin mucho que reportar: qué puede reportarse a esta hora. Por eso los medios padecen la obligación de transmitir todo el día nimiedades y lugares comunes: votó el presidente Moreno —que aún lleva en su mano una gasa que le cubre la herida de la quemadura que le impidió ir a la posesión de Vicuña—, votó la primera dama Rocío González —la antítesis de su predecesora, la ausente Anne Malherbe—, votó la vicepresidenta, votaron los ministros, los prefectos, los alcaldes, los asambleístas. El que no votó —ni votará— fue Rafael Correa, expresidente y examigo de Moreno, domiciliado en Bélgica y antricherado en Twitter, desde donde insiste en sus acusaciones contra el gobierno actual. Poco antes de la una de la tarde, Nubia Villacís dijo que se había cerrado la votación en 39 países, pero que esos votos se contarían a partir de las cinco de la tarde del Ecuador —como en todos los domingos de elecciones.