Yo soy ingeniero, no soy astrólogo. Me responde Jorge Glas cuando le pregunto si el hecho de que en las áreas bajo su control existieran tantos casos de corrupción no lo convierte en un mal supervisor. Está sentado en una mesa larga, alrededor de la que están sentados una veintena de reporteros. Son pasadas las once de la mañana del  viernes 29 de septiembre de 2017. El vicepresidente —terno claro, camisa blanca sin corbata y los lentes de marco grueso— habla con periodistas nacionales y extranjeros, a los que convocó a un encuentro. Un día antes, la Procuraduría General del Estado presentó una acusación particular en el caso de asociación ilícita del caso Odebrecht.

Glas me mira con el mismo aire de superioridad con el que ha mirado uno tras otro a todos los periodistas que antes que yo le han hecho preguntas. Habla de Carlos Pareja Yannuzzelli, Carlos Pareja Cordero, cuentas secretas en paraísos fiscales, y se refiere al ‘corrupto y corruptor’ de José Conceicao Santos, el exfuncionario de Odebrecht que ha delatado cómo funcionaba la corrupción de la constructora brasileña en el Ecuador.

— Insisto soy ingeniero, no soy astrólogo.

— Sí, pero las áreas estaban a su cargo.

— Sí, pero no soy astrólogo pues. Si usted me dice cómo yo puedo hacerlo lo propongo hasta que se convierta en una Ley, quiromancia, astrología, adivino, alguna de esas cosas.

No entiendo la comparación: un astrólogo no tiene que supervisar nada, él como encargado de los Sectores Estratégicos, sí. Pero Glas vive atrincherado en su retórica: no es culpable, no es mal administrador, no es astrólogo. Dice que cuando se ha enterado de casos de corrupción los ha denunciado. Vuelve a lo dicho y menciona a “Capaya y toda esa mafia”. Al vicepresidente le salen las palabras algo atropelladas, una palabra tras otra, baja un poco la cabeza mientras la mueve de un lado a otro y dice:

— Yo estoy muy indignado. Comprenderán que la relación familiar a estas alturas no existe.

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El día anterior, su equipo de comunicación pidió a la prensa que se registre con nombre completo, medio y número de cédula para asistir al encuentro. Debía empezar a las 0nce de la mañana, pero la convocatoria pedía estar ahí desde las nueve y media para organizar las intervenciones. A las diez, estamos en una sala repleta: camarógrafos, fotógrafos, reporteros y personal de la Vicepresidencia entran y salen apurados. Cambian la silla del Vicepresidente. Agregan otra, la retiran, traen una más baja. La espera se hace larga pero finalmente Jorge Glas aparece, seguido por su abogado, Eduardo Franco Loor. Se sientan y esa es ya una metáfora: el vicepresidente atiende a la prensa con su abogado, sentado en la silla más baja, a la izquierda Decenas de flashes los iluminan. Sobre la mesa hay un único vaso de agua, el de Glas, hace pensar que la presencia de Franco Loor es una decisión de último minuto.

—Bienvenidos, dice Glas, hace una pausa y toma un sorbo de agua y repite, Bienvenidos.

Las primeras palabras del vicepresidente sin funciones y encausado judicialmente es para los medios. Nos culpa de las acusaciones en su contra. Dice que se han aclarado los supuestos elementos de convicción para incluirlo en la instrucción fiscal por el caso Odebrecht, que ha habido violaciones al debido proceso, que seguirá denunciándolo. Se refiere a una “conspiración en marcha”. Su intervención es monótona, con el mismo timbre de voz de quien hace un recuento de eventos que preferiría no mencionar.

Jorge Glas habla, a su lado su abogado Eduardo Franco Loor

El vicepresidente Glas junto a su abogado durante el conversatorio que mantuvo con la prensa el viernes 29 de septiembre de 2017. Fotografías de la agencia de noticias Andes bajo licencia CC BY-SA 2.0

Enseguida pide dar paso a las preguntas, como para avanzar con un trámite tedioso pero obligatorio. Una funcionaria empieza deseándole los buenos días al Vicepresidente, y en nombre de la Subsecretaría de Comunicación de la Vicepresidencia agradece que les haya concedido ese espacio, como si de un acto benevolente se tratase. La funcionaria —con la voz esforzada de quien locuta para un comercial publicitario— agradece a la prensa y da paso a la primera pregunta.

El ambiente de cordialidad forzada no dura mucho. Glas está incómodo mientras a su lado, el abogado revisa papeles y de rato en rato, le susurra al vicepresidente al oído. Esboza una brevísima sonrisa cuando le preguntan sobre las diferencias con el gobierno. “Son evidentes”, dice tensando los músculos del rostro. “Todos sabemos de dónde vienen las presiones políticas para que todo esto ocurra. El linchamiento mediático, la oposición y también el gobierno».

Los periodistas hacemos apuntes, usamos el celular para transmitir información, tomamos fotos. Él habla con vehemencia. Cuando le llega el turno a Freddy Paredes, reportero de Teleamazonas, Glas pierde la calma.

—Su canal ha sido el principal difamador de todo esto.

La  pregunta de Paredes es sobre el dinero con que se hizo la investigación en Hong Kong sobre Glory  International, una de las empresas que según los delatores de Odebrecht habría recibido dinero de coimas.

— Primero, ¿con qué dinero? Con ninguno. Esta es una verificación de datos públicos

Glas le dice al reportero que si se tomara la molestia de hacer su su trabajo y entrara en Internet, “tendría la misma información, pero no lo hace porque tiene que ser parte del cargamontón en contra del vicepresidente”. Paredes le dice a Glas que le ha hecho la pregunta ‘con todo respeto’, y el vicepresidente le dice que él responde también ‘con respeto’. Pero su tono y palabras sugieren lo contrario: “Hágalo usted. Vaya a su oficina que tiene Internet y acceda y verifique lo que le estoy diciendo. Y vaya también a buscar en el proceso el expediente completo. Usted póngase en  mi lugar, creo que es un ejercicio cristiano, humano, decente”.

Jorge Glas habla con la prensa

El vicepresidente Glas muestra documentación durante el conversatorio que mantuvo con la prensa el viernes 29 de septiembre de 2017. Fotografías de la agencia de noticias Andes bajo licencia CC BY-SA 2.0

Recuerda que él también ejercició como entrevistador —evita usar la palabra periodista para referirse a sí mismo en esa época—. Glas tuvo un programa de entrevistas en el canal  Televisión Satelital, de su tío y ahora principal detenido en el caso Odebrecht, Ricardo Rivera. Dice que también fue entrevistador durante muchos años, pero que jamás permitió que se difame en su programa. “Fui entrevistador nueve años, ad honorem porque me gustaba investigar, me gustaba construir país, no destruir”, le dice al periodista, que insiste en su pregunta: quién pagó la investigación que Glas hace unos días dijo que había encargado a una prestigiosa firma internacional, a propósito de los mails que habrían intercambiado Rivera y él  sobre Glory International.  Que lo hizo porque si un pariente suyo estaba siendo investigado, “el mínimo de decencia es decirle te están acusando de eso, ten esta información pública”. Pero Paredes no se da por vencido, e insiste, hasta que Glas da por terminado el intercambio de forma tajante:

— Ya le contesté, anote si se le olvida.

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Glas toma un sorbo de agua, y la funcionaria continúa presentando a más periodistas. Cuando es el turno a Francisco Garcés de Ecuavisa, Glas vuelve a incomodarse. El periodista se refiere al testimonio de Rivera, que dijo que en los audios en los que se lo escucha pidiendo dinero para la “campaña de vidrio” no se refiere a la campaña presidencial, sino de una campaña de televisión para conocer la aceptación de Jorge Glas.

— ¿Es usted el señor Vidrio?

— Pregúntele a Rivera.

La respuesta es cortante. Luego, como ya es costumbre, empieza con una serie de explicaciones que no tienen mucha conexión con las preguntas que los periodistas le hacen. Recalca que para él, lo importante de la declaración de Rivera es que dijo que ha actuado por cuenta propia. El vicepresidente toma lo que le sirve y lo que no, lo despacha.

Repite que está indignado, y su abogado le susurra algo.

El turno es de Gladys Rivadeneira de El Universo, que le pregunta sobre la posibilidad de que se abran otros procesos —luego de la acusación particular que hizo la Procuraduría—como delitos contra la administración pública o cohecho. La periodista quiere saber si está preparado para eso, y Glas repite que es inocente.

— La verdad es que eso me tiene sin cuidado.

El ambiente está tenso. En el fondo cerca de veinte fotógrafos y camarógrafos se agolpan frente al sitio en el que está sentado Jorge Glas. Junto a ellos hay un gran parlante en el que se amontonan varios micrófonos de los canales de televisión y grabadoras. Hace calor y no hay mucha circulación de aire en el salón.

— Me están forjando pruebas.

Dice Glas y pone en duda la cadena de custodia de los audios entregados en un pendrive en los que se lo menciona y sigue dando explicaciones que parecen excesivas para alguien que, reiteradamente, se declara inocente.

El abogado se mueve inquieto en su silla. El vicepresidente dice que Franco Loor quiere hacer una precisión que en realidad no lo es. El abogado explica que el fiscal ha autorizado a crear otro archivo para que se mejore la calidad de los audios, y que eso es ilegal. En su mano izquierda sostiene un documento que mueve de un lado al otro mientras da su explicación. Es la única vez que interviene.

Cuando le toca el turno a la periodista María Belén Arroyo de Vistazo, le pregunta si confía plenamente en su tío. Mientras lo hace sostiene con su mano izquierda un teléfono celular con un estuche color fucsia. Le dice que él ha variado varias veces su versión sobre su relación con Ricardo Rivera: primero dijo que se veía una vez al año. Glas la interrumpe

— Me ratifico, una o dos veces al año y para ser más preciso es usted la que busca que haya contradicción

Le dice y le da una orden:

— Bájeme el teléfono, estamos en una rueda de prensa.

— Estoy en una transmisión en vivo, explica la periodista.

— Si yo sé, señorita, pero aquí hay suficientes cámaras.

— Después se menciona que no estamos presentando su versión y yo estoy haciendo el esfuerzo, replica ella pero él la vuelve a cortar.

—  Señorita, es que no le veo la cara, imagínese la falta de respeto.

Jorge Glas agarra el vaso de vidrio que ha tenido todo el tiempo junto a él y le dice, cubriéndose parte del rostro:

—Es como que yo hable así.

— Le estoy viendo a los ojos.

—Yo también siempre le miro a los ojos. Yo no he variado mi versión, la he aclarado.

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Según Glas, la prensa ha intentado presentar una contradicción en sus versiones sobre cuántas veces veía a Rivera. Pero lo que la prensa le ha preguntado es por qué en un inicio hablaba de su tío como un pariente distante, al que veía casi por compromiso, y no al hombre cercano que incluso lo habría ayudado cuando fue acusado de plagiar una parte de su tesis. Habla de ese tema y dice que tuvo un gran intercambio de mails, pero que ese, dice, era un tema personal.

La periodista insiste:

— ¿No hubo algún subordinado de los sectores estratégicos que le dijo Señor Vicepresidente su tío me pide plata?.

— En lo absoluto.

— Qué raro ¿Cuáles eran los niveles de eficiencia de su gestión, puesto que usted estaba a cargo?

—  ¿La eficiencia? Total. Vaya a ver las obras, sacando la vieja muletilla.

— ¿No hubo alguna persona…

— Era una pregunta, ya hizo dos. Siguiente pregunta por favor.

Obediente, la funcionaria continúa. Y la confrontación también. Cuando le pregunto por qué hay funcionarios de la Vicepresidencia en la Fiscalía cada vez que hay testimonios o versiones por una acusación particular, él me responde:

—Es un proceso público, hasta usted puede ir.

Alza el hombro y evadiendo el tema central sobre la presencia de funcionarios de la Vicepresidencia, cuyos sueldos se pagan con los impuestos de todos los ecuatorianos, agrega

— Le sugiero que vaya, hubiera ido.

Las respuestas que da no dejan de sorprendernos. Es el segundo mandatario quien responde así. Antes, a Ana María Cañizares de CNN le dijo que “El procurador eficaz tiene que presentar pruebas más allá de la lengua” cuando ella le preguntó por qué Santos habría de mentir si se juega su libertad.

Algo similar pasa con Miguel Molina, de La Hora.

—Así como usted ha dicho varias veces que va a tomar represalias contra la prensa por el linchamiento mediático…

— Oiga, perdóneme un ratito. Yo no he usado esa palabra, usted está mintiendo.

Y su tono, gestos y acusación recuerdan al estilo confrontativo del expresidente Rafael Correa.

—Entonces así como usted ha dicho que va a escribir un libro sobre el linchamiento mediático, intenta continuar Molina.

—Si eso le inquieta.

— No, no me inquieta señor Vicepresidente, ¿pero también va a escribir un libro sobre cómo su tío usó su nombre para pedir coimas muy grandes?

— Bueno, eso tiene que escribirlo él porque yo no conozco, dice el Vicepresidente. Evidentemente lo que esté en el proceso, al final del proceso, lo voy a poner en el libro, por supuesto. El libro va a ser completo.

El periodista intenta continuar, pero él le vuelve a interrumpir:

— ¿Alguna pregunta relevante, señor periodista?

— Sí, esta pregunta quizás usted se la ha hecho, yo me la he hecho, no sé si le parezca relevante o no. Pese al orgullo que siente por las obras que ha hecho y los logros de la revolución ciudadana, si usted pudiera volver al momento en el que Rafael Correa le pidió que le acompañe en esta aventura, ¿usted volvería a decir que sí y renunciaría a la tranquilidad de su vida con sus hijos y su vida privada, sin estas acusaciones?

Glas responde sin dudar.

—Sí. Sí. Mil veces sí. Lo que hemos hecho por el país no tiene antecedentes en la historia del Ecuador.

Y quizás en eso tiene razón. Difícilmente ha habido otro período en la historia similar al que se vive ahora: exministros procesados, detenidos o fugados; un excontralor prófugo de la justicia, denuncias millonarias por coimas, un vicepresidente —sin funciones pero ganando un sueldo pagado por los ecuatorianos— que podría ir a la cárcel. Pero parece que para Glas la prioridad es enfrentar a la prensa, a la que en este conversatorio ha maltratado, ha interrumpido y le ha dicho cómo hacer su trabajo. De las acusaciones contra su tío, de la corrupción rampante en varias de las áreas que manejó durante años, de su responsabilidad política y administrativa sobre ella no ha dicho mucho. El conversatorio termina. El vicepresidente sale, seguido por su defensor, y los periodistas nos retiramos. Unas horas después, el Fiscal pide a la Corte Nacional de Justicia que lo reciba para que se revise las medidas cautelares contra Jorge Glas y Ricardo Rivera “por cuanto del acopio de los elementos de convicción recabados durante la instrucción fiscal, se han acredito hechos nuevos de relevancia”, dice el escrito de Carlos Baca Mancheno. Habrá que ver qué sale de esa audiencia, y si el vicepresidente Glas volverá a nombrar a la prensa entre los responsables de ese resultado.